Miércoles, 28 de Octubre, 2015
Artículo de Txema Olleta, miembre de Ahige Euskadi, una asociación que se posiciona al lado de los valores y principios que defiende el feminismo.
La custodia compartida no se impone, ni es la pretensión su imposición, le pretensión con la cual choca el feminismo, no es otra que la romper esa tendencia sistemática de los jueces de colocar a los hijos bajo el poder de la madre, y convertir a la figura paterna en un mero visitante más en sus vidas.
Alegar como inconveniente el que los menores se cambien de domicilio o mantengan una doble educación está ya muy visto. Los menores tienen dos figuras de referencia en su vida, su padre y su madre, y ambos mantienen la obligación de sus cuidados, lo que se traduce en un derecho hacía los menores. Si en la sociedad de hoy las mujeres aún se dedican más a las labores de la casa es porque ellas mismas son las primeras que asumen dichos trabajos, y prefieren renunciar a un crecimiento laboral a cambio de trabajar más en casa y que sea el marido quien dedica más tiempo al trabajo en vez a la casa. Lo que sí que está muy mal visto, es que después se use esta decisión de ambos, para perjudicar al padre en el proceso de divorcio alegando que no se ocupaba de sus hijos porque se dedicaba más a trabajar. Los varones se han ocupado de sus hijos siempre, de hecho, han sido siempre la figura de referencia hacía sus hijos.
Si hay algo que no es justo en las separaciones y divorcios es que se permita eximir a una de las dos figuras principales en la vida del menor del cumplimiento de lo que es la principal responsabilidad y ocupación en la vida de su adulto, el cuidado de sus hijos. Si el padre o la madre quiere renunciar al cuidado de estas obligaciones deberían los jueces de actuar en el beneficio del menor, y obligar al padre o a la madre a ejercer sus obligaciones, que representan los derechos de sus hijos.
Fuente:
http://www.naiz.eus/es/actualidad/noticia/20151027/custodias-compartidas-o-cuidados-compartidos
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