27/julio/2011
Estaba sentado en la playa Victoria de Cádiz leyendo tranquilamente, cuando el volumen de voz de dos mujeres que hablaban cerca de mí me metieron en su conversación. Eran de un pequeño pueblo del interior de la provincia y comentaban el calvario por el que estaba pasando una de sus paisanas. Esta tercera mujer estaba separada y tenía un hijo adolescente que atravesaba desde hacía algunos días por delicados problemas de salud de los que no conseguía recuperarse y de los que una mayoría del pueblo la señalaba como culpable por su falta de diligencia y por no haber puesto a su disposición todos los medios para su cura.
Parece ser que el padre, según comentaban, había tenido al hijo durante un mes estas vacaciones de verano, desde mediados de junio a mediados de julio y, en este periodo, no sólo le había dejado hacer todo lo que le vino en gana a la criatura sino que en la última semana habían realizado un viaje a un exótico país oriental sin las debidas precauciones sanitarias preventivas. El resultado de esta dejación fue que, después de haberlo entregado a su madre, dio la cara una extraña enfermedad de la que, inicialmente, los médicos que lo trataron estaban bastante desconcertados y no dieron con el tratamiento adecuado hasta pasados unos días cuando su situación había empeorado de manera algo alarmante.
Pero el padre del adolescente, que se había separado de su mujer de forma no excesivamente civilizada, propagó por el pueblo la insidia de que si su hijo se encontraba mal era por culpa de la despreocupación de la madre. Mensaje que, dadas las circunstancias que rodeaban la enfermedad, su diagnóstico y su tardío tratamiento, cundió con facilidad entre una mayoría del pueblo a la que logró convencer de que los problemas de salud por los que atravesaba se debían a la falta de atención y cuidados de ella.
Conforme escuchaba a estas mujeres hablar del ruin comportamiento de este padre que había culpabilizado en exclusiva a su ex mujer de lo que sólo él era el máximo responsable, no pude por menos que asociarlo al mezquino proceder que está teniendo el Partido Popular -el “padre” del adolescente en esta semejanza- en relación con su “hijo” -la crisis económica que padecemos-, con la “mujer” -el gobierno socialista al que culpa sin paliativos de esta crisis y de sus consecuencias – y, finalmente, con los “vecinos del pueblo” -que son, en la similitud, los ciudadanos de este país a los que en todo momento el PP ha pretendido convencer de que el único culpable de la crisis ha sido el gobierno socialista y que, para mayor escarnio, lo ha hecho a sabiendas de que esta acusación era rotundamente falsa-.
Cuando dieron este tema por tratado e iban a pasar a otro, no pude por menos que dirigirme a mis vecinas de playa y, tras disculparme por haber atendido sin pretenderlo la conversación que mantenían, les pregunté si el padre de aquel adolescente había adoptado alguna acción contra su ex mujer. Las mujeres disculparon mi intromisión y me aclararon que, efectivamente, el que fuera el marido de aquella mujer la había denunciado y solicitaba la custodia de su hijo, hoy enfermo, debido a su propia irresponsabilidad.
La analogía entre uno y otro comportamiento se completó. La denuncia a su ex mujer y la solicitud de custodia del hijo sería, en esta similitud, el adelantamiento de elecciones que los dirigentes del PP exigen hasta el hartazgo al presidente del Ejecutivo para, según aseguran, ser ellos los que solucionen las consecuencias de una crisis de la que no sólo no son ajenos sino que son sus principales responsables. Si aquel padre expuso a su hijo al contagio de una enfermedad y se desentendió después de él, los gobiernos del Partido Popular sentaron las bases de una economía que, con la preponderancia del ladrillo, la contratación masiva de mano de obra barata y foránea y la desmesurada alegría crediticia, la hicieron especialmente vulnerable a una contracción súbita de la liquidez internacional.
Quien no vea esta semejanza con claridad que, en vez de atender a los mensajes públicos de los dirigentes del PP que están destinados a un público desinformado pero votante, les escuche, si tuvieran esa oportunidad, en privado donde, el más mínimo rigor intelectual, les lleva a reconocer esta incontrastable evidencia. Y es que de la misma forma que “la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero” la realidad es la que es, aunque la niegue Rajoy o sus inquebrantables votantes.
Gerardo Rivas Rico es licenciado en Ciencias Económicas.
http://www.elplural.com/tribuna-libre/rajoy-o-el-padre-que-exigia-la-custodia-de-su-hijo/
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