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miércoles, 2 de octubre de 2013

Chileno falsamente condenado por violación cuenta cómo rehizo su vida y recuperó a su hija

Miércoles, 2 de Octubre, 2013
“No tenían pruebas para acusarme, sólo la declaración de la mamá de mi hija… hasta el día de hoy me pregunto por qué lo hicieron”, afirma con pesar Rodrigo Saavedra Conus (39), quien en 2007 fue acusado de violar a su hija cuando ella tenía 9 años y condenado a 15 años de prisión.
Por ese delito, que a juicio del 29 Juzgado del Crimen se encontraba acreditado, el colectivero debió pasar cuatro años recluido en la ex Penitenciaría de Santiago hasta que en 2011 la joven, al cumplir su mayoría de edad, confesó voluntariamente que el abuso había sido un invento.
Su caso vuelve a la memoria esta semana, luego que el suspendido ejecutivo del Banco Central, Enrique Orellana, fuera absuelto de los cargos de violación y abuso sexual en contra de sus tres hijas, tras un tercer juicio oral.
“Cuando supe que había sido declarado culpable, me quería enterrar porque no podía defenderme, nadie me escuchaba, yo no era nadie”, cuenta Rodrigo Saavedra a Emol a dos años de que recuperara su libertad y retomara la dañada relación con su hija.
Sobreviviendo entre criminales reincidentes
Sus primeros meses en la ex Penitenciaría los vivió en el módulo destinado a los internos peligrosos y reincidentes, conocida como la calle 14, donde tuvo que inventar que era un ladrón de autos para evitar el temido “castigo” de los presos a los abusadores sexuales.
Fue a parar allí, según dice, “por un error de Gendarmería” que luego fue revertido cuando lo trasladaron hasta la calle Uno, donde permanecen los reos primerizos.
Recuerda que en esos años se refugió en la religión y que fue fundamental el apoyo que recibió de parte de la novia que tenía en ese momento y luego de su actual pareja, Paulina, con quien vive en Los Ángeles junto a la hija de ambos, de siete años.
“Ellas siempre creyeron en mí”, dice, enfatizando que todo el calvario que vivió fue producto de los celos de su primera mujer, con quien se casó a los 17 años.
“Con ella (Romina Arratia) vivíamos en una casita interior en Santiago con nuestros dos hijos hasta que ella tomó sus cosas, a los niños, y se fue, me dejó. Al tiempo quiso volver, pero yo había rehecho mi vida”, agrega.
Cuenta además que durante los casi ocho años que estuvieron juntos ella “fue una persona muy celosa” y que en varias ocasiones lo golpeó.
“El daño que ella me hizo es irreparable. Pasé cuatro años en la cárcel y además, quedamos llenos de deudas”, lamenta, añadiendo que después de enfrentar los cargos en su contra supo que la hermana de su ex mujer habría tratado de inculparlo con “papeles fraudulentos porque ella trabajaba en el Hospital de Carabineros”.
Reencuentro con su hija
Durante los últimos días de julio de 2011, cuando su hija cumplió los 18 años, decidió decir la verdad y en una declaración ante notario reveló que había mentido. Según su testimonio, lo habría hecho porque su padre tenía una nueva pareja y ella estaba celosa. La Corte Suprema entonces decretó la absolución e inmediata libertad de Saavedra.
“Mi hija no me fue a ver nunca a la cárcel, sólo lo hizo cuando confesó que nunca la había violado”, relata el afectado.
El psicólogo que la trató concluyó que la joven había enfrentado un síndrome de alienación parental, que sufren niños que son obligados a tomar partido y proteger a uno de sus progenitores en conflictos familiares severos.
Tras ese duro episodio, ambos se reencontraron e incluso vivieron juntos durante un año en la Octava Región. “Ni ella ni su hermano se llevan bien con su mamá, y hasta ahora, viven con sus abuelos en Santiago”, cuenta.
Y señala que a pesar de estar lejos, hablan seguido por teléfono y que incluso este año pasaron las vacaciones junto a él y su mujer en el Laja.
Sobre su hija asegura que no la culpa de nada porque “fue manipulada desde el principio por su madre, su tía y su abuela”.
Y frente al caso de Enrique Orellana reflexiona: “Él debe tener fuerza, creer en Dios, tener fe y no mirar nunca para atrás y tirar para arriba”.
Por último, sostiene que “las madres sí pueden inducir a sus hijas, pero no importa lo que pase o lo que digan, los niños siempre van a buscar a su papá para aclarar las cosas”.
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