Los puntos de encuentro familiar tratan de que se cumpla el régimen de visitas y pasaron de 717 menores a 1.233 en 4 años
30/1/2011
Si no quieren o no pueden verse, unos minutos antes de que uno de los padres llegue al punto de encuentro familiar (PEF) con su hijo, el otro habrá llegado ya y espera en una sala. El que viene con el pequeño entra con el niño. Un profesional del centro recoge al menor y lo lleva junto a la otra parte. Unos por un lado, otro por otro. ¿Para qué? Tres opciones: intercambiar al pequeño, visitas en el centro o visitas también ahí, pero supervisadas. Cumplen así el régimen estipulado después de la separación.
Este es, en muchos casos, el protocolo en esos puntos de encuentro, instrumentos de orientación y mediación de la Secretaría Xeral de Familia e Benestar. Se busca ir limando el conflicto, garantizando seguridad y bienestar para el menor. En Galicia, el primer punto abrió en Vigo de modo experimental y, desde el 2000, existen siete: en A Coruña, Lugo, Ferrol, Ourense, Santiago, Vigo y Pontevedra. La normativa que los regula se promulgó en el 2009. Los gestionan, según la Xunta, entidades sociales sin ánimo de lucro.
La ruptura de la pareja en ningún caso ha de implicar que el niño deje de ver a sus padres. Pero existen separaciones conflictivas -en mayor o menor grado- y por eso nacen estos centros, con el objetivo de «garantizar -de forma neutral e imparcial- o cumprimento do réxime de visitas establecido pola autoridade competente co obxectivo de favorecer a relación entre os menores e as súas familias cando o exercicio do dereito de visita se ve interrompido ou o seu cumprimento resulta difícil ou conflitivo».
Crecen las cifras y sus historias
Se acude a estos puntos cuando así lo establezca una resolución judicial o administrativa. Y el incremento de usuarios es notable, pese a que las cifras anuales incluyan los casos (un caso puede englobar a varios menores) del año anterior, los nuevos y los resueltos en ese período. En el 2006 se atendió a 717 niños en Galicia y, en el 2010, a unos 1.233. Hay menores de solo unos meses y otros ya adolescentes. «Crece porque quizás se ha visto la necesidad de este recurso desde los propios juzgados», cree Mercedes Muíños, coordinadora del punto A Carón, en Ferrol. De hecho, otras localidades gallegas han reclamado centros de este tipo y, las que los tienen, han padecido a veces situaciones de saturación.
Detrás de esas familias remitidas a los PEF, existen diversas situaciones: uno de los padres no quiere cruzarse con el otro; un juez decide que ha de ser así; un régimen de visitas que necesita de mediación para que se cumpla; abuelos que tienen problemas con sus hijos y ven a sus nietos; una orden de alejamiento sobre una de las partes; visitas tuteladas por rechazo de los menores hacia uno de los padres (hay niños que pueden no recordar al progenitor visitante o casi no haberlo conocido), por ser padres o madres con adicciones o trastornos, presidiarios o que no tienen domicilio en la ciudad o no es adecuado. Son casos reales de los puntos de encuentro.
«¿Es lo mejor?»
Se trata de proteger al menor para que no presencie tensión entre sus padres. «Funcionamos con prioridades: si no son capaces de sobrellevar su separación de la mejor manera posible para el niño, esto es lo mejor. Los pequeños se suelen adaptar rápido, lo básico es la actitud de los padres», explica Muíños. Sigue habiendo carencias de información entre ellos sobre los efectos de una separación. Aquí se busca la recuperación de la familia, aunque con una estructura diferente. Son, casi, el «último cartucho». Y a veces sale bien. Con padres que ya no tienen que separarse en dos salas, sin verse, para intercambiar a su hijo. El caso puede salir entonces del punto. Estaría superado.
http://www.lavozdegalicia.es/galicia/2011/01/30/0003_201101G30P14991.htm
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