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- La madre de Sandra Palo, "indignada" con la libertad de uno de los asesinos de su hija
http://www.diariodesevilla.es/article/opinion/1263725/justicia/la/espanola.htmlAYER fue un gran día para los demócratas que son más demócratas que nadie; y además lo son desde los tiempos de Solón, de toda la vida vaya, de la pata de quienes redactaron la Constitución de los Estados Unidos y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, maestros, oráculos y guardianes de la democracia, azote de sus enemigos reales o inventados, custodios de su pureza e intérpretes únicos de su esencia.
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Ayer fue un gran día para los compasivos que agotan toda su capacidad de compasión en los verdugos, hasta quedarse sin ninguna para las víctimas. Porque compadecerse de los verdugos demuestra magnanimidad de ánimo, nobleza de espíritu, optimismo biológico, naturaleza progresista y conciencia social; mientras que compadecerse de las víctimas lo hace todo el mundo, es lo natural y hasta lo vulgar, puede sonar a un concepto punitivo e incluso vengativo de la justicia. ¿Que los asesinos no han demostrado arrepentimiento y la pena cumplida es tan irrisoriamente leve que se convierte en una ofensa para las víctimas y un peligro para la sociedad, dada la naturaleza anormalmente abominable del crimen? ¿Y qué? No es cuestión de dejar que la realidad del sufrimiento y la muerte de las víctimas, y de la interminable agonía de sus familias, estropee la magnífica imagen -tan democrática, tan compasiva- que de sí mismos tienen quienes actúan como si viviéramos en el mejor de los mundos posibles, aunque con sus actos y sus leyes estén haciendo el mundo real peor de lo que ya era.
Ayer fue un gran día para sentirse orgulloso de ser ciudadano de este tan demócrata y compasivo país en el que sólo los padres que lloran a sus hijos asesinados cumplen la cadena perpetua de la angustia y el sufrimiento o sufren la tortura de ni tan siquiera saber dónde esta escondido su cuerpo. Para sentirse orgulloso de sus leyes -especialmente la Ley del Menor- y de las penas con que éstas castigan los más retorcidos, atroces y despiadados crímenes.
Porque ayer salió de la cárcel el último de los menores condenados por el asesinato de Sandra Palo, la joven disminuida psíquica de 22 años que en 2003 fue violada, torturada, atropellada varias veces y quemada viva mientras agonizaba. Sólo ha cumplido ocho años de reclusión. Sus antecedentes serán borrados. Y ha abandonado la cárcel con trato de favor, al permitírsele salir desde el interior de las instalaciones oculto en una furgoneta. Fuera estaban los padres de Sandra, desesperados, indignados, ofendidos y humillados. Son tan poco demócratas y compasivos que exigen que se haga justicia a su hija, sin caer en la cuenta de que ya se ha hecho. Eso sí, a la española.
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