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martes, 9 de julio de 2013

Susan Sarandon reniega de llamarse a sí misma ‘feminista’

Martes, 9 de Julio, 2013
Masivas abjuraciones del feminismo entre las 'celebrities'
Lady Gaga: "No soy feminista. Me gustan los hombres. Adoro a los hombres. Me encanta el hombre estadounidense y la cerveza y los bares y los coches potentes". Björk: "Si digo que soy feminista me quedaría sola". Beyoncé: "[Feminismo] es una palabra que puede ser muy radical. Sí creo en la igualdad, pero estoy felizmente casada. Amo a mi marido. Soy una feminista de hoy en día". Antes muertas que sencillas, pero sobre todo, antes muertas que feministas, ellas, que han sido iconos del hembrismo. La última en renegar del negocio feminista ha sido nada menos que Susan Sarandon, una de las fijas de la internacional feminazi y, de hecho, una de las cuatro involuntarias fundadoras del término 'feminazi'. El desconcierto entre el hembrismo es de tales dimensiones que muchas de las aguerridas mujeras de pelo en pecho han comenzado a sacar la artillería pesada. Sí, han comenzado a desplegar a las mujeres barbudas. Literalmente.

Lo peor es lo pesadas que son. Hay una una estrategia confrontadora y hay una estrategia de agotar al dominador falócrata mediante el agotamiento mental. La triste y abandonada Brunete Progre de Este País saca sus monstruos con ínfulas de transgresión. Aparece una que muestra orgullosa su pelambrera, acorralada ya por la lamentable constatación que con ella o sin ella tanto da. Al fondo, sus altavoces para su piji-Iphone y sus cojines en el suelo hippy-años setenta. Oh, la mezcla del progresismo posmoderno y premoderno. Cubriendo sus partes pudendas de presumible inspiración afro, una minifaldita de marca, según dicen. Una cosa es no depilarse, y otra muy distinta no mostrar muslo y pechuga.
Pero ella se siente libre con sus matojos en los perniles que exhibe con desafiante sobaconerría. "Aún no sé si este año volveré a sucumbir a la presión, si volveré a depilarme. Aún no lo he decidido, pero soy muy consciente de que si finalmente lo hago, será por los demás, y que eso me aleja de mí misma". Pretende que nos interese. Sí, agotan por lo tontas que son, las pobres.
Susan Sarandon se puede permitir cualquier cosa menos pasar por tonta. Es una intelectual, una mujer comprometida. Ergo, va depilada y bien maquillada. En la infinita tragedia de estas diosas feministas, las hijas les han salido antifeministas. Las diosas se debaten entre renegar del feminismo peludo y renegar de sus hijas. Susan Sarandon, fija del feminismo y del Hollywood progresista de Beverly Hills, activista antimasculina hasta el completo ridículo, ahora recula, presionada por la mueca de desprecio de su propia hija. Oh, Virgen Santa... ¡Y apostata en el Guardian!
"¿Se llamaría feminista usted a sí misma?", cuestiona la compañera periodista. El comienzo de la respuesta ya no augura nada bueno, una escurrida de bulto en toda la regla. "Me veo a mí misma como una humanista porque creo que es menos alienante para la gente que considera al feminismo como un montón de estridentes locas y porque una quiere que todo el mundo tenga un salario igual e iguales derechos, educación y asistencia sanitaria".
Y continúa la anteriormente conocida como una de las estridentes locas de las que ahora se desmarca: "[Feminismo] es una palabra un poco anticuada. Se utiliza más para minimizarte. Mi hija, que tiene 28 años, ni tan siquiera se identifica con la palabra 'feminista'. Definitivamente, ella tiene el control de su cuerpo y de sus decisiones". Aparentemente, no es una plasta que pretende que al mundo le interesa si se depila o no. Es una mujer liberada. Liberada del feminismo.
En efecto, parece que Eva Amurri, la atribulada hija de la feminista Susan Sarandon, reniega de ser tratada como una niña o como una minusválida mental. Hasta la caridad cristiana se ha contaminado de esa "minusvaloración" de la que apostata la hija de la feminista. Mensajeros de la Paz organiza un festival para "ayudar a los más necesitados", a "los niños, los mayores y las mujeres", a aquellos que no pueden valerse por sí mismos, los niños por demasiado pequeños, los mayores por demasiado viejos, y las mujeres por demasiado... por demasiado ¿qué?
El desconcierto se ha extendido por doquier. "¿¿¿Cómo??? ¡¡¡Susan Sarandon no se llama feminista a sí misma!!!". ¡¡¡Por el santo cardado de Hillary Clinton y el resto de feministas influyentes (la ahora renegada Lady Gaga entre ellas)!!!.
Ellen Page, bien maquillada, bien peinada y bien aniñada para consumo de la turbia audiencia masculina, se pregunta: "¿Por qué hay personas tan renuentes a decir que son feministas'?". Bajo la propia responsabilidad del lector, el que la quiera soportar en el Guardian con sus discursos y su empanada mental, que la aguante. En las películas que la hacen rica da menos charlas y aparece mucho más equívoca.




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