13/2/2010 Los conflictos familiares entrañan tal carga emocional que la vía para resolverlos nunca es el litigio. «Los sentimientos no caben en un juzgado», advierte Olga Faílde, abogada y corresponsable del Equipo de Mediación Intraxudicial creado en el Juzgado de Familia de Santiago. Esta letrada y el psicólogo Juan Manuel Daponte cumplen un año de trabajo al frente de una experiencia inédita en Galicia, pero consolidada en autonomías como Cataluña o Navarra y dirigida a parejas que ya han presentado una demanda en el juzgado. El objetivo es ofrecerles la posibilidad de que lleguen a un acuerdo sólido, al margen del procedimiento judicial, que organice sus relaciones futuras.
Pregunta. ¿Cómo llegan las parejas al servicio de mediación?
Olga Faílde. Cualquier pareja quiere separarse, o divorciarse, o modificar el régimen de visitas, o ponerse de acuerdo sobre la comunión del niño, va al juzgado y el juez valora si el tema es mediable. Entonces celebramos la llamada sip (sesión informativa presencial) y solo si la pareja acepta voluntariamente se empieza a trabjar.
P. ¿Qué les ofrecen?
O.F. Es un servicio gratuito, voluntario, que no interrumpe los plazos judiciales y confidencial. Nunca vamos a declarar en un juzgado sobre lo que pasa, ni ellos pueden hacerlo, porque el juez lo vetaría. Somos mediadores. Ni hacemos terapia, aunque haya un psicólogo, ni asesoría jurídica, aunque haya una abogada.
Juan Daponte. Aportamos herramientas para restablecer la comunicación, cuando no la hay, y llegar a acuerdos que van a marcar su relación futura. Hay parejas que llevan 18 años de litigios, porque las necesidades cambian, por incumplimientos o por cosas puntuales como la celebración de un cumpleaños. Han entregado la responsabilidad al juez y nuestro trabajo es devolverles esa responsabilidad y convencerlos de que aunque no estén de acuerdo pueden pactar, y decidirlo ellos, como hacemos todos los días en cantidad de situaciones.
P. ¿Siempre es posible?
J.D. En un divorcio hay diferentes fases, más emocionales, más depresivas, de enfado... Y en esos estados debe abordarse de forma distinta. La negociación no sería real porque no están serenos y así no pueden defender sus intereses de futuro ni a sus hijos.
P. ¿Ayudan a cerrar etapas?
J. D. Cerrar, no; cambiar de fase. De casado a divorciado y probablemente a futuro casado. Tenemos que ampliar el concepto de familia.
O. F. Dejan de ser cónyuges, pero padres lo serán toda la vida. Cuando son capaces de saber que esa dirección es mejor, la mayoría renuncia a la vía judicial.
J. D. Hay padres que nos dicen que los hijos se portan mejor tras el divorcio, que maduran antes. Y cuidado, eso no quiere decir que esté mal. El niño puede estar expectante por saber con quién se va de vacaciones, pero mientras se haga con normalidad él estará tranquilo.
P. ¿Se judicializa la relación?
J. D. Hay personas que quieren ir a juicio, porque creen que van a ganar y que así acaban con todo. Pero la sentencia no es el final, es el comienzo. Quieren separarse, pero se meten en un proceso judicial que los condena a estar juntos. Todo eso, en vez de llegar a un acuerdo y, entonces sí, acabar.
O.F. Nadie gana plenamente, los abogados sabemos que aún habiéndolo conseguido todo, el cliente no está contento, y aparecen problemones nuevos, porque la supuesta sentencia favorable se vuelve en su contra.
J.D. Tenemos que cambiar el «uno gana, otro pierde», por «los dos ganamos», por haber llegado a un acuerdo decidido entre los dos. Del otro modo, si yo siento que he perdido, lo normal es buscar venganza, y continuar la espiral judicial. Siempre les decimos que el acuerdo que consigan sea algo que puedan enseñar a sus hijos, que puedan decirles: «Nos hemos sentado tu madre y yo, y no hemos parado hasta llegar a este acuerdo porque creemos que es lo mejor».
P. ¿Hasta dónde tienen que detallar los acuerdos?
O.F. Hasta donde sea necesario para la pareja, cuatro, cinco, seis folios, hasta incluir una cláusula de buena voluntad y establecer por ejemplo que el tipo de comunicación sea por mensajes de texto. Todo depende de la pareja. Y es fundamental pasar de los planteamientos de bandera, de posición, a los intereses reales. Recuerdo a una pareja que acordó tiempos de estancia con los hijos bastante equitativos, pero ella estaba preocupada por si eso era una custodia compartiva: la bandera. Porque si lo fuese no firmaría.
J.D. Hay que bajar al terreno de lo real.
http://www.lavozdegalicia.es/portada/2010/02/13/00031266085134603663746.htm
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