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lunes, 9 de septiembre de 2013

El Instituto...del Hombre

Lunes, 9 de Septiembre, 2013
Escrito por Paula Ballesteros Santos
Con asombro e indignación compruebo cómo desde la aprobación de la Ley de Violencia de Género y la creación de sus juzgados, un sector de la población está totalmente convencido de la necesidad  de su vigencia, transformando así a la población femenina de este país en ciudadanos de segunda, incapaces de conocer sus derechos de igualdad, recogidos en la Constitución.
La otra mitad sucumbe a los beneficios que oferta, convertirse en una mujer maltratada pasando por el juzgado y presentando una denuncia para la que no es necesario aportar pruebas como en cualquier otra denuncia. Con declararse maltratada, se asegura una ayuda de 400 euros, la pensión, la casa y los hijos que representan una renta económica por dos razones: el padre, ese ser tan despiadado carente de sentimientos y por razones genéticas maltratador, cubre como puede las necesidades de sus hijos, aunque él tenga que ser acogido por sus padres o vivir en la calle. La segunda razón es porque un juez sentencia que esta medida es la más justa.
Se condena a un inocente que ha pasado por el calabozo, por una denuncia. Se condena a la familia del padre y se priva de sus derechos a los hijos de  tener la figura paterna en sus vidas.
Sin embargo la ley anticonstitucional, no logra que las verdaderas víctimas -las hay, muchas, no nos cansaremos de denunciarlo también- tengan medios sociales para huir de un hogar que es un infierno y en muchos casos su tumba. ¿Por qué? Convendría preguntarse ante la ineficacia de dicha ley. Porque esta ley y los miles de euros en subvenciones que se dedican a la erradicación de la violencia,  son el mantenimiento de una máquina, "la Ideología de Género". Asociaciones feministas, conferencias, lavados  de cerebro de mujeres cuya capacidad para diferenciar la infelicidad del maltrato es campo de cultivo, para que pasen a engrosar las filas de las maltratadas. 
Se creó el Ministerio de Igualdad, pero limitando esa igualdad al sexo femenino. Campañas televisivas bombardean con el número del maltrato que no deja huellas en la factura telefónica. El Instituto de la Mujer y sus filiales en todo el territorio, cuestan un pastón. Dinero que no llega a las verdaderas necesitadas. Que son muchas.
Los juzgados de familia hacen cualquier labor de protección a la necesitada y condenan al hombre merecedor de ella. La policía sería receptora de la denuncia y traslado de una posible víctima hasta un lugar seguro, en muchos casos, la familia de ésta. La denuncia se comprobaría y resultaría condenado el violento. Sin embargo el tinglado montado con el negocio del dolor, resultaría tan inútil como lo es ahora, pero públicamente.
Los hombres y muchas mujeres, se rebelan contra la dictadura de género. La violación sistemática de la presunción de inocencia, ha provocado reacciones en jueces, opinión pública y alarma en el resto de Europa, que mira con preocupación el número de denuncias y el escaso número con sentencia condenatoria. Las cuentas no cuadran, lo mires por donde lo mires. Es vergonzoso que se utilicen las muertas como justificación de un negocio que además de costar económicamente el precio en dignidad de quienes la sufren,  es proporcional a la falta de moral de quienes la defienden.
El número de denuncias es un albarán de pedido para la franquicia del mal trato y no se resta de la cantidad concedida, el número de denuncias archivadas por el juez.
Los hombres, sin ministerio, instituto o siquiera teléfono al que consultar, han elaborado un manual de primeras medidas, ante un ataque por sorpresa de la denuncia por maltrato.
Tienen todo el derecho, el Instituto de la Mujer pone a disposición de quienes quieran acceder a ellas pistas, para que las mujeres que no son felices, se reconozcan como maltratadas. Dejémonos de complejos, la víctima de maltrato (hombre, que los hay, o mujer, que es lo habitual) necesita algo más que panfletos y conferencias. Necesita a la familia y su apoyo, la colaboración de los vecinos, la comprensión más allá de lo que su autoestima deja ver al damnificado.
O somos iguales en derechos y responsabilidades o esto no llegará nunca a ser una sociedad libre y sana. Somos iliotas convertidos en esclavos sin rango social por el monumento al miedo de los Lacedemonios, en Esparta.

No hay mejor defensa posible de la maltratada que denunciar los excesos que se hacen en su nombre. Es agotador tener que explicar a los necios que este blog no va de disculpar a los salvajes ni de negar la existencia del maltrato, sino de señalar las formidables lagunas, excesos y abusos que se cometen en nombre de una causa noble. El delito, por definición, es individual: criminalizar a todo un género y acabar con sus garantías jurídicas es, simplemente, inconstitucional. Les dejo de nuevo el enlace al documento que explica cómo reaccionar ante una denuncia falsa: ojalá no lo necesiten nunca. Pueden descargárselo pinchando AQUÍ.
http://www.eldigitaldemadrid.es/opinion/sos-hombre/item/7630-el-institutodel-hombre

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