Carta de un padre exponiendo un razonamiento en donde los Juzgados de familia son una herramienta de la ideología de género para destrozar familias. Todos sabemos que desde que el asunto entra en el juzgado la situación se agrava aún más. Lejos de establecer medidas con conciten la llegada a acuerdos del padre y la madre en un conflicto ya existente en donde además hay niños dentro del mismo, el papel actual de los juzgados es el de resolver el proceso legal de forma que el enfrentamiento entre los padres de los menores se agrava de por vida.
Menores que ven como a partir de la sentencia del juzgado pasan a tener un padre de visitas, y sus vidas dependen de forma exclusiva de las decisiones de su madre, El padre pasa a ser un mero espectador cuya única obligación para con sus hijos es la de pagar y pagar mes tras mes de su vida una pensión de alimentos y los gatos de una vivienda familiar para ver como sus hijos se crían junto a los novios o nuevas parejas de la madre.
CARTA ABIERTA A LOS JUZGADOS DE FAMILIA
“La batalla final entre el Señor y el reino de Satanás será acerca del matrimonio y de la familia”, afirmó Sor Lucía, la vidente de Fátima en una larga carta enviada al Cardenal Carlo Caffarra, entonces Arzobispo de Bolonia (Italia), donde advirtió también sobre los ataques que afrontarán quienes defiendan estas dos instituciones naturales.
Señores Jueces y Funcionarios Judiciales:
Como ex funcionario judicial, nunca pensé verme en la obligación de escribirles esta carta.
Se suponía que la creación de los Juzgados de Familia, significaba un loable esfuerzo del Estado con el fin de preservar, reconstituir y amparar a la institución primaria –célula básica- de toda sociedad que pretende el progreso en paz, cuidando y protegiendo a los hijos que son el futuro de la comunidad.
No fue así, desde un principio. Por el contrario:
Todo fue establecido con un mentiroso objetivo absolutamente distinto: Los juzgados de familia (especialmente en Hispanoamérica), fueron creados como instrumentos letales y perversamente calculados, para destruir al matrimonio entre un hombre y una mujer; y a la familia, que se completa y le da sentido pleno, con el nacimiento de sus hijos.
Conscientes de este mal, ustedes se han prestado a convertirse en instrumento y principales de ese siniestro plan de sistemático ataque y destrucción que encarna la perversa Ideología de Género. De la forma más indigna, cruel y maligna imaginable.
Todo en ustedes, pero todo, es injusticia, iniquidad y arbitrariedad, llevada al máximo extremo. No hay error en eso, sino voluntad de hacer el mal. No les queda ni un resto de compasión o misericordia por los acuden a sus estrados. Nada. Todo lo han desechado para obtener la satisfacción de sus propias ambiciones personales, de codicia y la búsqueda incesante de la gloria personal.
En ese lamentable camino, han colaborado activamente en la destrucción de cientos de miles de matrimonios que –con la palabra prudente y docta oportuna- pudieron haber restaurado sus heridas y seguir adelante juntos.
Pero, peor aún –infinitamente peor-, han matado el alma de millones de niños, a los que –lejos de protegerlos, como es su obligación legal y moral- los han hecho partícipes del problema de sus padres, las dos personas a las que más quieren en este mundo.
Les han quitado toda esperanza y oportunidad de recibir el amor de sus progenitores; educándolos en el odio y el olvido, sacándoles uno de los cimientos necesarios para enfrentar este problemático mundo en tinieblas.
Y, además, creando y alentando una ‘guerra de familias’, les quitan todo contacto con sus abuelos, tíos y primos. Es decir, cual terroristas armados y participando de la misma ideología de muerte, su tarea principal es sumergir a la familia en las tinieblas más espantosa.
Los obligan a aceptar la convivencia con personas que ellos no han elegido, debiendo soportar la tremenda agresión moral y la impotencia de ver que el lugar de su padre en la cama matrimonial, lo ocupan otros hombres.
Han sido la causa primera de desesperación e impotencia, que han motivado hasta el suicidio de miles de hombres.
Han causado y siguen causando, millones de litros de lágrimas, pues no existe mayor pesadumbre que la impotencia ante la injusticia e iniquidad. Los niños, no son escuchados y sólo deben limitarse a sufrir y aguantar, la mayoría de las veces, sin entender lo que está pasando.
Han promocionado y alentado las denuncias falsas en contra de padres, para –sin darle la oportunidad de defenderse- ordenar la exclusión arbitraria del hogar conyugal- e impedirle el contacto con su progenitor.
Han promocionado la detención arbitraria y sin ninguna prueba de los hombres que han querido defenderse y reclamar por el derecho de sus hijos. Han llegado al extremo de pisotear las leyes y hasta las propias constituciones de los Estados, bajo el pretexto de ‘medidas cautelares’ insostenibles desde todo punto de vista.
Tarde nos hemos dado cuenta –lamentablemente- que conscientemente forman parte de un plan siniestro que ataca sistemáticamente al ser humano en su dimensión física y espiritual. Ya sabemos que sólo son designados en sus cargos, si aceptan colaborar con esa Ideología de Género; a cambio de lo cual, se le otorgan suculentos sueldos y muchos otros privilegios.
Se han cargado de culpas y pecados, obnubilados por las cosas de este mundo; por el favoritismo y la mentira. Su vida, en definitiva, es una gran mentira, que se nutre de la fantasía maligna que tienen un poder y un prestigio vano que en realidad no tienen. Buscan y encuentran el aplauso de quienes piensan como ustedes o más que ustedes, pensando que han alcanzado algún bien perdurable y eterno. Pero la muerte física, como a todos, los sorprenderá el día menos pensado; y deberán rendir cuentas de sus actos y de todo el mal que han causado, ante el Juez Supremo, que existe más allá de su negación e incredulidad.
A nosotros, que sí creemos en Dios, en su poder y en su Reino, fuente inalterable de la Justicia Perfecta; sólo nos resta orar por su perdón y conversión, ofreciendo todo el profundo dolor y desesperación que su resoluciones nos causan.
Autor: Luis F. Ferreyra Viramonte - Director
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