Publicado el 25.05.2011 11:15
Por Jonathan Humpierres (Juan Diego)
Me arde el recuerdo, pero aun así agradezco al universo, que en la distancia imprudente, vives; se que en lo más profundo de tu alma, llevas mi nombre grabado.amo hija!
En estos últimos meses he procurado mantenerme en un espacio de reflexión, que me permita comprender y asimilar acontecimientos íntimos, que sugieran en algún instante el “para qué” de tan duro desafío. No procuro en ninguno de mis escritos asumir posturas que defiendan un interés propio y personal, por dos razones fundamentales. La primera es que no emprendo luchas sobre estructuras de mártires desvalidos, sino con la fe de dar la cara y asumir el compromiso; y la segunda es que ejerzo la misión de la comunicación con la finalidad de fomentar cambios o por lo menos alertas de atención, para intentar hacer del trayecto un pasaje más humano para el colectivo.
Quién hoy plasma la tinta en estás líneas, les escribe desde su corazón y su experiencia, pero con la angustia severa de vivir en carne propia un fenómeno que ya no puede pasar inadvertido. Quizás vivimos aterrorizados bajo un sinfín de pandemias que arropan nuestra propia existencia; hablamos del cáncer, del Sida y de múltiples patologías físicas que sacuden a millones de seres humanos. Pero existen otras más silenciosas que pasan por debajo de la mesa, muchas de ellas están relacionadas con la psique, que a mi entender es el universo generador de todo lo concerniente a los patrones de nuestra propia existencia. Quiero subrayar que las patologías psiquiátricas son igual o más graves que las enfermedades físicas, si es que acaso no guardan una estrecha relación.
El ser humano, que ejerce su acción de vivir en el marco de una sociedad, es agente responsable del mundo en que vivimos, cada una de nuestras conductas, genera consecuencias en el entorno en el que nos desenvolvemos, es por eso que individuos con proceso psíquicos heridos, sólo podrán generar espacios infértiles, transformándose en contribuyentes activos para la formación de una sociedad profundamente enferma.
Estas siglas, que escribo a continuación, quizás sean completamente desconocidas para muchos: SAP, Síndrome de alienación parental. Este fenómeno que no es una bandera ideológica, sino un patología cierta, se ha convertido en un tumor silente de la psique de millones de niños en el mundo, la convivencia familiar pareciera una suerte utópica que literalmente se rompe a pedazos en nuestras narices. Vemos miles de divorcios traumáticos, rupturas violentas que amputan a familias enteras y niños que crecerán con la óptica, de que la venganza es una regla válida para el manejo de su vida.
Después de muchos meses de estudio acerca de esta patología, me atrevo a asegurar que las víctimas de este maltrato emocional generado por la manipulación sistemática de algunos de los padres cuando se revelan situaciones de divorcios traumáticos, son los niños. Ellos nuestros pequeños amados, se convertirán en aliados incondicionales de algún extremo alienador, convirtiéndose en armas letales que no sólo apuntarán a las destrucción del padre alienado, sino que irremediablemente gestarán en sí mismo su propia desgracia, convirtiéndose en adultos incapaces de establecer vínculos afectivos, y vivirán bajo la instrucción de la revancha como tutela de su vida, apostando a hacer de la sociedad un cultivo perverso, de altos niveles de conflictividad emocional.
Lo más grave aún es que este fenómeno encuentra aliados en mercaderes judiciales que separan a los hijos mediante un sinfín de denuncias falsas de algunos de sus padres. Esto en muchos casos ya se ha institucionalizado, formando una especie de espiral perverso.
La violencia intrafamiliar y contra la mujer es un drama cierto y terrible, que debe sancionar el más severo pulso de la ley. Ahora bien, hay una violencia silente u oculta como describe una gran jurista amigo, que debe ser atendida con urgencia. Sé que hay millones de mujeres víctimas del terrible abuso machista; para esos hombres, sí es que se pueden llamar así, que se aplique la pena más rigurosa y fuerte, pero cuidado no estemos apuntando hacia otra dirección, en la que los más afectados serán los miles de pequeños corazones que tendrán que vivir separados de sus padres, víctimas también de una violencia brutal, que va desde el terrorismo judicial hasta la ruptura definitiva con sus hijos amados.
Amigos lectores, seamos constructores y no vengadores, seamos voceros de integración humana y no de rivalidades disonantes, nuestros hijos merecen una posibilidad, un sueño, una mamá y un papá, que a pesar de sus profundas diferencias, siempre tendrán un hermoso hilo en común, sus hijos.
¡NO A LA ALIENACIÓN PARENTAL!
Jonathan Humpierres (Juan Diego)
Cantautor, músico y abogado venezolano
http://www.gentiuno.com/articulo.asp?articulo=10079
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