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viernes, 31 de agosto de 2012

Carta a los hijos del paro

Viernes, 31 de Agosto, 2012
20 de marzo de 2012
Todo lo que no sé sobre una realidad que ha llevado a que os hayamos dejado un futuro con muchos nubarrones
ÁNGEL LUIS CAMPO Ya sois mayores de edad, ya podéis votar, ya podéis tomar vuestras decisiones (pues habéis dejado de estar sometidos a la patria potestad de vuestros progenitores), muchos habéis acabado vuestros estudios universitarios o de Formación Profesional; habláis varios idiomas (gracias a las clases particulares o a viajes al extranjero que os han podido pagar), tenéis vuestros másteres o formación adicional y, de repente, os encontráis con que no hay trabajo para vosotros. Y si lo hay, es en jornadas que superan con creces las 40 horas semanales, con unos sueldos irrisorios que no os permiten independizaros y de carácter temporal, inestable y que en muchos casos no va a dar derecho al paro. Por lo tanto, tenéis que seguir viviendo con papá y mamá, en su casa, con sus horarios, sus normas, con sus limitaciones de espacio y de su paga.
También alguno de vosotros, que habíais tenido la suerte de haberos incorporado al mercado laboral, hace unos pocos años, cuando la cosa estaba mejor, y habíais iniciado una vida de casado o en pareja, en vuestra casa; os encontráis que, si surge una crisis en la convivencia, que os hace dar el paso de divorciaros o dejar de convivir en pareja, no podéis hacer frente a la nueva situación, pues esos salarios iniciales se han visto reducidos, o vuestra jornada laboral se ha visto reducida, o, lo que es peor, habéis perdido el trabajo y cobráis un subsidio de desempleo que apenas llega a 400 euros al mes o, peor aún, no tenéis derecho al paro o al subsidio y tenéis que volver a vivir con papá y mamá.
Por qué ha pasado esto, no lo sé. Pero lo que está claro es que nuestra generación no ha sabido administrar y gestionar las riquezas, los recursos y los derechos laborales (que tanto habían costado conseguir: jornadas laborales decentes, salarios dignos, etcétera) que nos habían dejado vuestros abuelos. Por todo ello, entiendo que lo mínimo que podemos y debemos hacer es pediros perdón. Perdón, por lo mal que lo hemos hecho y la «mie...» de futuro que os estamos dejando, donde vais a tener más obligaciones y menos derechos.
Pero no os preocupéis, pues parece ser que al menos podéis seguir estudiando y formándoos. Ha llegado Bolonia, tenéis grado, posgrado, máster, cursos de expertos (siempre y cuando papá y mamá puedan seguir pagándolo o tengáis la suerte de conseguir una beca); pues, pese a que hay que hacer muchos recortes para compensar el famoso déficit público, las tasas académicas siguen subiendo en un porcentaje muy lejano al que suben los salarios. Algunos ya ni siquiera salario, otros cobran un mínimo vital de subsistencia que no supera los 500 euros al mes, otros estamos cobrando el mismo salario que cobrábamos en 2004 y, pese a ello, dicen que aún nos tienen que rebajar más el sueldo.
No obstante, no os preocupéis, pues si las cosas siguen igual, vosotros sabéis para qué vale tener un expediente académico de sobresaliente o matrícula de honor, premio extraordinario fin de carrera y experiencia laboral. Sí, para eso, para engrosar el paro en las mismas condiciones del que no ha estudiado o el que ha tardado en sacar el título universitario diez años en una carrera que debía durar cuatro o cinco años. Os preguntaréis por qué, pues no lo sé.
Os preguntaréis también cómo es que si el déficit del Estado y las comunidades autónomas es tan alto, que no pueden destinar el dinero suficiente para crear puestos de trabajo, se siga destinando dinero público a financiar en parte a los sindicatos (que no representan a todos los trabajadores e, incluso, algunos, por razón de su profesión, no se pueden sindicar), en vez de que se financien con las cuotas de sus asociados y con los ingresos propios que ellos mismos puedan generar. Pues no lo sé.
Os preguntaréis cómo, si la cosa está tan mal, se sigue financiando, en parte, con dinero público a los partidos políticos, en vez de que se financien, exclusivamente, con las cuotas de sus afiliados y los ingresos que ellos puedan generar. Pues no lo sé.
Os preguntaréis quién y cómo se fija y controla el gasto del Congreso, del Senado, de los parlamentos autonómicos. Pues no lo sé.
Os podéis preguntar cómo tantas sociedades anónimas deportivas pueden pagar esos salarios millonarios a sus deportistas y tener importantes deudas con la Seguridad Social o Hacienda, que, como es evidente, aumenta el déficit público y, por lo tanto, al final tenemos que pagar entre todos nosotros. Pues no lo sé. Como tampoco sé por qué esas prerrogativas no se tienen con la pequeña empresa o los autónomos, muchos de los cuales se han visto obligados a cerrar y engrosar el paro por deudas infinitamente más pequeñas que las de esas sociedades anónimas.
Os podéis preguntar cómo es que la Administración pública tarda tanto en pagar a los empresarios y los autónomos por los trabajos que han hecho para ella; lo que los ha obligado a cerrar y engrosar el paro, impidiendo con ello que puedan ofreceros buenos puestos de trabajo. Pues no lo sé.
Podéis preguntaros cómo es que las televisiones públicas, estatales, autonómicas y locales, pueden tener tanto déficit o vivir en un alto porcentaje de subvenciones públicas, cuando no hay dinero para generar trabajo para vosotros. Pues no lo sé.
Podéis preguntaros por qué la mayoría de las obras públicas se adjudica por un coste de «x» y al final siempre tienen un sobre coste de «x» más «y» por ciento. Pues no lo sé.
Podéis preguntaros cómo es que las entidades de crédito han recibido tanto dinero público para sanear sus cuentas, y ello no ha revertido en más créditos, que a su vez hubieran movido el mercado laboral y el consumo, facilitando con ello que se generase más trabajo o al menos no se destruyese el que existía. Pues no lo sé. Tampoco sé por qué ese dinero público, en vez de ir directamente a las entidades de crédito, no pasó primero por las familias más necesitadas, lo que hubiera permitido: a) liquidar sus deudas, generar más consumo y en muchos casos respetar su derecho a una vivienda digna, b) que los bancos, al saldar estas familias sus deudas, tuvieran menos pasivo o morosidad, y c) que los bancos no tuvieran ese stock de inmuebles, que no saben qué hacer con ello, salvo competencia... a las agencias inmobiliarias.
Por todo ello, vuelvo a insistir que sólo podemos pediros perdón; daros las gracias por haber cumplido con nuestras exigencias de que estudiaseis, os formaseis e intentaseis buscar un trabajo adecuado para poder independizaros e iniciar en solitario o en pareja vuestra nueva vida, como hicimos nosotros; y pediros, asimismo, que, al contrario que hicimos nosotros, seáis capaces de dar a nuestros nietos una vida y un futuro mejor que el que os hemos dejado a vosotros.
http://www.lne.es/opinion/2012/03/20/carta-hijos-paro/1216555.html

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