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lunes, 16 de diciembre de 2013

La revolución del padre Jorge

Lunes, 16 de Diciembre, 2013
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Bautizaba a hijos de padres separados y dio la extremaunción a un obispo amigo suyo que se casó con la secretaria. La periodista Elisabetta Piqué, íntima del Papa, retrata al Bergoglio más desconocido
Una de las personas a las que Francisco llamó al día siguiente de ser elegido Papa fue la periodista argentina Elisabetta Piqué, corresponsal en Roma del diario 'La Nación', de Buenos Aires. A las 9.55 de la mañana ella respondió al móvil por casualidad: la estaban friendo a llamadas después de una de las noches de trabajo más largas de su vida y le aparecía un número desconocido. «¡Hola Elisabetta!», le dijo una voz inconfundible. No podía creer que fuera el padre Jorge. Para ella, el pontífice siempre se ha llamado así, porque son amigos desde hace doce años y hasta ha bautizado a sus dos hijos. Con esa llamada comprendió que era el mismo de siempre y se dio cuenta de que nada iba a ser igual a partir de entonces para la Iglesia. Porque ella le conoce bien y sabe de dónde viene y cómo ha llegado hasta aquí. Por eso ha contado su historia en 'Francisco. Vida y revolución', que ya es número uno en ventas en Argentina y se editará próximamente en España. Es la biografía más completa y documentada de Jorge Mario Bergoglio, llena de detalles, testimonios y aspectos desconocidos. Resalta uno: su trayectoria es una auténtica carrera de obstáculos, enfrentado a distintos sectores que siempre le han hecho la guerra.
«Bergoglio es el hombre justo en el momento justo. Está acostumbrado a luchar contra la adversidad, es muy de oración, pero también de gobierno, ha sabido enfrentarse a situaciones muy complicadas: una dictadura, la oposición de la Curia y de la Iglesia argentina, de los Jesuitas... Inconscientemente se fue preparando para esto, porque llega en el momento más complicado de la Iglesia y tiene muy claro lo que tiene que hacer», cuenta Piqué tomando un café en Roma. Ha sido corresponsal de guerra en Irak y Afganistán y quienes la conocemos sabíamos que iba a entrevistar a todo hijo de vecino para que le contara cosas, aunque ella sabe muchas más de las que detalla, por discreción y elegancia.
El libro relata que Bergoglio nunca ha usado móvil, todo lo apunta en una agendita negra -aunque tiene una gran memoria-, es goloso, también cocina bien, pasa recetas y prepara unas paellas de escándalo. No era hábil al fútbol, su madre reaccionó muy mal cuando anunció que quería ser sacerdote, fue un profesor de literatura inolvidable para sus alumnos y uno de esos tíos favoritos que enseñan a sus sobrinos alguna palabrota y hasta les moja el chupete en whisky. Quiso ir a Japón de misionero, pero sus superiores no le dejaron. Ahora, en el Vaticano, va apagando las luces por los pasillos.
Elisabetta Piqué revela que el cónclave apostó desde el primer escrutinio por Bergoglio con un paquete de unos 25 votos, solo superado por Angelo Scola, con 30. Sin embargo el arzobispo de Milán no pasó de ahí y el de Buenos Aires fue subiendo. Su compatriota, el cardenal Leonardo Sandri, ya le había dicho la noche antes durante la cena: «Prepárate querido». Su candidatura estaba muy madura, fraguada en la sombra. Aunque la periodista argentina ya anunció la víspera que tenía serias posibilidades. Un detalle inédito es que la quinta votación fue anulada y se tuvo que repetir, porque apareció una papeleta de más. Probablemente a algún cardenal se le pegó una en blanco a la que utilizó. Al final Bergoglio sacó casi 90 votos de 115.
Ser Papa es un punto de llegada inesperado para alguien que siempre ha ido a contracorriente. Y, sobre todo, como señala Piqué, que ha sido combatido en los últimos quince años por la derecha de la Iglesia argentina y, gracias a sus influyentes relaciones, por el sector más conservador de la Curia. En particular por Angelo Sodano, nuncio en Chile durante la dictadura de Pinochet y secretario de Estado con Juan Pablo II desde 1991, y luego con Benedicto XVI, hasta 2006.
Sodano es muy amigo de Esteban 'Cacho' Caselli, exembajador argentino ante la Santa Sede, punta de lanza de la derecha para intervenir desde Roma en los asuntos de su país. Bergoglio es arzobispo de Buenos Aires desde 1998, cardenal desde 2001 y presidente de los obispos argentinos desde 2005. Para boicotearlo, Sodano le colocó en 2003 a un nuncio que le hizo la guerra. Desoían sus propuestas para nombrar obispos, le imponían otros. Uno de esos prelados hostiles al actual pontífice citó a Elisabetta Piqué en Roma en 2006 para charlar un rato. Al final, con una sonrisa, le insinuó que dejara de escribir noticias «tan fantasiosas» sobre la oposición a Bergoglio en la Curia porque sería una pena que le quitaran la acreditación de prensa en el Vaticano.
Doctrina sexual
¿Por qué el futuro Papa desataba esta oposición? Por lo mismo que hace ahora. Por ejemplo, detestaba a los curas que «piensan de cintura para abajo», es decir, obsesionados con la doctrina sexual, y atacó públicamente a los que se negaban a bautizar a los hijos nacidos fuera del matrimonio. Él mismo ha administrado este sacramento a muchos de ellos y sus opositores lo han hecho saber en Roma para desacreditarle. Otra historia sorprendente es la cercanía de Bergoglio al también obispo argentino Jerónimo Podestá, que protagonizó un escándalo en 1972 al contraer matrimonio con su secretaria, separada y madre de seis hijos. Luego fundó una asociación de sacerdotes casados y de atención a los pobres. Su viuda ha desvelado que fue el actual Papa quien le dio la extremaunción en el año 2000, cuando falleció, para mostrarle la cercanía de la Iglesia. Desde aquel día, a ella le llamaba todos los domingos: «Siempre salía el tema del celibato y una vez me dijo: 'Jerónimo te dejó para que me ayudes a pensar'».
Los adversarios de Bergoglio también estaban entre los propios miembros de la Compañía de Jesús, pero por lo contrario: en el pasado le acusaron de ser demasiado conservador. No es un secreto que entre muchos de sus hermanos no tiene buena fama. Es más, según desvela Piqué, cuando viajaba a Roma no iba a la casa generalicia, al lado del Vaticano, porque no era bienvenido. Bergoglio, con 36 años, fue nombrado provincial de Argentina -máxima autoridad-, el más joven de la Compañía, en un momento muy difícil, entre 1973 y 1979. Eran los años de la Teología de la Liberación, con un debate enorme entre los Jesuitas, y en 1976 llegó la dictadura. Él gobernó con autoridad, para poner orden, y creó divisiones, porque todos coinciden que también tiene dotes de mando e intuición política.
Jorge Bergoglio ha admitido luego que fue un momento muy complejo, que era joven y se pudo equivocar en algunas cosas. Pero Piqué rechaza, desde luego, su pasividad en la persecución de sacerdotes y disidentes. Acusa de falsedad al periodista argentino Horacio Verbitsky, que ha puesto al Papa en el punto de mira por el caso de dos curas secuestrados y que rechazó ser entrevistado para el libro. Piqué precisa que Bergoglio ayudó a muchas personas discretamente y, como muestra, da a conocer la carta que un uruguayo llamado Gonzalo Mosca escribió al nuevo Pontífice el pasado 15 de abril. En ella le recuerda cómo le salvó la vida y le da las gracias. Cuenta que le escondió de los militares, incluso le llevó en su coche y le organizó la fuga por Brasil. La postdata es significativa: «PD: Nunca pensé que le iba a escribir una carta al Papa».
La trayectoria de Bergoglio confirma que, si bien ha encontrado enemigos a derecha e izquierda, en todo momento se ha volcado con los pobres y la gente ha estado siempre con él. Numerosos testimonios dan fe de que ha dejado una estela de amistades con quienes sigue manteniendo la relación. Hay otro periodo bastante desconocido que sale a la luz en el libro: cuando, tras ser provincial, ejerce de rector en el Colegio Máximo de San Miguel entre 1979 y 1985. Pese a su cargo, lava la ropa, cocina, cultiva la tierra, se ocupa de los cerdos y, sobre todo, se mezcla con la gente de los barrios populares. Luego, después de una temporada en Alemania, sufrió el 'exilio' de 1990 a 1992 en la ciudad argentina de Córdoba, una venganza por sus años de provincial. Le rescató su gran valedor, el entonces arzobispo de Buenos Aires, Antonio Quarracino, que se lo llevó de auxiliar a la capital, donde luego acabó en su puesto.
«Ahora siempre sonríe»
Todo ello le ha preparado para su misión actual y nada le pilla de nuevas. En 1998, nada más estrenarse como arzobispo porteño, tuvo incluso que afrontar un escándalo financiero en el Banco de Crédito Provincial (BCP), que salpicaba al episcopado. En cuanto al IOR, el banco vaticano, la autora del libro señala que hay sospechas de que entre las cuentas congeladas están las de algunos postuladores de causas de canonización, que al parecer recibían montañas de dinero para acelerar algunos expedientes. Incluso se cree que grupos de poder han hecho grandes donaciones y luego han influido en la designación de obispos, es decir, una compra virtual de títulos.
Bergoglio siempre ha mantenido un perfil bajo siguiendo un consejo de su padre: «Saluda a la gente cuando vas subiendo, porque te la vas a encontrar cuando vengas bajando». Él nunca se lo ha tenido creído, ni ahora. El libro revela que el Papa se ríe de esos temores de que a lo mejor le matan para frenar sus reformas: «¿Qué me van a dar, un tecito?». «Es el mismo de antes, pero no es el mismo. Es el padre Jorge que te llama y que contesta la carta de la viejita que conoce desde hace años, pero también se ha transformado, ha rejuvenecido, tiene una energía especial. El otro día, su amigo el rabino Abraham Skorka me dijo que antes era un hombre de sonrisa difícil, pero ahora siempre sonríe», detalla Piqué. Un viejo jesuita preguntó una vez cómo iban las cosas con Bergoglio en Buenos Aires y le hablaron muy bien. Él respondió: «Bueno, con un mal jesuita quizás se puede hacer un buen obispo». Y un buen Papa.
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