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miércoles, 9 de mayo de 2012

"Más feo que pegar a un padre". Por Patricia Riera Martínez, psicóloga del Programa recURRA

Miércoles, 9 de Mayo, 2012
Así dice el dicho popular que durante muchos años se ha utilizado para referirse a algo o a alguien, cuya apariencia o conducta era deplorable. Y es que el respeto hacia nuestros padres ha sido un valor implícito en la educación de los hijos hasta la actualidad aunque de puertas para adentro, la realidad no sea siempre tan perfecta.
A partir del año 2000, los medios de comunicación sacan por primera vez a la luz casos en los que los hijos agreden a sus padres. Es la llamada violencia ascendente o violencia de hijos a padres. Un tipo de conducta que, a pesar de provocar que muchos se lleven las manos a la cabeza, lleva ocurriendo en algunas familias de forma silenciosa desde hace mucho tiempo sin ser denunciada a causa del miedo, vergüenza o culpa.
Actualmente, gracias a la difusión del fenómeno por parte de los medios de comunicación y al apoyo de las diferentes autoridades, muchos padres se atreven a denunciar la situación. Así, en los últimos años se ha detectado un incremento significativo del número de familias que sufren este tipo de abuso y lo denuncian; como lo demuestra las memorias judiciales anuales del 2005 donde se explica que las denuncian se habían multiplicado por ocho en Cataluña en el periodo de 2000-2004, por tres en País Vasco entre 2002-2003 o por catorce en los años 2000-2004 en el País Valenciano. Pero aún así, existe todavía multitud de casos que permanecen estadísticamente ocultos debido a la ausencia de denuncia y que no por ello dejan de existir. Casos en los que los padres no quieren o se sienten incapaces de denunciar a sus hijos.
Para asistir a estos casos, y bajo la idea de la ausencia de una atención adecuada a esta problemática cada vez más evidente, nace el Programa recURRA. En él atendemos a familias que durante meses o incluso años, han buscado los inexistentes recursos para poner fin a su situación. Como nos comentaba impotente una de las personas que atendimos telefónicamente en nuestro número gratuito 900 65 65 65, "yo, prefiero que me mate antes que denunciar a mi hija".
Pero, ¿qué es la violencia ascendente? La experta canadiense Barbara Cottrell en el I Congreso Internacional Padres e Hijos en conflicto, señaló tres tipos de violencia: física, psicológica y financiera.
La violencia física es la más fácilmente reconocible, sin embargo, es posible que nos cueste más detectar las otras formas de violencia que pasan más desapercibidas pero cuyas consecuencias son igualmente muy graves. Por ejemplo, cuando su hijo o hija le pide dinero en cantidades que usted no puede afrontar y si no cumple con su demanda él o ella le grita, patalea, chantajea o simplemente lo roba en casa, es violencia financiera. O cuando se siente menospreciado por su hijo o hija, el cual parece no hacer caso a los límites y normas que usted le pone desembocando esto en grandes peleas donde se siente emocionalmente herido, es violencia psicológica.
Los niños o niñas que suelen maltratar de esta forma a sus padres, como señala Barbara Cottrell "no tienen un perfil claro" pero los datos obtenidos en recURRA hasta la actualidad, señalan a que se da más en los varones que en las mujeres (3:1), que la mayoría de los casos se dan entre los 16 y los 17 años (aunque el abanico de edades es más amplio), que un elevado porcentaje de las familias atendidas corresponde a familias monoparentales (39%) con padres separados/divorciados, viudos o solteros y que los chicos y chicas suelen presentar problemas asociados como consumo de sustancias, bajo rendimiento o problemas escolares y trastornos mentales tales como Trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad o Trastorno negativista desafiante.
En muchas ocasiones los propios hijos no saben lo que les ocurre, sienten una gran ira cuando se les frustra un objetivo, cuando tienen que estudiar en lugar de salir con los amigos, cuando no pueden manejar el mando de la televisión o cuando son castigados sin jugar a videojuegos. No son niños malvados, sino niños con dificultades de manejo de la frustración y de las emociones, con problemas de autoestima, con falta de habilidades sociales.
Mucho se ha hablado de las causas sin llegar a conclusiones concretas. La Circular 1/2010 sobre el tratamiento desde el sistema de justicia juvenil de los malos tratos de los menores contra sus ascendientes especifica que una de las causas es "una sociedad permisiva que educa a los niños en sus derechos, pero no en sus deberes, donde ha calado de forma equívoca el lema "no poner límites" y "dejar hacer".
También durante años se ha mantenido la idea de que este tipo de problemas familiares se daba más frecuentemente en familias marginales con pocos recursos demostrándose actualmente, que este fenómeno no atiende a clase social; si bien, es posible que aquellas familias con pocos recursos económicos, acudan más frecuentemente a instancias públicas buscando soluciones (fuentes de las que habitualmente se obtienen los datos estadísticos).
A nuestra consulta han acudido padres que afirmaban que ya notaban a su hijo más "agitado" de lo normal en el embarazo y otros que recalcaban que se había producido un cambio en la conducta de su hijo a raíz de un cambio de amigos, una separación o muerte familiar, o un fracaso escolar. Padres que afirmaban que ya con 3 años, su hija había sido capaz de imponer sus deseos al ir de compras o que se quejaban de que con 22 meses su hijo arañaba y otros que han percibido una escalada imparable de la violencia con la entrada de su hijo o hija en la adolescencia.
Es difícil de concretar la causa del problema pero lo importante es mirar hacia la solución. En muchas ocasiones los hijos han interiorizado modos equivocados de conseguir los objetivos y por ello es necesario dotarles de herramientas más adecuadas para ello. Es necesario educar a los hijos en la tolerancia a la frustración, en la disciplina, en el ocio saludable, en autoestima y sobre todo, en el tiempo. Como afirmó Jesús García (pediatra del hospital Niño Jesús de Madrid) "hay que dedicarles tiempo, no solo cualitativo sino cuantitativo. La falta de supervisión, de atención o de tiempo, pone a los hijos en riesgo".
Patricia Riera Martínez es psicóloga del Programa recURRA.
http://www.europapress.es/epsocial/noticia-mas-feo-pegar-padre-patricia-riera-martinezpsicologa-programa-recurra-20120507120306.html

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