Por Francisco Pérez Abellán
Hace unos días se dio a conocer una condena de año y medio contra una señora por denuncia falsa de violencia de género. El marido, un farmacéutico decidido a llegar hasta el final, puso seis demandas seguidas. La severa pena debería desanimar a todos los que utilizan torticeramente la desgraciada ley que rompe la igualdad en España entre hombre y mujer.
No vale denunciar por violencia de género para salir favorecido en el reparto de bienes o quedarse con la custodia de los niños. Los hijos tienen derecho a tener un padre y una madre, y quien les hurte a uno de ellos lo pagará en su momento.
Algunos de los que toman todo esto a la ligera han empezado a pagar. El hombre que había sido falsamente acusado no solo tuvo que aguantar el acoso de la ley, sino que los amigos le volvieran la espalda. Celebró el cumpleaños de su pequeña y no acudió nadie, porque no hay quien quiera celebrar cumpleaños con maltratadores.
Pero resulta que el fiscal estaba equivocado y que no había pruebas para condenar al hombre. No las había porque no era culpable, así de simple. El hombre ya se ha resarcido del mal trago y, con buena voluntad, se muestra a favor de defender a las mujeres y contra los maltratadores. A él solo le preocupa que lo utilicen sin motivo.
Hay que devolver a su sitio los principios que hacen que la justicia lo sea, entre los que se cuentan éstos: en caso de duda, a favor del reo; todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario.
El varón es tan susceptible de caer en el delito como la hembra, y en disputas domésticas se ha demostrado hasta la saciedad que pueden darse sucesos de todo tipo. Hay que pedir a los fiscales que acusen con pruebas, que exijan relatos coherentes y no se dejen llevar por la militancia en una ideología fallida que trata de imputar al varón culpabilidad y media, cuando mujeres y hombres juegan en el mismo tapete a hacerse daño en los restos del naufragio.
El farmacéutico ha encontrado justicia, los que claman por las denuncias falsas de maltrato vuelven a tener razón, y quienes quieren condenar antes de juzgar quedan de nuevo al descubierto.
En España no hay más maltratadores que nunca, ni más separaciones traumáticas, ni más odio o desamor que en pasadas épocas. Sólo hay algo peor que antes, y es la irresponsabilidad y la ligereza al juzgar situaciones en que es preciso pedir indicios sólidos, pruebas que no se las salte un atleta. Pónganse a trabajar en la verdad y déjense de construir castillos en el aire. La política debe quedar fuera de los tribunales.
Es el momento de lamentar cuántas veces salen los varones esposados de las casas y ya medio condenados, por culpa de una ley oportunista que atenta contra el principio de igualdad.
Las mujeres que utilizan la ley con intenciones aviesas deben tener enfrente a los auténticos servidores de la justicia, que no están ahí para seguir juegos de intereses. Afortunadamente, la ley ha encontrado el camino de los funcionarios honestos que exigen los requisitos necesarios para poder distinguir el bien del mal.
http://findesemana.libertaddigital.com/a-por-la-falsa-violencia-de-genero-1276239367.html
Algunos de los que toman todo esto a la ligera han empezado a pagar. El hombre que había sido falsamente acusado no solo tuvo que aguantar el acoso de la ley, sino que los amigos le volvieran la espalda. Celebró el cumpleaños de su pequeña y no acudió nadie, porque no hay quien quiera celebrar cumpleaños con maltratadores.
Pero resulta que el fiscal estaba equivocado y que no había pruebas para condenar al hombre. No las había porque no era culpable, así de simple. El hombre ya se ha resarcido del mal trago y, con buena voluntad, se muestra a favor de defender a las mujeres y contra los maltratadores. A él solo le preocupa que lo utilicen sin motivo.
Hay que devolver a su sitio los principios que hacen que la justicia lo sea, entre los que se cuentan éstos: en caso de duda, a favor del reo; todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario.
El varón es tan susceptible de caer en el delito como la hembra, y en disputas domésticas se ha demostrado hasta la saciedad que pueden darse sucesos de todo tipo. Hay que pedir a los fiscales que acusen con pruebas, que exijan relatos coherentes y no se dejen llevar por la militancia en una ideología fallida que trata de imputar al varón culpabilidad y media, cuando mujeres y hombres juegan en el mismo tapete a hacerse daño en los restos del naufragio.
El farmacéutico ha encontrado justicia, los que claman por las denuncias falsas de maltrato vuelven a tener razón, y quienes quieren condenar antes de juzgar quedan de nuevo al descubierto.
En España no hay más maltratadores que nunca, ni más separaciones traumáticas, ni más odio o desamor que en pasadas épocas. Sólo hay algo peor que antes, y es la irresponsabilidad y la ligereza al juzgar situaciones en que es preciso pedir indicios sólidos, pruebas que no se las salte un atleta. Pónganse a trabajar en la verdad y déjense de construir castillos en el aire. La política debe quedar fuera de los tribunales.
Es el momento de lamentar cuántas veces salen los varones esposados de las casas y ya medio condenados, por culpa de una ley oportunista que atenta contra el principio de igualdad.
Las mujeres que utilizan la ley con intenciones aviesas deben tener enfrente a los auténticos servidores de la justicia, que no están ahí para seguir juegos de intereses. Afortunadamente, la ley ha encontrado el camino de los funcionarios honestos que exigen los requisitos necesarios para poder distinguir el bien del mal.
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