LA TRASTIENDA ISABEL SAN SEBASTIÁN

CUANDO EL REY Salomón ordenó demediar al bebé cuya maternidad se disputaban dos mujeres, lo hizo confiando en que el amor de la madre verdadera salvara a la criatura de tan espantoso fin. Y así ocurrió, según cuenta el Libro. Ahora el Parlamento de Aragón emula al monarca bíblico con su decisión de otorgar a ambos cónyuges la custodia compartida de los hijos en caso de desavenencia, ignorando el pequeño detalle de que ninguno de los dos cederá sus derechos por el bien de los pequeños. Es decir, que pese a no tener la menor culpa, serán los niños quienes acabarán partidos por la mitad, con la vida en una maleta, condenados a repartirse al 50% entre papá y mamá. ¡Sabia decisión donde las haya, sí señor!
Dos personas incapaces de ponerse de acuerdo sobre lo que es mejor para sus hijos, y dispuestas a utilizarles como munición en la batalla de un divorcio, revelan un grado de egoísmo e inmadurez que debería incapacitarles para procrear. Una vez que el daño está hecho, sin embargo, dejar en sus manos la suerte de esos seres indefensos denota un grado de irresponsabilidad incomprensible, que deja en muy mal lugar al legislador.
En el mejor de los casos, hoy por hoy prácticamente inédito, esas víctimas inocentes de la estulticia adulta se quedarán en su casa (subrayo el su) y serán sus padres quienes irán y vendrán cada semana, mes o semestre, según el arreglo que estipulen. Incluso entonces, dando por hecho que no tengan que sufrir el trauma de cambiar de colegio ni de amigos en el vecindario, sufrirán probablemente la ducha escocesa de una educación contradictoria, en la que papá dirá sí donde mamá dice no, y viceversa, por no mencionar las descalificaciones que cada cual hará del otro, con las consecuencias que cabe imaginar en términos de desorientación. Luego nos quejaremos de estas generaciones que no respetan a nadie ni comprenden lo que significa autoridad…
Si, como es más previsible que suceda, la custodia compartida se desarrolla en términos similares a los actuales, serán los hijos quienes vagarán de un hogar a otro con la mochila a cuestas, privados del derecho a unas raíces estables. Claro que los menores no votan. ¿A quién le importa lo que sufran? Los padres, las madres, los abuelos beneficiados por esa medida son electores en potencia. Sus hijos o nietos, no.
Me decía un abogado de prestigio que en breve se firmarán contratos prematrimoniales referidos a los descendientes similares a los que regulan el reparto de los bienes. Tal vez tenga razón. Puesto que los hijos son tratados como propiedades, éste para ti y éste para mí, o medio para cada uno.
¡Qué pena!
EL CORREO CATALÁN ARCADI ESPADA
http://www.elmundo.es/2010/05/22/opinion/