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jueves, 25 de julio de 2013

Las malas mujeres

Jueves, 25 de Julio, 2013
Ahora el silencio es femenino. Lo oigo en la derecha y en la izquierda. Algunos que dicen conocerme me toman como un machista de días alternos y un misógino empedernido. No seré yo quien les lleve la contraria. De toda la vida me ha dolido la cabeza cuando han empezado esos estúpidos debates sobre machismo y feminismo. No me importa demasiado eso de las clasificaciones, los eslóganes, las contorsiones esquemáticas de los paridores de clichés. Soy alguien contradictorio y confuso, confuso y claro como la noche eterna del ser humano, buscador de verdades y de mentiras, me sentiría lo mismo si hubiera nacido hombre o mujer. Eso pienso pero no puedo asegurarlo.
Pero este silencio es otro que se suma a este país en las llamas del aturdimiento. Las mujeres conservadoras callan como antes lo hicieron las progresistas avergonzadas por Leire Pajín y Bibiana Aido, iconos de un feminismo oportunista y anticuado, revestido de la agresividad absurda de los machos cuando salen a cazar. Me pregunto qué estarán haciendo las mujeres de esta nación. Supongo que pagando las hipotecas como todos, levantándose para trabajar para el gobierno cada día más temprano (como todos), atendiendo a cien mil detalles para sobrevivir en medio del caos que aumenta los decibelios.
El país ya es un hombre con pelo en pecho. La ministra Ana Mato dispara unas cuantas balas al corazón de las malas mujeres. Esto es importante: existen las mujeres buenas, las que van al cielo, cuidan a sus mariditos y a los niños, que no se fijan siquiera si llegan cualquier día con un jaguar a casa, que trabajan sin cesar de sol a sol, con una competitividad tal que ya la quisiera para sí un hombre; y luego existen las mujeres malas, las que proceden del lodazal o se tiran a él, las que en cualquier caso viven una vida peligrosa, en el límite de la aventura, porque no tienen la cabeza en su sitio. Ana Mato gobierna en contra de estas últimas, ha de quedar claro.
Las malas mujeres han de ser dirigidas por una suerte de Sección Femenina que dé ejemplo de cómo debe actuar la hembra moderna. Por ejemplo: las buenas mujeres tendrán derecho a una reproducción asistida completamente gratis. Las malas, no. A las malas, las que son lesbianas y promiscuas, dos palabras que suelen ir juntas en la boca de la gente paternal y de bien, se les elimina su parte femenina para dejarles en la piel de la pura animalidad. No son personas, son degeneradas y enfermas. No tienen derechos. Lo mismo con aquellas perversas que deciden vivir de manera independiente, solteras y sin compromiso, cuando en realidad son unas picaflor de mucho cuidado que se dedican a levantarle los hombres a las buenas mujeres en noches de alcohol y de vicio. Tampoco ellas verán el reino de los cielos, la reproducción asistida, salvo que lo paguen con su sucio dinero de rameras de la peor especie.
Las malas mujeres también tendrán su merecido castigo cuando sean objeto de violencia de género. Lo que sucede es que hay señoras que adornan demasiado las tortas que reciben. No es para tanto. Ya que no queda otra que admitir que el macho es más fuerte genéticamante que la hembra, lo que hay que discutir ahora es si el hombre, cuando está pasado de vueltas, cuando los celos le vuelven loco, cuando su ansia de dominio no es correspondida, pega somantas queriendo, adrede, o es víctima de la provocación de una arpía.
Aquí Ana Mato obtiene la ayuda del profeta progresista de la derecha Alberto Ruiz Gallardón, el cual pretende resolver el dilema suavizando las estadísticas de malos tratos. La idea es que aquella mala mujer que pase menos de 24 horas hospitalizada desaparezca del campo de visión, que no se presente en la estadística. ¿Es sólo una purga numérica o estamos ante algo más grave? Habrá determinados cabritos que aprendan a pegar de manera que el dolor y las huellas de ese dolor sean notorios en pocas horas. Y volverán a las andadas repetidamente, cada vez que lo estimen oportuno. Esa mujer brutalizada no aparecerá en la estadística. A todos los efectos es una mujer respetada y casi feliz. Sin embargo, su hombre la está exterminando poco a poco, acosándola, robándole la dignidad, condenándola a la invisibilidad. Otro argumento para los abogados de los machos: ¿cómo va a ser culpable este infeliz si ni siquiera la envió a la clínica un par de días?
Como el silencio es el dueño, las ideologías arcaicas avanzan. Lo entiendo. Los socialistas hundieron a la izquierda durante un buen insomnio. Gallardón, de nuevo, tiene un plan con la custodia compartida. Al margen de que los dos cónyuges estén de acuerdo con lo que van hacer con sus hijos, el juez podrá determinar si ese acuerdo es bueno o si, por el contrario, no lo es. Es decir: el juez es el que sabe del lío matrimonial, es el que sabe lo que le interesa a los vástagos aunque el padre sea un depravado o un irresponsable. Porque de eso se trata: de «igualar» los derechos de los hombres con los de las mujeres en un espinoso tema donde los machos se sienten atrapados y sin control cuando llega la hora de la separación. Las estadísticas dicen que solo uno de cada diez divorcios y separaciones sin acuerdo entre los padres se resuelven mediante la fórmula de la custodia compartida, y las estadísticas también dicen que en el 90% de los casos los niños interrogados prefieren quedarse con su madre. Gallardón y el Gobierno quieren cambiar España cambiando las estadísticas.
Debe ser que el ministro ha llegado a la conclusión de que camufladas en el pelotón de la igualdad femenina habita un buen número de malas mujeres a las que hay que separar del trigo, como las manzanas podridas, la mujer de Lot, la mujer replicante, las mujeres de serie negra, las mujeres que no son del César, las mujeres interinas y paso, de cuyo recuerdo no ha de quedar huella.
http://www.canarias7.es/articulo.cfm?id=307477

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