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jueves, 1 de diciembre de 2011

¿Hasta que la muerte nos separe?

Martes, 29 de Noviembre, 2011
Hace unos años conocí a Carmen y Alejandro, un matrimonio más o menos avenido a pesar de que Alejandro era abiertamente infiel a su mujer, decía que él necesitaba vidilla en su rutina, y ella lo sobrellevaba con una elegancia bastante particular alegando que la palabra divorcio le daba mucha pereza. Tal cual.
Así que, durante un tiempo, me puse a pensar en todo lo que una persona es capaz de aguantar o sobrellevar por no romper una pareja, y preguntando y leyendo y navegando en internet y averiguando, descubrí por un lado que, desde siempre y también ahora, a los hombres les cuesta mucho decidirse a romper una pareja, divorciarse o separarse y quedarse solos, razón por la cual parece ser que también son los que enseguida encuentran una segunda oportunidad.
Pero con las mujeres en general ha habido ciertos cambios de comportamiento, por denominarlo de algún modo, porque aunque siguen siendo reacias a romper un lazo sentimental arraigado, esto solo sucede en un plazo un poco más largo que en las últimas décadas del pasado siglo, en los años posteriores a la aprobación de la ley del divorcio en España. No quiero decir con esto que las mujeres tirasen de la manta fácilmente en otra época cuando por fin fueron libres para solicitar el divorcio, pero creo que a día de hoy son un poco más prudentes. Y lo creo así por varias razones, será que las mayores de treinta años aún fueron educadas creyendo en el amor para siempre y en la frase tan terrible que titula este artículo.
Será que otras muchas crecieron con padres divorciados de primera generación y saben de buena tinta lo que eso conllevó para unas madres que de repente estaban solas y no eran bien vistas por una sociedad aún arcaica y machista. O será que casi todas deseamos tener una vida estable, nos resulta rara la chica que pretende vivir para siempre en una monogamia consecutiva, es decir, una pareja detrás de otra, porque emocionalmente solemos estar programadas para formar un hogar, para tener descendencia y permitir y procurar su evolución, y por ese mismo dato, una vez roto el núcleo familiar primitivo, somos también las más negadas a formar una nueva familia después de una separación o divorcio.
Sea por una de esas razones o por todas a la vez, cuando tenemos pareja, somos las que llevamos la iniciativa en temas como terapias o autoayuda para dos, buscar en internet los artículos y las recetas más peregrinas para recuperar el atractivo perdido tras los años o el desgaste emocional, y también somos las que nos dejamos arrastrar por amigas a la sex-shop más cercana o ya incluso a las farmacias más vanguardistas que van llenando sus estanterías con productos dirigidos a un público femenino adulto que desea mantener la vida sexual en la intimidad de su dormitorio.
Al margen de que la situación económica que nos azota es inversamente proporcional al mantenimiento de dos hogares: el roto y el organizado deprisa y corriendo tras la separación, porque muy pocas personas pueden permitirse el lujo de pasar una pensión alimenticia por uno o dos hijos mientras viven en otro domicilio.
Eso, sin mencionar que hoy en día nos importa poco el qué dirán, ya sea por tener más cuernos que un alce o por ser divorciado o separada, y sin tener en cuenta que prácticamente todo el mundo cuenta con un divorcio o separación en su entorno más próximo, porque ya no es como antes que los abuelos vivían juntos hasta el final, ni siquiera los padres porque muchos se divorcian tras la jubilación porque se dan cuenta de que no se soportan mutuamente las veinticuatro horas del día juntos, en un momento en que, incluso, ya los padres luchan como leones por la obtención de la custodia compartida de sus hijos y que las leyes poco a poco dejan de ser restos cansinos y alcanforados del pasado siglo, resulta que hoy día muchas más parejas que antes sostienen su relación contra viento y marea y sobre todo muchas más mujeres están dispuestas a usar garras y dientes para agotar hasta la última posibilidad antes de una separación o divorcio, venga de la mano de un psicólogo, un gel frío-calor, escapadas de fin de semana al sur o de permitir una relación paralela que mantenga la pasión en, al menos uno de los miembros de la pareja.
http://www.diariodeavisos.com/2011/11/26/actualidad/%C2%BFhasta-que-la-muerte-nos-separe

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