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sábado, 2 de febrero de 2013

Hombre maltratador + pareja sumisa = coctel para el desastre

Sábado, 2 de Febrero, 2013
En Colombia suelen escucharse frases por parte de ellas como: "yo me lo busqué" o "es que él se pone así con el trago", razones que intentan justificar y a la vez fomentan esta patología.
A pesar de que desde 1996 la violencia intrafamiliar es catalogada legalmente como un delito formal en nuestro país, lo cierto es que el fenómeno no ha menguado. Así lo indican las cifras que al respecto da a conocer el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses. Por citar un ejemplo, la cifra para el 2011 fue de 43.989 mujeres maltratadas.
Las razones para que el abuso continúe son varias. Aunque existe un diverso número de circunstancias que contribuyen a este fenómeno, la principal es que la mayoría de mujeres no denuncian el hecho (por temor a represalias, por imposición de la pareja, porque creen que “se merecen el castigo”, etcétera) y aunque otras sí lo hacen, sucede que la pena máxima por estos delitos no superaba antes los dos años. Y si el acusado era detenido y pagaba condena, podía obtener beneficios como reducción de la misma por buen comportamiento o trabajos sociales, pudiendo recuperar su libertad muy pronto, fuese para reincidir con su antigua pareja o para manifestar el mismo comportamiento con una nueva.
En julio del año anterior, el Gobierno y la Fiscalía General presentaron una propuesta para modificar los criterios del hecho y su condena, quedando la mínima en cuatro años y la máxima en ocho, con lo cual se espera que los números de casos disminuyan.

Así es el hombre abusador

Ante todo, hay que aclarar que el maltrato no se limita a agresiones físicas; las palabras también lastiman, y por ello se debe incluir en esta categoría a aquellos hombres que con amenazas, coacción, o insultos, mantienen sobre sus parejas una constante intimidación que las somete. De acuerdo con los analistas del tema, hay tres factores que contribuyen a que un hombre se convierta en un abusador:
1. La carga genética o de herencia. Se relaciona con el hecho de que el maltratador fue a su vez maltratado en su niñez o presenció esa conducta entre sus padres.
2. La historia de aprendizaje. Si el actual maltratador tuvo que soportar el bullying (matoneo) cuando era niño, y para protegerse tuvo que convertirse en alguien que a su vez intimidaba a otros física y sicológicamente, esto dejó claro en su cerebro que la solución de conflictos se da “a las malas”, y así lo siguió aplicando en su vida adulta.
3.  La ocurrencia de solución presente. Esta tiene que ver con un adulto que nunca ha experimentado comportamientos violentos pero, tras un evento que los suscita con su pareja, los incorpora en su conducta al ver que consiguió resultados y logró imponerse sobre ella.
Pero además debe tenerse en cuenta que el hombre maltratador se alimenta de la sumisión y conducta pasiva de su pareja para mantener  e incrementar su comportamiento.
Y en esto juega un enorme papel la carga cultural; no es casualidad que en países como Alemania haya “cero tolerancia” por parte de las mujeres hacia este fenómeno, en tanto que en Colombia suelen escucharse frases por parte de ellas como: “yo me lo busqué” o “es que él se pone así con el trago”, razones que intentan justificar y a la vez fomentan esta patología.
Otro factor a tener en cuenta es el llamado “machismo antropológico o histórico”, que se remonta a mucho tiempo atrás, en el que diversas culturas (con contadas excepciones) siempre condicionaron a la mujer a un nivel por debajo del hombre. No en vano, hoy día se sigue dando el caso de un hombre que devenga un sueldo determinado, mientras que a una mujer se le ofrece menos dinero por el mismo empleo.
Del mismo modo, el amor propio y el ego juegan un papel fundamental: difícilmente quien se valora mucho a sí mismo, toleraría abusos por partes de su pareja.

Síntomas maltratadores en un niño

Es posible detectar ciertos signos desde la infancia. Sobre todo, si se tienen en cuenta los patrones mencionados antes. En este caso deben intervenir los padres, o en su defecto, un adulto que sea testigo de maltrato entre ellos y/o contra el niño.
O bien, de alguna agresión que esté sufriendo o, por el contrario, otorgando en su colegio y que claramente ha afectado su comportamiento. Por ejemplo, suele resolverlo todo a los golpes o con gritos, tratando de imponer su voluntad sin respetar ninguna autoridad.
Conviene entonces hablar con el niño e intentar hacerle ver las otras maneras de solucionar los problemas. Pero en casos más extremos, es necesaria la intervención de un profesional, quien no solamente evaluará al pequeño sino también a sus padres. De nada valdrá ninguna terapia externa para el niño, si al llegar a casa sigue presenciando y sufriendo patrones agresivos de sus progenitores.
Es necesario recordar que los niños aprenden de dos maneras: por moldeamiento (dándoles pautas a seguir) y por modelamiento (que es cuando sencillamente, ellos siguen el patrón que ven en sus referentes cercanos).
Muchos padres celebran las primeras conquistas románticas de sus hijos y hasta les dan consejos -lo cual está bien-, pero lo que no suelen hacer es prepararlos para perder o para enfrentar un rechazo en estas lides. Y ese puede ser el inicio de un problema que se hará evidente cuando el futuro adulto se encuentre con una situación o actitud de su pareja que no le guste… y que resuelva manejar por el mal camino.

¿Puede evitarse el maltrato?

Aunque no hay garantía de nada en la vida, sí puede prestarse atención a un aspecto que no suele ser tenido en cuenta: al conocer a alguien que nos gusta, las hormonas suelen hacer su trabajo y nos dejamos deslumbrar muy fácilmente. Esto, sumado a que en principio todos tendemos a mostrarnos solo con nuestras virtudes, hace que sea imposible pensar que nuestra pareja es un potencial hombre o mujer maltratador(a).
Por lo mismo, es frecuente ver parejas que deciden casarse o vivir juntos cuando todavía no se han conocido a fondo, en tiempos tan rápidos como cuestión de semanas o meses. Es recomendable dejar pasar al menos un año de relación antes de dar el gran paso; en este lapso viviremos junto a nuestro compañero al menos una de cada ocasión especial o relevante en la vida de ambos (cumpleaños, Día del Padre, Día de la Madre, navidades, vacaciones y otras más).
En cada una de estas circunstancias podremos tener una mejor idea de cómo se comporta nuestro supuesto príncipe o princesa, tanto con nosotros como con su familia y amigos. Y esto nos dará una perspectiva más clara de cómo sería una hipotética vida junto a él o a ella.
De este modo habremos llevado con mesura todos los pasos necesarios, los cuales comprenden: a) desarrollar el gusto inicial, b) construir una amistad sincera y c) experimentar el amor verdadero, mucho más profundo de la atracción que hubo en un comienzo. Y es en este punto donde realmente podremos ver si compartimos los mismos planes de vida que tiene nuestro enamorado.
Pensemos en todo el esfuerzo y el trabajo que nos damos a la hora de tomar grandes decisiones, como comprar un carro o una casa; lo mismo debiéramos hacer con la escogencia de nuestro compañero de vida. Pero incluso, tras muchos años de noviazgo y “normalidad”, podría pasar que un hombre reaccione agresivamente contra su pareja, ante un evento específico.
Cada caso es diferente al resto, pero en lo que todos deben ser iguales es una cosa: jamás se debe tolerar ninguna forma de maltrato, sea a los tres años de relación o sea a los veinte.

¿Víctima de su pareja?

Lo primero que debe reconocer es que hay un problema y que no valen excusas como “estaba ebrio, así no es siempre” o “fue mi culpa, yo lo provoqué”. Ningún comportamiento amerita que su pareja le agreda.
El paso siguiente es buscar ayuda, sea de un familiar, un amigo o las autoridades competentes. Hay que tener en cuenta dos cosas: primera, mucha gente prefiere no meterse en peleas conyugales por miedo a una represalia o por simple indiferencia. Segunda, es común que la mujer no se atreva a dar el paso de denunciar a su pareja; si ella se decide a buscar ayuda, lo ideal sería apoyarla para evitar que se eche para atrás.
Si hay hijos de por medio, es aconsejable una conciliación junto a un sicólogo y a un trabajador social. Ellos escuchan el caso y dan pautas para encontrar soluciones, así como inician una terapia en la cual las prioridades serán la mujer víctima del maltrato y un apoyo interdisciplinario de tipo sicológico para los hijos, si los hay.
La terapia siempre es individual para cada uno de los involucrados y exige por lo menos un promedio de dos meses, en los que se evalúa la voluntad de cambio del agresor. (Valga la pena decir que esta suele ser más difícil de obtener entre más mayor sea el hombre).
Pero si no se logra llegar a acuerdos, o se reincide en el comportamiento, es posible poner una caución al agresor y una demanda judicial, con la cual él ya no se enfrenta a su pareja sino a un fiscal, así como se prepara a la mujer para encarar la separación.
En caso de eventual divorcio, no hay que temer a una nueva vida. Al menos es vida. ¿Lo era antes?
Por norma, la ayuda sicológica tiene como fin hacer que la relación de pareja prevalezca, cuando lo sucedido puede ser superado y los involucrados tienen un futuro prometedor juntos por el cual deberían luchar.
De no ser así, existe un plan B. Se procede a proporcionar las herramientas para que cada uno de los miembros de la pareja pueda seguir su vida, sin estar relacionados. Y así mismo, para que los hijos superen lo vivido de la mejor manera.

Ellos también sufren…

La violencia por parte de mujeres hacia sus parejas masculinas se da,  pero en una proporción mucho menor.
Y no suelen ser casos que se denuncien: principalmente por la vergüenza que sienten los hombres ante el hecho de ser víctimas de maltrato y peor todavía, perteneciendo a una cultura machista como sigue siendo la nuestra; muchos podrían pensar que es mejor ocultar el asunto para evitar las burlas de sus amigos o conocidos.
Las agresiones femeninas se dan en dos formas:
1. La física. Es muy poco usual, pero existe. En su gran mayoría se presenta en estratos bajos, o en circunstancias excepcionales en las que la mujer es “de mayores dimensiones” que su pareja, usando esto en su favor. También hay que sumarle el temperamento excesivamente pasivo del hombre de turno, e incluso un gran sentido del respeto hacia la mujer, pero mal encaminado por permitir el abuso.
2. La sicológica. La experiencia nos dice que hay dos clases. Primero, el maltrato por el dinero. Suele darse en estratos altos, donde un segmento de mujeres tiene empleos e ingresos que claramente superan a los de su compañero, y por ello ejercen una dominación permanente, en la que frecuentemente le sacan en cara esta disparidad a sus parejas.
Segundo, el maltrato por intelecto, que involucra una humillación de la mujer hacia su pareja, quien probablemente no tiene su mismo nivel académico o de logros profesionales.
El tratamiento para la variable en la cual el hombre es el maltratado, es idéntico al de su contraparte: al detectarse y asumir la existencia del abuso se debe buscar ayuda especializada y, dependiendo del caso, se recomendará que la pareja siga junta o emprenda una nueva vida sin estar relacionados.
http://www.eluniversal.com.co/especiales/nueva/hombre-maltratador-pareja-sumisa-coctel-para-el-desastre-107073

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