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martes, 15 de mayo de 2012

Atrapados en la calle

Martes, 15 de Mayo, 2012
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Un nuevo programa de Cruz Roja de León distribuye mantas y alimentos a 38 personas que no tienen techo
La sociedad los invisibiliza de día y de noche. Viven en la calle, rotando entre los albergues, casas de acogida y comedores sociales. Son los desheredados, los pobres, los mendigos, los vagabundos, los transeúntes. Víctimas de su pasado, acaban en la calle arrastrando su presente. El perfil general es el de un varón, soltero o divorciado, que ha roto los lazos familiares, está en paro y carece de subsidios. La mayoría tiene problemas psíquicos y adicciones. Algunos viven de trabajos puntuales y vagabundean por distintas ciudades. La Policía Local de León tiene identificados a 16, pero en un mes y medio Cruz Roja ya ha atendido a 38 y pretende alcanzar los 170 usuarios gracias al programa «Atención Integral a Personas sin Hogar» que la institución acaba de poner en marcha en León con una financiación de 36.900 euros del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad.
El voluntariado de Cruz Roja se ha movilizado con el nuevo programa. Cada martes y jueves un operativo especial recorre las calles de León de noche en busca de personas sin techo, los que duermen en la calle y aprovechan, en su mayoría, el cobijo de los cajeros automáticos para tender una manta en el suelo y descansar.
«La imagen de Cruz Roja les genera confianza», asegura la coordinadora provincial, Eva María Fernández, «vamos a ayudar, no pretendemos nada más». La ayuda consiste en distribuir mantas, zumos, caldos, cafés y bollería. «Atendemos a las personas que están en una situación precaria, con condiciones personales complicadas. Damos conversación».
En mes y medio de actuación en León, la técnico Natalia Domínguez, que ha puesto en marcha el programa, se ha ganado la confianza de los transeúntes, poco dados a dar explicaciones sobre su situación personal. «El objetivo es hablar con ellos e integrarlos en otros programas de Cruz Roja como el asesoramiento para el paro y el acompañamiento, o que acudan al Centro de Atención de Drogodependientes (CAD) a recibir asistencia», aclara Domínguez. «El trabajo es lento, pero esperamos ganarnos su confianza». Los objetivos se cumplen. Cinco transeúntes han acudido ya a las oficinas de Cruz Roja para recibir información.
Cada noche de salida hay una nueva actuación. Una señora da la señal de aviso. En un cajero aún no controlado hay tres personas durmiendo y el operativo se dirige hacia el nuevo destino. Hay tres hombres. Uno está tapado. Duerme. Otro es muy joven, no supera los 30 años. Tiene problemas psíquicos y ha salido de la cárcel. Los técnicos de Cruz Roja lo conocen e intentan que acuda a los servicios sociales para que normalice su situación. El tercero es nuevo. Dice que lleva doce días sin comer. Los responsables del programa de Cruz Roja hacen una primera intervención y piden a este periódico privacidad, no quieren que rechace la ayuda.

Miguel Ángel, 47 años

«Llevo siete años en la calle. Miente quien diga que le gusta»

«Estoy en la calle por mi mala cabeza». Son las 21.30 horas. El coche adaptado de Cruz Roja y las ocho personas voluntarias que hoy hacen la ronda paran al lado de unos contenedores frente a un supermercado. Hay cinco hombres esperando a que el comercio cierre para buscar comida. Miguel Ángel es uno de ellos. Tiene 47 años. «Llevo siete años en la calle, desde el 7 de enero del 2002, y miente quien diga que le gusta ésto, pero algunos preferimos estar aquí a otro sitio». Ese día, el 7 de enero, dio un portazo y dejó atrás su matrimonio y una hija que ahora tiene 17 años. Desde el 2009 no trabaja, los mismos años que lleva en la puerta del supermercado pidiendo una caridad. «Hay gente que me da cosas. He trabajado en la construcción, como camarero, en la fundición de bronce. Pero ahora dime dónde trabajo». Acaba de arreglar los papeles para que le concedan una ayuda social, «pero para todo te piden dinero, tres euros por un certificado de empadronamiento. Me visto con lo que encuentro en los contenedores. Mira estas botas, están perfectas». A su lado un cachorro duerme sobre su mochila. «No llevo nada, no necesito nada, lo que tengo lo guardo por ahí», pero no da pistas del escondite. «No voy al comedor social desde diciembre. No me gusta. Me dicen que no tengo que beber alcohol». Miguel Ángel también acude a los servicios de Aclad (Asociación Ciudadana de Lucha contra la Droga) en León.

José Luis Herraez, 57 años

«En este cajero dormimos cuatro, no nos metemos con nadie»

José Luis Herraez tiene 57 años, tres hijos y lleva cuatro viviendo en la calle «por cuestiones económicas», asegura, «me dejaron en paro en la construcción y me divorcié». Duerme en el cajero de un banco con otros tres josés, el portugués Ferreira, de 65 años, el leonés de 68 y un murciano de 56. «Ahora bajaré a la cereza a Cáceres y trabajaré, si sale, en alguna chapuza».

Esther y Juan

«Nos conocimos hace veinte meses en la calle»

Esther y Juan no aclaran si son pareja sentimental, pero no se separan. «Somos amigos sin derecho a roce», dice Esther, que sólo reconoce 46 años pero es mucho mayor que Juan, que dice tener 36. «Desde los 18 años estoy pisando la calle», dice Juan, «no tuve infancia. Me he buscado la vida. Hay cosas que no perdono, pero a ella—mira a Esther—le perdono todo, que no me la toquen». Los dos duermen juntos en un cajero automático y arrastran sus pertenencias en un carrito de supermercado.
Esther está en la calle desde hace veinte meses, los mismos que han pasado desde que conoció a Juan. «Comemos y vestimos lo que nos da la gente». Natalia, la responsable del programa, les insiste en que acuden a la ducha y al ropero de Cáritas. La pareja discute. Juan se quiere ir a Cádiz, pero ello no está por el traslado. Las disputas con la familia ocupan parte de la conversación con los voluntarios de Cruz Roja, que les insisten en que cumplan con las visitas al médico y los controles rutinarios.

José, 56 años

«Sólo pido los domingos para comer y comprarme una novela»

A José le gusta leer. Hoy duerme en un cajero pero pasa el día entre la calle y la estación de autobuses, «allí se está caliente», asegura. Sólo pide los domingos para comer en la Asociación Leonesa de Caridad «y para que me sobren 30 céntimos para comprarme una novela del oeste, que son las que me gustan. Las leo en la estación de autobuses. Antes bebía mucho, pero lo he dejado. Estuve hace un mes en Urgencias en el Hospital por un dolor en el pecho. Me dijeron que era del frío». Asegura comprender que la gente se asuste cuando los vé en el cajero «es normal, las cosas como son, pero nunca hemos tenido problemas con nadie, al contrario, nos ayudan».
http://www.diariodeleon.es/noticias/afondo/atrapados-en-calle_690891.html

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