- Guadalupe Nettel y Marcos Giralt Torrente recuerdan sus experiencias
Martes, 15 de Noviembre, 2011
Los humanos nacen, crecen, se reproducen y, entonces, cuando tienen a su cría en los brazos, pierden toda la seguridad en sí mismos, dudan, lloran, dejan de reconocerse... Eso es así, sobre todo, desde los años 60, 70, desde la penúltima edad de oro de la bohemia, cuando la liberación sexual y la emancipación de la mujer, cuando los hippies y la contracultura. Ahora, varias novelas recientes relatan desde la memoria de los hijos la experiencia de aquelllos padres que intentaron realizarse personalmente y experimentar con nuevas formas de vida mientras sacaban adelante a sus hijos. No siempre acertaron.
En 'El cuerpo en que nací' (Anagrama), de Guadalupe Nettel, aparece una niña que tuvo que cargar con el nombre de Clítoris y unas hermanas que estaban acostumbradas a que sus padres se acostaran delante de ellas. A la propia Guadalupe la llevaron a comunas, la abandonaron sucesivamente su padre y su madre en la casa de una abuela muy conservadora. A Marcos Giralt Torrente y Frédéric Beigdeger les pasaba algo parecido en sus relatos de infancia: 'Tiempo de vida' y 'Una novela francesa', respectivamente (las dos, también editados por Anagrama). La mexicana Nettel y el madrileño Giralt Torrente explican a EL MUNDO.es el calvario que pudo ser crecer en familias como las suyas en los años 70.
Conejillos de Indias
Empieza Nettel: "Creo que [los jóvenes de los años 70] fueron muy valientes. Experimentaban con todo: su sociedad, su pareja, sus mentes y sus hijos. Nosotros, los nacidos en los 70, fuimos los primeros en recibir esa nueva educación. En pocas palabras, los conejillos de indias. La primera generación con padres mayoritariamente separados. Y con madres mayoritariamente profesionales, dispuestas a vivir su vida y su sexualidad a fondo. Muchos de esos intentos de cambio eran muy radicales y no estaban muy ajustados. En su ingenuidad no midieron las consecuencias. Por eso se produjeron situaciones extrañas como las que describo en el libro: hijos con nombres inverosímiles, como Kundalini o Clítoris, otros cuyos padres vivían en poligamia o que tenían sexo enfrente de ellos. Había muchas teorías descabelladas y, desde mi punto de vista muy nocivas, como la idea que sostuvieron algunos sociólogos franceses de que los niños podían practicar las relaciones sexuales con adultos, sin salir perjudicados por ello. Mis padres no llegaron a tanto, pero algunos que conocí lo hacían. Y sí, podemos decir que estaban un poco perdidos entre la educación tradicional que ellos mismos recibieron (y por lo tanto llevaban en el disco duro), y las reglas que ellos querían establecer".
Nettel: "La generación nacida en los años 70 en América del Sur, no ve esa década como un patio de recreo sino como un paredón de fusilamiento. Muchos quedaron huérfanos".
"Mis padres", continúa Nettel, "dicen que el libro es mi propia versión de los hechos, muy personal y en ese sentido les parece válida. Supongo que ellos ven las cosas de una manera distinta. Si ellos lo hubieran escrito, habrían enfatizado en su heroísmo, en lo difícil que fue resolver la vida práctica, buscar el equilibrio entre la realización personal y el bienestar de sus hijos. Mi madre, por ejemplo, habría insistido en su militancia por la igualdad de las mujeres, tanto a nivel nacional como en sus relaciones personales. Habría subrayado el hecho de que era muy joven cuando tuvo a sus dos hijos. ¡Todas lo eran! Las chicas se embarazaban a los 20 años y no en sus 30 como hacemos ahora. En general, creo que mis padres no se arrepienten de su pasado. Al contrario, los veo bastante contentos y satisfechos de ellos mismos. Se ríen un poco cuando recuerdan episodios como el de su visita a la comuna. Y ya no experimentan, ni con sustancias alucinógenas, ni con su vida sentimental".
¿Y cómo se siente Nettel, hija de esos años 70 hacia la estética, la cultura y los valores de esa década? "La moda de las patas de elefante y las camisas floreadas, las plataformas... Todo indicaba que las cabezas de nuestros padres estaban más bien instaladas en el delirio. La música de la época me gusta mucho, es muy alegre y descabellada. Me gusta también esa esperanza que tenían en un mundo mejor que estaba a la vuelta de la esquina... En el cine se hicieron cosas extraordinarias. El Woody Allen de esos años... Pero no podemos olvidar lo que ocurrió en el ámbito político tanto en España como en Latinoamérica. En Argentina, Brasil, Chile, Uruguay hubo dictaduras terribles. En España, hasta el 75 estuvo Franco. Muchos jóvenes fueron torturados y perdieron la vida luchando por la libertad. La generación nacida en los años 1970 en América del Sur, no ve esa década como un patio de recreo sino como un paredón de fusilamiento. Muchos quedaron huérfanos o perdieron de vista a sus padres durante un tiempo. Otros tuvieron que exiliarse".
Unos adelantados
Giralt Torrente toma el relevo: "Si tomamos el término en términos absolutos, atemporales, la palabra 'extraviados' no me parece correcta para nuestros padres. En todo caso eran distintos conforme al común denominador de la época. Puede decirse, incluso, que en cierto modo eran unos avanzados. Es decir, gran parte de sus supuestas rarezas consistían en que practicaban, tomaban por naturales o reivindicaban cuestiones que la moral o la costumbre o la etiqueta de la época reprobaban. Por ejemplo, hoy abundan los hijos de padres separados, casi son la mayoría, pero entonces serlo, como era mi caso, representaba una rareza. Y algo parecido puede decirse de la consideración hacia la homosexualidad. O quienes se vestían de una manera singular y quienes tenían trabajos no convencionales y quienes tenían determinadas marcas de coches y hasta quienes viajaban eran igualmente sospechosos, señalados. La clase media de los años 60 y 70 era mucho más homogénea y pacata de lo que series como 'Cuéntame' pretenden hacernos creer. Ahora parece que en esos años todo el mundo era antifranquista y escuchaba a los Rolling Stoners e iba a ver cine a Perpignan pero no era así. Aquí se escuchaba a Los Pecos y a Manolo Escobar y se veían las películas de Ana Belén".
"En ese papel de 'avanzados'", continúa Giralt Torrente, "se vieron obligados a cuestionar tantas cosas que a veces se pasaron. Se rebelaron contra sus padres, que representaban ese rodillo ramplón de lo moralmente aceptado en la época, y en consecuencia rechazaron todo lo recibido de ellos, cuando a lo mejor había cosas que tendrían que haber conservado. No es exactamente mi caso, pero muchos de mis amigos de entonces que tenían padres similares a los míos se criaron 'asilvestrados'. Es decir, sus padres eran tan guais, tan modernos, tan hippies, que los educaron sin orden, sin disciplina. No me refiero a una disciplina a lo institutriz inglesa sino esa necesaria disciplina que dicta el sentido común y que nos dice, por ejemplo, que un niño tiene que irse a la cama más o menos todos los días a la misma hora, que tiene que responsabilizarse de ciertas cosas, que no puede decidir sobre su destino, que debe respetar la autoridad del padre si esta es recta, que lo aconsejable es que estudie, etcétera. Creo que la visión de nuestros padres era revolucionaria y necesaria en muchas cosas pero en otras algo naíf".
Giralt Torrente: "Creo que la visión de nuestros padres era revolucionaria y necesaria en muchas cosas pero en otras algo naif".
"La nostalgia nos lleva a idealizar, a ver realidades monocromas y la realidad no es nunca monocroma, tienes muchos matices, lados buenos, malos y regulares", continúa Giralt Torrente. "Es zona de grises. Y en esa época, precisamente, los grises abundan. Quiero decir, que es cierto que esa generación luchó y trajo cosas necesarias, básicas, tanto en materia de libertades como a la hora de abrir y amplificar las miras de la sociedad en su conjunto. Pero también creo que fracasaron estrepitosamente en lo político. Es decir, perpetuaron el 'status quo'. El mayo francés, los grandes hitos del hippismo californiano, etcétera, duraron 15 días y los poderosos aprendieron bien la lección".
Ser padres
Tanto Nettel como Giralt Torrente cuentan en sus relatos que han sido padres en los últimos años. De modo que queda una última pregunta: cuando crían a sus hijos, ¿tienen muy en mente la experiencia de sus padres, sus errores, sus experimentos? ¿Son más conservadores como padres de lo que les gustaría? "Tengo claro es que mis padres lo hicieron como mejor pudieron, que sus errores provenían de una buena intención que en algunos casos pudo estar dominada, torcida, por esa visión algo naíf de la que hablaba antes", responde Giralt Torrente. "Precisamente por eso no pienso demasiado en lo que hicieron conmigo a la hora de plantearme cómo educar a mi hijo. Y desde luego no creo ser más conservador de lo que ellos fueron, quizá intento servirme más del sentido común. Nada más".Termina Nettel: "Más conservadora que mis padres sí soy, pero no creo que más de lo normal. En general mi generación lo es. Es como si en la infancia ya hubiéramos tenido suficiente experimento y también nos dimos cuenta de los resultados, como el sida, del que tanto escuché hablar en mi adolescencia, o como el lío emocional que se produce en las parejas abiertas. A nosotros nos tocó pensar y hacernos preguntas sobre nuestra propia educación durante la niñez. Por eso sabemos que la sexualidad, la pareja y el cuidado de los hijos es algo muy serio y en eso preferimos ir con pies de plomo, en vez de estar experimentando, en la medida de lo posible, claro está, pues la vida muchas veces echa abajo los planes y las ideologías. Por otro lado, es más fácil para nosotros disfrutar de los derechos y las libertades que ellos consiguieron, por ejemplo en términos de igualdad de género. Para las mujeres de hoy ya no es un suicidio social divorciarse o declararse homosexual. El derecho al aborto es otra de las batallas que ellos ganaron y que mi generación da casi por hecho".
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/11/12/cultura/1321103222.html
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