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viernes, 4 de noviembre de 2011

Atropella a un niño chino con su camión y negocia siete horas la indemnización

Tras la muerte de una niña arrollada dos veces y no auxiliada por 18 viandantes, otro accidente similar revela los extremos a los que lleva la falta de sanidad pública en China
PABLO M. DÍEZ CORRESPONSAL EN PEKÍN
Día 27/10/2011
Tras la vergüenza nacional por el atropello mortal de una niña de dos años que se desangró en la calzada ante la mirada indiferente de 18 viandantes, otro caso similar sacude a China.
En esta ocasión, un niño de cinco años, Xiong Maoke, fue arrollado cuando iba al colegio por el camión que conducía Ao Yong, de 35, en Luzhou, al oeste del país en la provincia de Sichuan. Según uno de los testigos, Zhang Shifen, el chófer «retrocedió un poco y luego avanzó otra vez, atrapando al niño con las ruedas mientras el camión se movía unos diez metros». Luego, se bajó de la cabina y preguntó a los familiares de la víctima, que habían acudido de inmediato al lugar del siniestro, cuánto debía pagarles, enzarzándose en una discusión de siete horas sobre la cantidad a abonar.
Tal y como reflejan las fotografías publicadas por algunos medios chinos, la madre del niño no permitió la retirada del cadáver, aplastado bajo el camión, y se sentó a su lado sobre un taburete. Mientras tanto, sus vecinos y parientes discutían la indemnización con el chófer, que negó haber pasado intencionadamente sobre el cuerpo.
La propia Policía duda de que el camionero rematara al niño atropellado porque la autopsia ha revelado que éste falleció como consecuencia del primer golpe y, además, no tenía marcas de neumáticos sobre su cuerpo. En cambio, sí que fue arrastrado varios metros al ser arrollado hasta que el conductor, sentado a cierta altura en la cabina, pudo detener completamente el vehículo al percatarse de la colisión. De hecho, había una huella de frenada sobre la calzada y fue el propio camionero quien llamó por teléfono a la Policía para informarles del atropello.
Aunque este caso es distinto al de la pequeña Yue Yue, la niña de dos años arrollada dos veces e ignorada por los viandantes, revela los extremos a los que lleva la falta de sanidad pública en China, que sólo ofrece unos servicios muy básicos. Después de más de tres décadas de apertura al capitalismo y la economía de libre mercado, el país ha vivido la mayor transformación de su historia gracias a su extraordinario, pero desigual, progreso económico. Pero el dinero se ha convertido en la medida de todas las cosas y, ante la carencia de servicios médicos gratuitos, los accidentes de tráfico se suelen solucionar con un buen fajo de billetes.
Como, además, los medios han publicado historias de víctimas de siniestros que han acabado demandando a quienes precisamente acudían a socorrerlos, la mayoría de los chinos prefiere mirar para otro lado en caso de presenciar un siniestro. De esta manera, se ahorran el riesgo de enfrentarse a una indemnización que, probablemente, no podrán pagar con sus exiguos sueldos medios de 200 euros mensuales.
Frente a esta tendencia generalizada, la muerte de la pequeña Yue Yue ha generado en internet una corriente de indignación contra el inhumano comportamiento de los testigos y la pérdida de valores morales en una sociedad cada vez más rica y desarrollada, pero también más materialista y egoísta.

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