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martes, 4 de marzo de 2014

El 'Síndrome del emperador' o el niño tirano

Martes, 4 de Marzo, 2014
Enlaces:
- Calatayud pide un pacto por el menor, un término medio entre derechos y deberes
- Javier Urra: “El alcohol, los divorcios mal llevados y la falta de compasión, problemas actuales de la infancia"
- El tirano de la casa
José Carlos Fuertes
Médico psiquiatra

Ya saben ustedes que los médicos, y sobre todo los psiquiatras, somos muy dados a crear 'síndromes', es decir y para entendernos, enfermedades nuevas con sus síntomas y signos que las identifican y delimitan. El 'síndrome del emperador', también conocido como el del niño tirano, no es un problema nuevo, lo nuevo es la importancia que a veces se le da desde ciertos medios de comunicación.
Esta alteración de la conducta agruparía, aunque con diferentes denominaciones, un fenómeno cada vez más común: el de los niños que dominan y manejan dictatorialmente a sus padres. En los casos más extremos, estos jovencitos llegan incluso al maltrato en toda su extensión.
Cuando analizamos los diferentes casos, vemos que el denominador común de todos ellos es el convencimiento enfermizo que tienen estos menores de obtener todo lo que deseen y que los que están a su alrededor son sus sirvientes. Estos niños y adolescentes presentan una baja tolerancia a la frustración, al desengaño, al aburrimiento, o la negación de lo que son sus deseos. Si no obtienen aquello que quieren, lo manifiestan con rabietas, ataques de ira, insultos y violencia. Tienen pocas habilidades para solucionar sus problemas o para afrontar experiencias negativas al creerse con derecho a todo y a ser el centro del mundo.
Buscan habitualmente justificaciones de sus conductas culpabilizando a los demás de lo que hacen ellos, esperando que sean siempre los otros quienes les solucionen siempre sus problemas. No pueden, o no quieren, reconocer que su forma de actuar afecta negativamente a su entorno, siendo incapaces de ponerse en lugar de los demás. Son exigentes hasta el extremo, y una vez que han conseguido lo que desean, pronto vuelven a mostrar su insatisfacción y a querer más privilegios y más cosas.
No suelen sentir remordimientos por sus comportamientos, discuten habitualmente las normas y/o los castigos con sus padres, a quienes consideran siempre injustos o malos. Pero claro, comportarse y actuar de esta forma les compensa, ya que ante el sentimiento de culpa que provocan en su entorno, éste suele ceder, y así una vez tras otra, consiguen más prerrogativas.
Exigen atención, no sólo de sus padres, sino de todos los que les rodean. Lo malo es que cuanta más se les da, más reclaman y quieren, son insaciables. Les cuesta adaptarse especialmente en la escuela, porque no responden bien a las estructuras sociales establecidas, ni a las figuras de autoridad. Se sienten habitualmente tristes, enfadados, ansiosos y su autoestima es baja.
Ante este tipo de niños, la sociedad normalmente tiende a culpabilizar a los padres al considerarlos demasiado permisivos y protectores con sus hijos. También se considera al ambiente consumista que hemos creado, un factor de capital importancia en la aparición de esta sintomatología, dada el estímulo que existe en conseguir el éxito fácil y rápido. Por último, no se debe olvidar la importancia de la vulnerabilidad genética, lo que nos explicaría por qué dentro de la misma familia, y en las mismas condiciones ambientales, sólo se ve afectado un miembro.
Sin duda, los padres hiperprotectores y permisivos que claudican ante los caprichos de sus hijos porque creen que así “no sufren”, son un elemento capital de este 'síndrome'. Si además existe una discrepancia educativa entre ambos progenitores, el problema se agranda. Por ello, aunque estas discrepancias existan, los padres deben intentar unificar sus criterios y mantener una actitud educativa firme y semejante ante los hijos, que evite las discrepancias entre ambos en la imposición de normas.
También es un factor a tener presente los cambios actuales en la estructura familiar, sobre todo debidos a los divorcios y las nuevas parejas, situaciones en las que, por un lado, los hijos únicos aumentan y en las que, además, cada vez se tienen hijos en edades más tardías, o incluso procedentes de adopción. En este contexto es muy fácil que un niño se convierta en un “bien precioso” cuyos deseos siempre hay que satisfacer, un ser que no puede sufrir ni conocer disciplina alguna. Los padres acaban por rendirse con tal de lograr paz. Y el niño mimado pasa a ser el rey de la casa, de ahí a niño tirano, y por último, si la agresividad persiste, se trasforman en adolescentes de maltratadores de sus padres.
En síntesis, cuando un niño impone de manera sistemática su voluntad o tiene rabietas en lugares públicos; cuando siempre se sale con la suya y toda la familia gira en torno a él; cuando los padres se ven obligados a dejarles hacer lo que quieren y campar a sus anchas, estamos presos de su chantaje emocional y fomentando claramente este tipo de comportamientos tiránicos y autoritarios.
La frustración es un sentimiento normal y saludable durante el desarrollo infantil. El niño necesita, desde su más tierna infancia, rutinas, reglas y límites claros sobre lo que puede y no puede hacer. Educar no es fácil, y debe implicar ciertas dosis de contrariedad, para equilibrar el amor. El problema se presentará cuando no haya reacción por parte de los padres, quienes, en su afán de buscar una excusa a todo, no se atreven a imponer límites.
¿Recuerdan el sabio y viejo aforismo que dice: "Quien bien te quiere, llorar te hará"?. Pues no tengan duda, todavía estamos a tiempo de dar un giro de timón, sortear la tormenta y conseguir una travesía mucho más satisfactoria para todos.
http://www.lavozlibre.com/noticias/blog_opiniones/39/883637/el-sindrome-del-emperador-o-el-nino-tirano/1

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