UN AÑO HISTÓRICO. Conchi Cotos en 1981, el año en que se aprobó la ley, cuando con 27 años se convirtió en la primera mujer divorciada de Galicia
20/02/2011
Cuando la vida de Conchi Cotos tenía que parecerse a la de una mujer cualquiera de treinta años, ella no había conocido a nadie con una situación como la suya. Llevaba años divorciada, y todavía no se atrevía a decírselo a la gente. Entonces descubrió la existencia de la Asociación de Mujeres Divorciadas.
«Pasé muchas fases en mi vida, aquella fue la feminista», explica Conchi. Lo que recuerda más nítidamente de estos años en esa asociación es la forma en que ellas creían que eran las únicas perjudicadas de la sociedad. «Me encantaba mi papel de sufridora. En ese momento me avergonzaba del divorcio, pero lo que me avergonzará toda la vida es haberme creído ese papel de víctima», explica Conchi.
Tuvo que conocer la asociación Familias Divorciadas para redescubrir por segunda vez el mundo. «Para mí los hombres eran demonios, pero vi con mis propios ojos que ellos también sufrían en estos procesos y que merecían ayuda. No era una cuestión de género». Con los años, dejó todos los grupos: «Aporté mi granito de arena, pero ahora lo que quiero es ser feliz».
Las personas que se divorcian hoy en día lo tienen mucho más fácil que Conchi hace treinta años. Sin embargo, ella asegura que hay una cosa en la que no se ha avanzado nada: el divorcio continúa siendo un trauma para las familias. «Si hay hijos, la relación entre los padres debe ser buena. No es justificable usar a los niños como forma de castigar a quien no te quiere o a quien has dejado de querer», explica Conchi.
A su hijo, este primer divorcio gallego lo marcó. «Le inspiró mi historia, que también es la suya, y estudió derecho. Quería que las complejidades de la ley no impidiesen a la gente ser feliz», cuenta Conchi. Cuando cumplió los 18 llevaba doce años sin ver a su padre, pero hubo un intento de recuperar la relación y no fue posible. «Se vieron una vez, pero habían pasado muchos años, muchas cosas...», cuenta ahora.
SU VIDA AHORA
Conchi ya es otra persona y asegura no reconocerse en la joven insegura que se había divorciado tres décadas antes. Lleva doce años con una persona a la que llama marido aunque no les une ningún papel: «Se vive muy bien en pareja, es bonito llegar a casa y tener con quién hablar, pero sin contratos que te vayan a impedir ser feliz si un día no quieres seguir viviendo así». Pero a pesar del paso del tiempo, no cree en el matrimonio. «¿Cuánto es el porcentaje de amor y cuánto de negocio?», se pregunta ella.
Ahora que se cumplen 30 años de la ley, el panorama es completamente diferente. En el 2005 se aprobó el divorcio exprés y, desde entonces, finalizar el matrimonio de mutuo acuerdo es cuestión de unas semanas y cuesta 350 euros entre los dos cónyuges, un coste muy alejado del millón de pesetas que se gastó la primera mujer divorciada en un año donde los salarios rondaban las 30.000 pesetas.
Pero ¿y si la ley no se hubiese aprobado? Conchi lo tiene claro: «Si no hubiese existido el divorcio o la separación, me habría ido a por tabaco y no hubiese vuelto nunca. Nunca habría sido feliz con él, ni él conmigo. No era culpa de nadie, simplemente fue un error y no hay motivos que justifiquen mantenerte al lado de alguien con quien estás muerta en vida».
Por M.F.
http://www.lavozdegalicia.es/galicia/2011/02/20/0003_201102SX20P4991.htm
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