Esta es la continuación del relato de una mujer que es consciente de como la gran cantidad de denuncias falsas que se interponen dan lugar a que los jueces después valores con mucha cautela otros casos:
Bien, voy a contar la segunda parte de mi historia.
Mi caso de agresión sexual por sumisión química no prosperó en los tribunales porque son tantas las denuncias falsas de violaciones que los jueces (jueza en mi caso) ya ni se molestan en tratar de distinguir los casos verdaderos de los falsos y dan carpetazo. Como me dijo una jueza del Tribunal Supremo: "Lo cómodo en estos casos es archivar".
Pero claro, yo he contado que mi caso se archivó tras dos largos años de lucha. ¿Qué ocurrió en estos dos años? El primer año conté con el apoyo de los Mossos y el respaldo de una investigación que no dejaba ni el más mínimo resquicio a la duda. Cierto es que en el hospital Clínic de Barcelona cometieron una serie de negligencias inaceptables que denuncié en Antena 3 y gracias a esta denuncia se implantó el protocolo del que ya he hablado. Ahora se buscan drogas en sangre y orina que en mi caso no se buscaron, por eso nunca tuve un positivo en escopolamina o benzodiacepinas que habría ayudado a mi causa. Tenía un informe de dos párrafos del Clinic que no decía nada sobre drogas (aunque sí incluía foto de mi desgarro vaginal, que a la jueza le resultó poco revelador ya que me dijo que no tenía nada de particular desgarrarse manteniendo relaciones sexuales consentidas -hombre, si ella era frígida seguro que podía pasarle, pero hasta la fecha jamás me habían desgarrado así, y ni a día de hoy incluso habiendo tenido un bebé-). No conforme con el informe de risa del Clinic, acudí al Dr. Rivadulla del centro de toxicología forense de la universidad de Santiago de Compostela, la mayor eminencia que hay en España en el tema, le presenté mi caso, aporté lo que tenía y él realizó un informe pericial impecable. También presenté informes periciales psicológicos, etc, etc, etc. Bueno, los presentó mi SEGUNDO abogado, ya que mi primer abogado estaba más entretenido en otros asuntos, y aquí retomo la historia.
Tras la violación, cualquiera puede imaginarse mi estado anímico, me dejé aconsejar por una compañera que le hizo llegar mi caso al que según ella era "el mejor penalista del país", porque había defendido con éxito al asesino de Nagore Laffage en Pamplona y pertenecía a una conocida y reconocida saga de abogados de esa ciudad. No investigué más acerca de él y me abandoné en sus manos (profesionalmente hablando). Dejé mi caso en sus manos mientras yo caía en una espiral de fármacos, terapias infructuosas, vida desordenada, terror, autolesiones, depresión, estrés postraumático y todas las lindezas que te acompañan durante los años posteriores a una agresión como esa. Mi abogado, muy espabilado y con ninguna gana de trabajar, empezó a mandarme whatsapps cuando consideró (erróneamente) que existía ya la suficiente confianza entre nosotros. Eso sí, su primer whatsapp inoportuno fue "así como por error" y en él le ofrecía a una tal Ana un masaje relajante. Le saqué de su error y le dije que me lo había enviado a mí. Se excusó diciendo que su "amiga" y yo estábamos seguidas en la agenda, pero ni corto ni perezoso lo que hizo fue, ya de paso, ofrecerme a mí el "masaje relajante". Educadamente lo rechacé. Él insistió diciendo que lo que yo necesitaba era que él me diese masajes relajantes, y que cuando fuese a Pamplona para vernos me lo podía dar. No quise parecer una paranoica por lo de la violación y lo rechacé tratando de no darle mayor importancia. Cuando por fin tuve que acudir a Pamplona (donde descubrí que tenía totalmente abandonado mi caso) él no quiso recibirme en su despacho, sino en mi habitación de hotel, donde visionaríamos el vídeo de la violación y ya de paso me podía dar el dichoso masaje. Lógicamente lo rechacé y acudí a su despacho donde comprobé que ni se había leído las diligencias de los Mossos. Cuando regresé a Madrid, ya muy cabreada y entendiendo que no eran imaginaciones mías (al tío sólo le interesaba lo que le interesaba y mucho), le escribí instándole a que trabajase de una vez en mi caso. A partir de ahí y tras comprobar que yo no tenía ningún interés sexual en él, desapareció, se dedicaba a darme largas, etc. mientras yo trabajaba con los Mossos y los peritos sin ayuda por su parte.
Cuando la jueza ya amenazó con archivar mi caso, asesorada por los Mossos acudí a uno de los mejores abogados que he tenido (Fuster Fabra) y trató de salvar mi caso aunque ya la jueza estaba decidida a archivar, y así lo hizo a pesar de que entregamos a tiempo todos los informes periciales que el de Pamplona tenía olvidados sobre la mesa de su despacho.
Se archivó mi caso y acudí a los medios, y se me ocurrió llamarlo "violador en potencia" en una conversación por Twitter con el periodista Alfonso Egea. Al parecer al abogado en cuestión debían de interesarle mis tweets y al enterarse de que lo había llamado "violador en potencia" me denunció, sí: ÉL A MÍ.
Yo me negué a pactar: me pedía 8000€ por daño al honor (¡¡¿qué honor?!!). Yo dije que nada de pactos, además me prohibía contar en prensa y televisión lo que me había hecho. Decidí ir a juicio en su ciudad, en su terreno, donde tenía la batalla perdida de antemano, pero cuánto disfruté sacando a la luz en su juzgado todos los mensajes asquerosos que me había mandado durante meses. La fiscal no quería rebajarme la condena ni un euro porque (como dijo en pleno juicio) se trataba de un abogado de su comunidad (¡y al parecer por eso debía tener privilegios!). El juez, más "sensato", me condenó a pagarle 2000€, que después y tras apelar a una instancia superior me los rebajaron a 1000€ "por el carácter inapropiado de los mensajes del letrado hacia la cliente" (reza la sentencia). Así que gustosamente le pagué esos 1000€ bien empleados si eso sirvió para destapar ante sus compañeros jueces y abogados, su mujer, sus hijas, etc. al ser depravado que es aprovechándose de la situación de inferioridad psicológica en la que me encontraba en ese momento (él sabía perfectamente que había incluso intentado suicidarme en el año siguiente a la violación y sobrevivía a base de orfidales, etc.).
¿Y eso no es violencia? Que un abogado se aproveche de su cliente violada y hundida para intentar acostase con ella durante meses y meses, ¿no es denunciable? ¿o es que si tienes poder al final la que paga es la víctima? Eso sí: denuncias sin pruebas a un pobre hombre y acto seguido lo meten en el calabozo (nos suena a todos, ¿verdad?); pero denuncias a un hijo de papá de la alta sociedad pamplonica y esposo de una mujer con no menos influencia en las altas esferas de la ciudad por su cargo político, y la condenada eres tú.
¡Así es la vida!
- Primera parte de la historia de Adrina
- La droga de las violaciones
Fuente:
Adriana S.D.
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