«No vas a volver a ver a tus dos hijos» (Madrid, ayer). «Si me dejas
olvídate de los niños» (La Coruña, octubre de 2010). «Asómate y mira»
(Tenerife, julio 2012). Son frases de padres, voces de maltratadores de
género que amenazaron primero y mataron después a los hijos para seguir
haciendo daño a las madres. Y lo hicieron aprovechando su tiempo con
ellos, tirando de la custodia compartida o exclusiva, del régimen de
visitas (como José Bretón en octubre de 2011 en Córdoba) o secuestrando
(como Jonathan Moya en diciembre de 2012 en Huelva).
Un repaso a los casos ocurridos en España desde 2008 muestra que más
de la mitad de los agresores machistas que asesinaron a sus hijos lo
hicieron no estando su ex mujer presente y aprovechando sus periodos
concedidos o pactados de visita. Además, la mayoría de los menores
asesinados no lo fueron durante la agresión a la madre, lo que descarta
el acto impulsivo y señala directamente al daño planeado.
De los 27 críos que desde 2008 han sido asesinados sin que se
produjera también el crimen de su madre, 15 murieron sin estar la mujer
presente. Otras veces, ellos fallecieron y la madre no. O perdieron la
vida mientras el padre homicida prácticamente invitaba a la madre a la
escena, como el lunes en Madrid.
«El objetivo es dominar a la mujer. No matan a los hijos porque se
llevan mal con ella, no es una incompatibilidad de caracteres, como
canta Sabina. Dañan como dominación.Los hijos son instrumentos para
mantener el control. Le hacen daño a ella a través de ellos». Habla el
forense Miguel Lorente, experto en maltrato machista antes de ser
delegado del Gobierno socialista contra la Violencia de Género. «No
matan a los niños por ser niños, los matan porque hay una madre
alrededor. El homicidio es parte de la violencia contra la mujer».
Lorente ha estudiado la agresión a menores como agresión a sus madres.
«El Código Civil dice que quien esté incurso en violencia de género no
accederá a custodia compartida. En noviembre de 2011 propusimos que si
dice eso con la compartida, menos aún con la individual. No tuvimos
tiempo. Perdimos las elecciones». La tesis es que «un maltratador
siempre es un mal padre». Por eso apuesta por no dar visitas: «Es una
prevención para recuperar a los menores de la violencia sufrida y evitar
que el hombre siga ejerciendo violencia sobre la mujer».
Cuando a su sucesora en el cargo y en el color del Gobierno, Blanca
Hernández, que habla de «violencia de crueldad sublimada», se le
pregunta por el dato de que en 2013 los jueces suspendieron a
maltratadores las visitas en un 3% de los casos, le sale este adjetivo:
«Muy bajo». «No me gustan los automatismos, pero si el padre es
maltratador, el juez debe tenerlo en cuenta en las medidas civiles. Lo
estamos hablando con el Ministerio de Justicia».
Le hubiera servido a una niña de seis años el 2 de abril de 2013 en
Málaga. Diego G. había sido condenado por violencia machista en
diciembre de 2012, pero su prisión estaba suspendida y no tenía medidas
de alejamiento de su hija. Tanto que gozaba de visitas. En una de ellas,
la mató.
De los siete casos de asesinato de menores en 2013, cuatro ocurrieron
sin presencia física de la madre. De los cuatro de 2012, tres. De los
cuatro de 2011, otros tres. De los seis de 2010, también tres. De los
seis de 2008, dos. Visitas y violencia machista, ese régimen de muerte.
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