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http://www.perfil.com/ediciones/2012/5/edicion_677/contenidos/noticia_0055.htmlNada es sencillo cuando la realidad nos sacude el estereotipo. Lo habitual es ver que es el varón el que ataca a una mujer. Cuando se habla de violencia de género, en el imaginario social el que aparece como agresor es siempre el varón adulto y las víctimas son las mujeres y los niños. Las estadísticas policiales confirman este lugar común: en más del 90% de los casos denunciados los agresores son los hombres. Pero, ¿cuántos hombres se animan a denunciar que su mujer los golpea y/o los humilla hasta la destrucción psíquica? Muy pocos. Si un varón denuncia que es agredido por su mujer pierde el respeto de los pares. Se lo considera menos hombre. El hombre herido es la víctima perfecta: está condenado al silencio.
Según la investigación judicial, Matías Cuello murió, tras 22 días de agonía, como consecuencia de las quemaduras en más del 50% de su cuerpo que fueron producidas por el agua hirviendo que le habría arrojado su pareja, Florencia Trías, ahora detenida. Los familiares de Matías relataron el martirio que vivió desde que formalizó su pareja con Florencia. Según ellos, la joven de 19 años solía golpearlo casi con cualquier excusa: las pocas veces que lograron verlo (porque ella le había prohibido, incluso, relacionarse con sus antiguas amistades y familiares) se lo veía con moretones en todo el cuerpo y con los ojos morados por los golpes.
Después de décadas de lucha para que se tomara conciencia de la violencia intrafamiliar, se ha logrado que cada vez más mujeres denuncien si son agredidas. Incluso, se han creado unidades policiales especiales, que cuentan con personal idóneo.
¿Qué espacio existe hoy para contener al varón agredido? El estereotipo sigue instalado con la misma fuerza: los varones no pueden ser vistos como víctimas, hasta el punto de que, en caso de divorcio, todavía no logran obtener la tenencia de los hijos (salvo que puedan demostrar que la madre es un peligro para ellos).
Hace medio siglo que el feminismo logró poner en escena el debate sobre la sumisión de la mujer en una estructura claramente sexista. Es hora de que se comprenda que es esa misma estructura la que está haciendo del varón una víctima callada. Llegó el momento de que los hombres se pongan los pantalones.
*Escritor y crítico cultural.
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