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martes, 31 de mayo de 2011

El Síndrome de Hearst

Martes, 31 de Mayo, 2011
SEGUNDO PEÑA PEÑA/CRONISTA DE MOTATÁN
       Justo el síndrome opuesto al síndrome de Estocolmo
En mi edad de adolescente fui testigo de la odisea vivida por un compañero de estudios que fue víctima constante del grupo de condiscípulos, bajo el atosigamiento de burlas, arrebatones de sus pertenencias y hasta de golpes. Al principio, el agraviado se mostraba corajudo y se defendía, pero a medida que el ultraje continuaba a manera de acoso, su sentido de preservación y autoestima, fue decayendo hasta asumir una actitud pasiva y terminó convirtiéndose en el hazmerreír de todos. Ya en mi edad de adulto mayor me tocó asistir a un seminario, junto a Luis Rivero y Víctor Rodríguez en la Universidad de los Trabajadores de la América Latina (UTAL) de San Antonio de Los Altos, donde escuché hablar por primera vez del Síndrome de Hearst; que no es otra cosa que el desarrollo de sentimientos de simpatía y adhesión de la víctima por su verdugo. Esta morbosa manifestación toma su nombre de Patricia Hearst, hija de William Hearst, millonario heredero de una cadena de medios de comunicación en Estados Unidos, la cual fue secuestrada en el año 1974 por un grupo guerrillero que la mantuvo encerrada en un closet durante varios meses, además de violarla sexualmente e involucrarla en el asalto a un Banco. A pesar de las penurias vividas, Patricia Hearst se enamoró de uno de sus captores y convivió con él, se negó a ser rescatada y no quiso testificar en contra de ellos. Los psicoanalistas de ahora, denominan a esta aberración mental como "el fenómeno de la identificación psicológica de la víctima con el abusador poderoso", quien parece hacerle un "lavado de cerebro" para crearle una relación de agradecimiento a pesar de estarle causando daño. De igual manera, se le denomina síndrome de Estocolmo (que no enfermedad de Estocolmo que es materia de economía) por un caso sucedido en esa ciudad sueca y también se le asocia con el síndrome de alienación parental, sufrido por los niños de parejas divorciadas, cuyo conflicto es trasladado a los infantes cuando uno de los cónyuges se vale de éstos para desvalorizar al otro. Esto contribuye a anular la personalidad del niño, quien en el futuro tenderá a ser dependiente psicológico de otros.
En nuestra sociedad trujillana, ya se siente una modorra colectiva, semejante al síndrome de Hearst, ya que la pérdida de la identidad y del sentido de pertenencia es un hecho irrefutable. Sobrevivimos acosados por el hampa y sin embargo no la denunciamos, bien sea por temor o porque nos toca convivir con ella al ser nuestros avecindados y ello crea una relación de afecto; nos hemos acostumbrado a los constantes apagones eléctricos y a la suspensión reiterada del servicio de agua, no obstante nos quedamos callados debido a que nuestros "pataleos" pueden molestar a un amigo o un político influyente; callamos nuestras verdades porque decirlas equivale a recibir discriminaciones de diferente tipo y con esto, estamos matando los espacios de disidencia, el debate público, las voces críticas, los mecanismos de presión social y a la final, un vergonzoso efecto inhibidor cundirá en nuestras personalidades.
Lamentablemente ya estamos transitando dentro de una sociedad de cómplices y de castrados de conciencia.
http://www.diarioeltiempo.com.ve/V3_Secciones/index.php?id=107912011&_Proc=Desp

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