Son muchos los menores que tienen que guardar silencio, esconder sus sentimientos, vivir en sus propias casas día a día bajo un conflicto de lealtades ante el temor de reproches o continuos enfados por parte de la persona que se encarga de su cuidado.
No solo son las madres quienes llaman traidores a los hijos. También existen casos de padres que siendo abandonados por sus hijos, reprochan a éstos dicha actitud, pues consideran que deberían entender bajo su convicción personal que su madre es algo así como una especie de bruja, con la cual deben cuando menos reprochar ciertas conductas.
El odio, el rencor u otros sentimientos, no son exclusivos de la mujer, pero ella si dispone de muchos más medios para manipular a los menores de forma que ellos mismo expresen el rechazo hacía cualquier forma de contacto con su figura paterna.
Los menores viven un día a día que destruye su autoestima, pues por fuera presentan una cara, y por dentro viven un infierno. Para ellos tanto su padre como su madre son únicos, y aunque tenga por madre una puta, o por padre al más cabrón del mundo, son suyos, si éstos le quieren, para él sin duda serán lo más importante.
La justicia es la primera responsable en no castigar con dureza y firmeza la manipulación parental, pues permite que muchos menores no solo vivan alejados de su padre, sino que convivan con ese infierno interior.
Fuente:
Rebeca Ruiz Chacon
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