El relato es sobrecogedor y real como la vida misma. Sucedió en un pueblo cercano a Madrid.
Allí vivía plácidamente un señor de unos 50 años. Siempre dedicado a la familia y al trabajo. Por su tarea profesional debía realizar algunos desplazamientos y salía de casa con alguna frecuencia.
Un día, llegó al hogar de forma imprevista por un cambio de agenda y se encontró con el horror. Apenas dio crédito a lo que veía. Allí estaba su mujer, destrozando la confianza que había animado durante años una vida en pareja.
Abandonó la que había sido su casa, trastornado, confuso, herido. Pero lo peor estaba por llegar. Unos días después recibió el mazazo definitivo: su mujer lo denunciaba por acoso y maltrato.
Todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos: fue detenido y pasó varios días en prisión, como presunto culpable o sospechoso preventivo. Se le dictó orden de alejamiento, no pudo ni retirar sus pertenencias de la casa…
Su cuenta corriente quedó bloqueada, perdió el empleo por el proceso judicial en curso… sólo logró mantener su coche. Un día, cansado, se subió al vehículo y abandonó la población. Acabó en una localidad del norte de España.
Malvivió como pudo, entre harapos, desperdicios y comidas en hospicios. La caridad de los ciudadanos logró evitar que se hundiera del todo.
Pero a pesar de su huída, unos meses después las autoridades lograron dar con él: se había fijado la vista del juicio y debía acudir sin falta.
Regresó y en sede judicial saltó la sorpresa.
Su mujer confesó ante el juez que había faltado a la verdad, que su marido no le había pegado, que se había inventado la historia para hacerle parecer culpable… Que estaba arrepentida de todo y ahora quería que volviera a casa.
Le fueron retirados todos los cargos, pudo disponer de su dinero, empezó a cobrar el paro… pero aquel hombre jamás volvió al hogar. Ha renegado incluso de sus hijos, que le habían dado la espalda dando por cierto el relato de la que había sido su compañera.
Ahora, este señor vive de alquiler en su antiguo pueblo, intentando recomponer una vida hecha jirones.
Más en twitter: @javierfumero
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