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miércoles, 4 de diciembre de 2013

Memoria de mis putas tristes, de García Márquez: la controversia por la paidofilia o pedofilia

Miércoles, 4 de Diciembre, 2013
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No hay acción humana más terrible y temible -equivalente a la tortura y el asesinato- que la explotación sexual de niños y niñas por adultos.
Anamaría Ashwell | Diario de Oriente/ RIMA Web | 8-10-2009 a las 15:50 | 3600 lecturas | 4 comentarios
www.kaosenlared.net/noticia/memoria-mis-putas-tristes-garcia-marquez-controversia-paidofilia-pedof
Primero. No hay acción humana más terrible y temible -equivalente a la tortura y el asesinato- que la explotación sexual de niños y niñas por adultos. Eso es lo que define la palabra pedofilia: una expresión de la sexualidad que no se puede "curar" en ninguno de los casos entre los adultos que la practican.
La necesidad de legislar y proteger a los menores de edad de estos adultos predatorios sexuales de niños y niñas, por eso mismo, es de primera importancia para toda sociedad.
No se trata de una discusión moral o moralina; no se trata de discutir si son o no "enfermos mentales" (es una condición de la sexualidad humana que está presente en la práctica de adultos en todas las culturas, en todas las geografías y en todos los tiempos); y no se trata de liarnos en discusiones sobre qué impulsa al adulto a cometer este crimen.
Nunca, nunca, existe "consentimiento" del menor de edad en el acto sexual con un adulto, y nunca hay elementos atenuantes para no castigar penalmente a un adulto que abusa sexualmente de un niño o niña. Cuando se sospecha de un escenario en el cual el uso sexual de un niño o una niña es probable, el Estado debe actuar precautoria y rápidamente para sustraer de ese medio al menor.
El Estado tiene la obligación de proteger a ese niño o niña primero y después discutir y resolver si existen o no las condiciones para procesar legalmente a los adultos involucrados. Nunca, nunca, se deben tener consideraciones, en un caso de pedofilia, sobre la pertenencia al sacerdocio del adulto involucrado; nunca se debe considerar la fortuna o dinero del adulto para librarlo de ser investigado y procesado en caso de abuso sexual de niños; como tampoco ningún reconocimiento artístico o profesión artística del adulto debe ser un atenuante cuando hay sospechas o pruebas que hay un niño o una niña sexualmente utilizado por ese adulto.
Aunque es el poder político al servicio de un pedófilo la peor degradación que puede sufrir una sociedad: éste puede controlar o manipular las instituciones que imparten justicia, y en vez de proteger a los niños, el Estado da protección a los poderosos que trafican impunemente con ellos.
Segundo. La obra de arte y el autor no son lo mismo. La obra es del ámbito del arte; es decir, es considerada como artística porque se sostiene sola y no porque viene avalada o significa la condición moral o social de su autor. Grandes obras de arte persisten a pesar que sus autores, frecuentemente, son personas deleznables (o perfectamente angelicales).
Hay casos en los cuales los autores de obras literarias y artísticas son simplemente personajes vanidosos, arrogantes e incluso neuróticos, y en algunos casos serios crímenes fueron o son parte de su historial personal. Y nada de ello atañe a la obra en sí. Atañe sólo a la persona que fue su autor en la medida que él violó o no leyes y ética ciudadanas.
La obra de arte -una importante obra de arte y literatura (por citar solo unos ejemplos: la obra del Marqués de Sade; la novela Lolita, de Vladimir Navokov, o el cuadro El Origen del Mundo, de Gustav Courbet), largo tiempo ha estado en el centro de una discusión sobre las frágiles fronteras entre la pornografía y erotismo. ¿Hasta dónde estas grandes obras del arte occidental incitan al ejercicio de una sexualidad con violencia? ¿Hasta dónde es posible atribuir a la influencia del arte los actos de violencia sexual o sexista? Con el tiempo, el consenso y el sentido común justamente han fallado en contra de la censura del pensamiento y la creación.
La obra de arte se juega su trascendencia, permanencia y valoración artística autónomamente. Pero el autor esta sujeto a las mismas leyes que rigen para cualquier otro ciudadano. Por eso es cuestionable que se haya acomodado en la conciencia moderna algo así como un doble rasero para juzgar acciones de artistas que trasgredieron leyes y ética ciudadanas. De pronto la sensibilidad moderna espera, tolera y hasta sanciona transgresiones sexuales y sociales en sus artistas. Resulta casi necesario que el artista para calificar de artista se comporte -especialmente en relación al ejercicio de su sexualidad- de una manera que a un ciudadano común no le sería ni aceptable ni permitido.
Pero hay hombres y mujeres -artistas, literatos y poetas- que aman a las mujeres (como diría Stieg Larsson). Gabriel García Márquez es ejemplo de uno de ellos. Habiendo dicho esto me dirijo ahora a la controversia que suscita la filmación de su novela Memoria de mis putas tristes. Gabriel García Márquez cuenta historias inverosímiles que parecen posibles porque nuestra realidad nunca se reduce a lo "real". Cada momento vivido es una conjunción de fantasías con hechos -físicos y emocionales- más interpretaciones psicológicas o ideológicas e incluso históricas: la realidad es tan efímera como subjetiva.
Creo entender que esto es lo que en las historias de García Márquez alguien definió -debió ser un extranjero a América Latina- como "realismo mágico". Por eso, todos sus cuentos deberían comenzar, como explica J.M. Coetzee, con esa frase lacónica: fue y no fue así (él cita a Roman Jakobson y a los narradores tradicionales de Mallorca; ver Sleeping Beauty by J.M. Coetzee Vol 53; número 3; feb23, 2006 The New York Review of Books ; fue traducido al español por El País).
Memoria de mis putas tristes, para los que lo leímos y para el grueso de la crítica literaria fue una obra menor de Gabriel García Márquez. Una obra breve o casi un paréntesis (quizá el autor amplía la transgresión de Florentino Ariza con una virgen suicida de 14 años en El amor en los tiempos del cólera) que ni siquiera escandalizó con su relato: pensar a un viejo triste, rememorando pasadas 514 conquistas amorosas y que va a un burdel a cantarle a una niña drogada para imaginarse una escena de amor y festejar sus 90 y sin lograr siquiera una erección... no excita, ni como literatura ni como pornografía.
Memorias de un viejo triste, verde e impotente que busca amor en un burdel hubiera sido un título no tan poético pero más exacto. Entre el delirio y la conciencia de un anciano -él se enamora de una fantasía que nunca logra poseer- García Márquez explora la incapacidad del hombre "latino" que no puede renunciar -incluso en la ancianidad- a sus deseos carnales porque no tiene nada más, él no es nada más.
La novela de Yasunari Kawabata (La casa de las bellas durmientes) cuyos ecos son innegables en esta novela, fantasea con la misma insensatez del viejo verde de Memoria, de García Márquez, pero Coetzee nota la diferencia: la introspección del viejo en Memoria nunca alcanza la profundidad ni la exploración de la sexualidad que logran las reflexiones poéticas y existenciales de Kawabata. Ante el cuerpo que no responde de una niña drogada, en La casa de las bellas durmientes, Yoshio Eguchi sólo puede confrontarse con lo que es: un viejo feo, asqueroso y próximo a morir.
Estas obras literarias las mujeres no debiéramos buscar censurar sino más bien conversarlas, exponerlas y tener el valor para ver el papel que nosotras -como putas o vírgenes- jugamos en su trama. En el burdel de Memoria, finalmente, hay una mujer que se encarga del secuestro y ofrecimiento de la niña y es ella quien la prepara por un precio para que sirva al anciano cliente: la pedofilia en ese burdel es asumida como clandestina e ilegal.
El deseo de hombres mayores por mujeres jóvenes es otra constante (aunque habemos mujeres y hombres que pensamos que a una mujer joven, un viejo sólo le puede dar asco y dinero, y las dos cosas al mismo tiempo), igual de perniciosa para una sexualidad respetuosa con las mujeres pero no ilegal ni punible: el deseo sexual de niños por parte de adultos, sin embargo, demanda una intervención legal en defensa de los niños.
La Memoria no aborda ni promueve la pedofilia, sino más bien constata que se practica, a veces impunemente y con consecuencias trágicas para las niñas o niños. García Márquez más bien explora en su novela la complejidad del comportamiento sexual y el callejón sin salida que resulta la vejez para el hombre cuando sólo tiene su pene para dar cuenta de su vida. La controversia que suscita su filmación nunca debería orientarse en censurarla, sino en cuestionar el hecho de que se producirá con dinero público.
Ese dinero lo aportara, además, el gobierno del estado de Puebla, cuyo gobernador, Mario Marín Torres, fue exhibido por asistir ilegalmente a un protector, Kamel Nacif, de un pedófilo condenado por las cortes de EU y actualmente preso en México, Jean Succar Kuri.
Esta vuelta de tuerca  es casi un epílogo a la novela, y creo ni el mismo García Márquez se la hubiera podido imaginar cuando le contactaron para filmar esta, precisamente esta novela.

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