Lunes, 4 de Enero, 2016
El arzobispo de Toledo, en una misa aludió a la violencia de género y a la destrucción de matrimonios. De dichas manifestaciones están extrayendo diferentes conclusiones, bien o mal intencionadas o no.
La realidad es que la ley de violencia de género es usada en su mayor medida en los procesos de divorcio, y si hay hijos menores de por medio en donde su custodia está en juego, más aún.
Uno de los efectos o consecuencias directas de esta ley es que consigue crear una guerra ya no solo entre el padre y la madre, sino entre las familias, que deriva en una imposible recuperación de la unión de esa familia que se rompe.
Pero lo que no vemos por parte de la Iglesia es una muestra de apoyo rotunda a cuando se produce la ruptura de la pareja, y hay menores de por medio, al régimen de custodia compartida. Hasta el Tribunal Supremo, ha reiterado y reitera constantemente en su jurisprudencia que es el régimen que mejor protege ese interés superior del menor, del cual tanto hablan y citan, y no solo en las instancias judiciales. La familia se rompe, y cuando esto es inevitable, por mucho que contravenga los intereses de la Iglesia, lo que no es de recibo es que a los menores también les destrocen su familia, pues ellos tienen derecho a no perder ni a su padre ni a su madre, y en los juzgados cuando imponen a día de hoy bajo la práctica de sus sentencia la custodia materna, declaran huérfanos de padre vivo a unos niños inocentes por completo. Si la Iglesia se muestra como una institución en la sociedad que defienda la familia, debería de forma clara y rotunda apoyar que los menores no sean apartados de su figura paterna.
Fuente:
http://politica.elpais.com/politica/2016/01/04/actualidad/1451919164_061299.html?id_externo_rsoc=FB_CM
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