“Para toda la vida” es una de las afirmaciones más difíciles de cumplir en estos tiempos. Pero a no rendirse, el amor eterno es posible.http://www.infonews.com/2013/02/20/sociedad-61957-el-trabajo-del-amor.phphttp://www.infonews.com/2013/02/20/sociedad-61957-el-trabajo-del-amor.php
Por Gisela Carpineta y Francisco Barreiro, para Cielos Argentinos
"Hace más de 20 años que estamos juntos, no podría enumerar la cantidad de peleas que tuvimos en todo este tiempo. Pero nos queremos muchísimo, tenemos dos hijos hermosos y prácticamente crecimos juntos. ¿Cómo no vamos a seguir apostando al amor?”, dice entre sonrisas Miguel, periodista de profesión, que con 50 años de edad sigue compartiendo su vida con Estela: “Tuvimos idas y vueltas; separaciones esporádicas y un sin fin de discusiones”, sin embargo no se bajaron del barco a la mitad del viaje y afirma que aún hoy se eligen día a día. “Lo importante es respetarse, no idealizar y aceptar que cada uno, además de las cosas en común, tiene una vida individual”.
Esta historia de amor que comenzó en la adolescencia de ambos pareciera ser un gran logro en estos tiempos modernos. Lo cierto es que las estadísticas nacionales no acompañan a Romeos ni Julietas: Según el último censo, uno de cada tres argentinos se divorcia y a este dato se suma que nunca se produjeron tantas separaciones legales como en los últimos 10 años. Incluso, hasta superaron a los registrados en la década en la que se sancionó la ley de divorcio vincular, en 1987. Y los números siguen en contra del amor: Durante 2011, en la Ciudad de Buenos Aires, por cada dos casamientos hubo un divorcio. Según un estudio de la jueza María Virginia Bertoldi de Fourcade, vocal de la Cámara de Familia de 1° Nominación de Córdoba, esta relación cambia según la provincia: en ciudades como Córdoba o Rosario, hay un divorcio cada tres casamientos; en Salta o San Juan, hay uno cada diez.
Pero ¿qué cambió a lo largo de estos años para que cada vez más parejas decidan continuar su camino por veredas diferentes? Se dice que transitamos la época del llamado “amor líquido”, en la que cada vez existe menor tolerancia ante las diferencias, la principal causa que deriva en una separación. “El divorcio dejó de verse como un tema tabú –explica el abogado Leonardo Glikin, director de una consultora de Planificación Patrimonial, Sucesora y Financiera– y si bien sigue siendo considerado como el fracaso de un proyecto, el tema pasó a resultar más natural entre los que se separan. Los efectos negativos que antes se vivían por ser divorciado, hoy no existen”. Afirmación que comparte el abogado Patricio Martínez: “Las mujeres han conseguido la independencia económica y profesional suficiente como para poder tomar decisiones firmes sin verse afectadas por la modificación de su entorno; ya no existen los roles marcados en que la madre era cuidadora de los hijos y el padre el sostén del hogar”. Desde el punto de vista psicológico, Rosalía Beatriz Álvarez –miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina– sostiene que “es la denominada institución familia lo que está mutando. Hasta hace unas pocas décadas, por la falta de independencia económica, era bastante común que la mujer tolerase su fracaso matrimonial: ‘Mujer de un solo hombre, me caso para toda la vida’”, afirmación que hoy quedó en color sepia. “Ya no se acepta la infelicidad de hace un par de décadas, en la que la mujer aceptaba el mandato social y cultural de no divorciarse”, explica Álvarez. Muestra de ello es que, sobre todo entre quienes tienen entre 25 y 35 años, son las mujeres quienes toman la posta e impulsan dos de cada tres demandas de divorcio.Los números demuestran que los replanteos sobre el correcto rumbo de la pareja suelen suceder durante los meses de verano.
Se dice que transitamos la época del llamado “amor líquido”, en la que cada vez existe menor tolerancia ante las diferencias, la principal causa que deriva en una separación.Entonces, ¿cuánto dura el amor? ¿Es para toda la vida? ¿Diez, quince, veinte años? Es incierto. Existe la teoría del “comezón del séptimo año”, aunque los números arrojan que la mayoría de los matrimonios que se disuelven superan los 10 años de convivencia y que un bajo porcentaje se divorcia antes de los 5. De acuerdo a las últimas estadísticas judiciales, en la ciudad de Buenos Aires el 20% de las parejas que se divorciaron durante 2011 llevaban menos de 10 años juntos; el 32% menos de 20 y el 39% por ciento más de 20 años. Sólo un 8% llevaba menos de 5 de convivencia.
Estas no son las únicas estadísticas que sorprenden: “la temporada alta” de los divorcios ocurre luego de las vacaciones. Sin ánimos de asustar al lector en esta época, los números demuestran que los replanteos sobre el correcto rumbo de la pareja suelen suceder durante los meses de verano: el 60% de los divorcios se resuelve al regresar de las vacaciones. La mayor cantidad de tiempo frente al otro, el no lograr ocupar las horas libres y la angustia al notarlo son algunos de los factores que llevan a preguntarse qué los une. El corte de la rutina es lo que suele dejar al descubierto las grietas que existen en la pareja.
Para el abogado Víctor Martínez Villera son estos períodos de descanso los que muchas veces llevan a replanteos individuales y al deseo de un cambio de vida. “Esto va desde querer de iniciar un curso, una actividad deportiva, cambiar de casa; hasta algo más radical: como separarse y hacer una nueva vida”. Leonardo Glikin remarca que “durante las vacaciones se ponen de manifiesto problemas históricos, que, muchas veces, ya no se tienen ganas de resolver. Además, la mayor parte de la gente evita separarse durante las fiestas. Por lo tanto, de febrero a abril hay un aumento considerable de divorcios”, explica el director de la consultora de Planificación Patrimonial, Sucesora y Financiera.
“Decía un sacerdote hace muchos años: ‘es cierto que no hay que separar lo que Dios ha unido, pero debería decirse también que no hay por qué unir lo que la vida ha separado’. Mirando a veces ciertas situaciones existenciales en los matrimonios, uno piensa que tal vez no estaba tan errado aquel sacerdote”, dice Rafael Velasco, Sacerdote Jesuita y Rector de la Universidad Católica de Córdoba y agrega: "Si miramos la realidad humana que somos, por experiencia sabemos que la vida no siempre es justa, y muchas veces es muy dura. No siempre las personas maduramos en la misma dirección, no siempre en las encrucijadas vemos con claridad qué camino tomar. Por eso muchas veces la Alianza se desdibuja, y el signo se transforma en una realidad desleída, ya muy difícil de recomponer. ¿Por qué entonces pretender unir lo que la vida ha separado ya? Es duro esto, pero debemos ser realistas", sostiene el Sacerdote Jesuita.
Entonces, ¿cómo darse cuenta cuándo la separación es el mejor camino? Para Domínguez son el cuerpo y la salud quienes dan las señales de que ya es tarde para encarrilar la relación: “Cuando uno no quiere volver a su casa, cuando el grado de agresión verbal va en detrimento de la propia autoestima, cuando uno pierde su esencia por complacer en demasía las demandas del otro y cuando la balanza de la satisfacción y el disfrute dan en negativo, es momento de replantearse qué hacer”.
Las decisiones llevan tiempo y trabajo, y ahí es donde la terapia de pareja pasa a ser el gran protagonista. “Siempre es importante tratar de imaginar cómo vemos el futuro sin ese otro”, aconseja Rosalía Beatriz Álvarez. Ante las primeras diferencias en la pareja, la terapia puede ayudar a entender quién es cada uno, de dónde proviene y conocer a ese otro realmente y no al que se construyó según sus necesidades, expectativas y deseos. No todo está perdido. Para Álvarez, “hay que saber mutar la relación, aceptar que una pareja comienza con un enamoramiento, que al tiempo eso genera amor y afrontar que lógicamente esa pasión inicial va a disminuir con el tiempo”, dice la especialista y Domínguez agrega: “Al comienzo todo es nuevo y todo es un proyecto entre dos. Con el transcurrir del tiempo, las rutinas de la vida misma y los hijos van generando una estabilidad mayor que a veces es sentida por un ‘aquí no pasa nada’”. La clave está en no alarmarse: no quiere decir que el amor se haya ido, en todo caso el amor se ha transformado en actos cotidianos más simples. El amor, es al fin y al cabo, un trabajo diario… y una elección de dos.
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