Un artículo en donde de fondo observamos el intentó de transmitir -como sin querer- que la custodia compartida desestabiliza. Pero sin poder evitar el artículo al mismo tiempo plasma las grandes ventajas que representa la custodia compartida para aquellas personas que tanto se oponen a ella: las madres.
Y es que su oposición no es más que fruto de dos vertientes, una la del dinero, pues al no tener la custodia compartida la guarda y custodia materna se impondrá a la madre, y a cambio de ocuparse de los cuidados y atenciones de los hijos a diario, ésta va a percibir lo que es un salario por ello, además del uso gratuito de la vivienda familiar. La otra, es el poder que al mismo tiempo representa la guarda y custodia monoparental, y es que una ruptura lleva tras de sí conflicto -sino no nos separamos-, y en muchas ocasiones, sin mirar qué conviene incluso más a nuestros intereses, nos fijamos más en que quiere la otra parte que yo pueda evitar que éste tenga. Y no es ni más ni menos los hijos. Para quien, dude -que lo habrá-, extrapolemos ésto mismo con los perros o las mascotas, los cuales ya disponen de más derechos que los menores.
Sin lugar a dudas, la custodia compartida representa para los progenitores, no sólo la seguridad de cuidar y proteger a sus hijos, sino un tiempo muy preciado, que entre otras cosas proporciona no sólo una apertura para el mundo laboral, sino además un espacio de libertad para las relaciones personales. Si bien la justicia es cierto que cuando impone la custodia a la madre (en la mayor de casos), parece que el tiempo que impone y limita a los hijos para ver y relacionarse con su padre, es más bien un tiempo de descanso para la madre, pues en los periodos de vacaciones aplican -como norma- la custodia compartida, repartiendo por mitades estos periodos.
Artículo fuente escrito por María Folguera:
Es lunes de custodia compartida y cada semana toca la reacomodación a una dependencia diferente. Cuando inicio semana sin niña afronto mi dependencia a la acción, la sociabilidad, la medida de un tiempo –más o menos– propio. Tengo que lidiar con la ambición de los planes contradictorios: "Esta semana, como no tengo a la niña, dormiré mucho, pero también saldré; voy a trabajar más horas, pasearé por la ciudad, y por supuesto también iré al campo; voy a dedicarme a la familia –esa que estaba antes de que me hija llegara– y veré obras de teatro, exposiciones y conferencias. Y no me voy a presionar a mí misma, me lo tomaré con mucha calma, pero sin dejar de aprovechar el tiempo en todo momento".
Mientras tanto, consulto las fotos de la niña, susurro su nombre por la noche y aspiro el olor de su habitación vacía, sin dejar de deleitarme en el silencio sosegado que reina en la casa. Lo que yo decía: incoherencia.
El lunes siguiente hay que desprenderse de esta libertad errática y adherirse de nuevo a la dependencia mutua. La recojo –ella me ve, exclama un alegre "¡Mamá!", me pone al día, "Peppa Pig Coche Casa", yo siembro de besos su cabeza y su nariz y sus ojitos–, y con la otra mano tecleo en busca de auxilio. "¿Dónde estáis?". "¿Qué hacéis?". A medida que pasen los días será todo más fácil, pero el lunes la sensación es abrupta.
Fuente:
He tenido una hija, pero no aguanto ni una tarde de parque
http://www.eldiario.es/nidos/Lunes-custodia-compartida-aburrimiento_0_717428624.html
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