por J A Padron
Miércoles, 9 de Junio de 2010
Suelo ir todos los días, y fiestas de guardar, a comprar el periódico, el pan y el vicio del cigarrillo. ¡Qué le vamos a hacer! Y el otro día me trancó en el suceso una enviada gubernamental o similar: “¡Oiga, ¿qué hace usted fumando en la vía pública? ¿No comprende que no tengo más remedio que multarlo, o en su defecto cortarle los cataplines?” Y entonces me acojoné, claro, porque la amenaza me venía de una mujer, española por más señas, que ya sabemos todos que están todas superprotegidas y beneficiadas de discriminación positiva/negativa porque sí… Porque así lo han decretado los que mandan. De forma que no la pude mandar a la mierda. En absoluto. Porque en tal caso me hubieran detenido y encarcelado por violencia de género, número y porque sí. ¡Faltaría más! O sea que me quedé sin fumar.
Después resultó que el pan que me vendieron estaba excesivamente crudo para mi gusto; y naturalmente protesté ante la panadera: “Oiga, señorita, este pan está muy crudo, de lo más crudo que me he echado en cara en los últimos lustros; y le ruego por favor que me lo cambie por otro más cocido”. ¡Consio, para qué fue eso! Porque la panadera me tildó de machista recalcitrante y de retrógrado. Y encima me mandó al caraxo de propina. Así que me tuve que aguantar con el pan crudo por la cosa de la discriminación positiva.
Cuando llegué a casa con mis viandas matutinas, mi hija la menor me exigió que le firmara una autorización para su profesora… Según la cual un servidor se hacía responsable absolutamente de los desperfectos que le podrían suceder durante una excursión escolar a un curso de masturbación desde una perspectiva feminista. Y naturalmente le dije que llamara a la ministra de Igualdad, la Bibiana Aído, para que le facilitara tal documento, ya que también le ha permitido abortar con 16 añitos de nada sin ni siquiera consultar a su madre, alias progenitora B, ni al que esto escribe, alias progenitor A. Y naturalmente mi hija me tildó de machista desconsiderado. ¡Faltaría más! Lo que pasa es que su madre, o sea mi señora, le dijo lo mismo que yo; y entonces la niña la tachó de traidora a la causa marxista-feminista. ¡Hay que joderse!
A eso de las once treinta me acerqué a la oficina del paro, que ahora no le llaman así para despistar, para comunicarles que continuaba parado… Y entonces la señorita al cargo me espetó: “Vale, usted está en paro desde ni se sabe ni se sabrá: ¿pero ayuda usted en su casa a poner la mesa o la lavadora…?” Y entonces le tuve que decir la absoluta verdad, que es que en mi casa hago todo lo habido y por haber, e incluso más, porque en eso me comprometí con mi señora, a la cual adoro hasta el infinito y más allá, en el momento del casorio. Resultando que la señorita me informó que, dadas las circunstancias, yo no estaba en paro en absoluto y que me fuera a freír espárragos.
Pero luego pasó que la señora que estaba detrás de mí en la cola se encontraba en las mismas circunstancias que un servidor. Y la misma señorita del paro que me mandó al carajo, le dijo a ella que eso no se podía tolerar en absoluto, y que inmediatamente la iban a contratar para no sé qué. Para lo que fuera. Porque no había derecho a que ninguna mujer estuviera en paro en esta España posmoderna y dos piedras, y que para eso se había inventado la igualdad asimétrica, la discriminación positiva/negativa, y estaba omnipresente el ministerio de Igualdad de la Bibiana Aído. Y entonces me puse a llorar desconsoladamente… Momento que aprovecharon las “vigilantas” de seguridad de la oficina del Paro, todas ellas marxistas-feministas, para echarme a la calle con dos patas en el culo. O sea: ¡Socorro!
http://www.loquepasaentenerife.com/blog/japadron/20-01-2010/perdnporserhombre
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