Martes, 3 de Mayo de 2011
Por: Ricardo de Querol
Hay hombres arruinados por un mal divorcio que ven cómo su ex mujer mantiene el mismo nivel de vida a costa de su precariedad, sí, igual que hay mujeres que aguantan a un bruto a su lado por temor a qué sería de ellas sin él, y otras que tiran en solitario de los hijos de los que se ha desentendido, emocional y económicamente, sus padres. Hoy pisaremos algunos charcos, porque el asunto de los divorcios se ha convertido en el gran campo de batalla entre sexos de los últimos años, origen de enormes tensiones en la política, en los juzgados, entre organizaciones y en las charlas de café.
Si es usted de los que ve estas cosas en blanco y negro, si observa en todo hombre a un maltratador en potencia, o si este blog le parece el brazo armado del hembrismo revanchista, ahórrese la lectura y pase directamente a dejar sus improperios entre los comentarios (solo borramos los que rayan lo delictivo, y se nos escapan algunos). Si, por el contrario, entiende que no hay nada más complejo que las relaciones de pareja, que es díficil identificar a buenos y malos en la rupturas cuando no hay violencia y que cada divorcio tiene sus circunstancias especiales, quizás quiera compartir algunas reflexiones a cuento de la sentencia del Tribunal Supremo que fija la doctrina de que, tras la separación, la carga de la hipoteca se reparta al 50% entre los ex cónyuges. Un caso que agita un debate interesante: según vayamos avanzando hacia la igualdad (y sabemos que nos queda mucho) pueden ir cayendo por el camino medidas concebidas para proteger a una mujer históricamente en desventaja.
.La sentencia del Supremo ha venido a frenar la tendencia de muchos tribunales de reforzar sobre todo a la mujer en el supuesto, tan habitual, de rupturas con hijos, casa sin pagar y gran desigualdad en los ingresos. Esto ha parecido a muchos injusto, porque penaliza a las que han relegado su carrera laboral por el cuidado de la familia. Los magistrados no consideraron razonable que, entre dos personas que ya no comparten su vida pero sí una carga hipotecaria, uno aportara el 80% al coste del inmueble que encima no ocupa. Matiza la sentencia que una cosa es el disfrute de la vivienda, que suele estar relacionado con la custodia de los niños, y otra su propiedad. La desigualdad económica entre los divorciados se debe abordar mediante la pensión compensatoria, pero no cargando a uno casi toda la hipoteca.
La sentencia da la razón al abogado Javier Medina, quien responde al perfil más típico de divorciado en apuros. "Hubo una época en la que lo pasé mal, muy mal. Tuve que alquilar y pagar un piso de 70 metros cuadrados al mismo tiempo que me hacía cargo de la pensión alimenticia y los gastos extraordinarios de mis hijos, y asumía el 80 % del préstamo hipotecario", cuenta. Medina cree que su caso abre una puerta a los miles de divorciados que se han quedado sin piso pero con la hipoteca, y prevé una "avalancha" de revisiones. Algunos tienen otro enfoque: abogados de familia temen que queden "en la indefensión" las mujeres con menos dinero.
Hasta hace pocas décadas en España, una mujer que se separaba no se enfrentaba solo al reproche social, sino a la falta de recursos económicos. Eso disuadía de romper la pareja incluso a aquellas que sufrían situaciones insoportables. En un país donde la mayoría de casadas no tenían empleos remunerados se creó en 1981 la pensión compensatoria como corrección de una situación demasiado desequilibrada. El país ha cambiado mucho desde entonces. Las mujeres ya no son las desvalidas señoras de su hogar de tiempos pasados. Por eso dicen los abogados que cada vez es más difícil conseguir una pensión compensatoria, más aún de forma indefinida, lo que refleja el avance en el mundo laboral de la mujer, pero también un estado de opinión en amplios sectores de que la protección de la divorciada estaba yendo demasiado lejos y generando agravios.
En nuestro país se rompen unos 100.000 matrimonios cada año, algo que muchos lamentan, pero que solo refleja que hoy la gente es libre para decidir qué hace con su vida. Pero el divorcio siempre sale caro, porque es más eficiente compartir los gastos en familia que vivir por separado. En etapas de crisis se frenan las separaciones: el miedo a la precariedad disuade a muchas parejas de romper aunque la relación se haya deteriorado. Y el miedo a convertirse en un divorciado empobrecido es compartido por muchos hombres y por muchas mujeres, y se refleja en algunos ataques furibundos que leemos a las políticas de igualdad. Al día siguiente de un divorcio ambos cónyuges se complican la vida y la pregunta es si los sacrificios a que obligue la nueva situación se reparten con cierto equilibrio.
Otro gran campo de batalla en los divorcios está en torno a los hijos. La custodia compartida se ha convertido en una de las banderas de los hombres separados, que regularmente sacan el tema en nuestros foros. El debate es oportuno y en ese diario lo hemos abordado a fondo pese a que se ve con gran preocupación en sectores feministas (algunas ya preparan una manifestación en contra para el próximo día 7). Si el modelo familiar ha cambiado, si los padres van asumiendo su responsabilidad en el cuidado de los hijos, no tiene por qué mantenerse para siempre una rutina judicial por la cual se adjudica a la mujer la custodia de los hijos en más del 90% de los casos, lo que perpetúa los roles clásicos. Aragón, Cataluña y la Comunidad Valenciana han modificado su derecho civil para establecer, con distintos matices, la custodia compartida como opción preferente en los divorcios. El PP parece proclive a plantear el mismo asunto en el Codigo Civil estatal, idea que nunca atrajo al actual Gobierno socialista. El Senado aprobó una declaración en favor de la reforma y el PSOE tuvo que aceptar estudiar este asunto un poco a regañadientes. Muchas voces críticas con la propuesta se preguntan si debe tener el mismo acceso a sus hijos un padre que no haya cambiado un pañal en su vida, que no saben freír un huevo, que nunca ha hecho los deberes con sus hijos. No es una caricatura, como sabrán, quedan muchos así, parejas en las que él se vuelca en lo profesional y ella se ocupa de todo lo demás. Si el reparto de papeles era tan rígido hasta la ruptura, ¿cabe un reparto igualitario tras esta? Dustin Hoffman retrató hace 30 años en la película Kramer contra Kramer al profesional absorbido que hasta que no es abandonado por su esposa no empieza a descubrir a su hijo y a intentar manejarse en el hogar.
La respuesta a muchas reservas está en el sentido común esperable en los profesionales. Con ninguna legislación la custodia compartida será automática: en todos los casos el juez analizará las circunstancias de esa familia. Lo que se debate no es un derecho de los padres, sino de los menores. El bien prioritario es el del hijo. Cuanto más conflictiva haya sido la ruptura, más difícil será elegir esta opción, pero el juez podrá imponerla; un entendimiento razonable entre la pareja separada lo hará más viable. Decidirán los jueces caso por caso, lo que hace temer a algunos, como los valencianos, verse desbordados.
El disperso movimiento de separados ha querido también agitar el llamado síndrome de alienación parental (SAP), supuesto equivalente femenino de la violencia de género, en su caso psicológica, que consiste en inculcar en los hijos el odio al otro progenitor. El SAP (que en los años 80 se formuló por psiquiatras norteamericanos como "síndrome de la mujer maliciosa") ha sido utilizado como argumento en bastantes sentencias, para decidir custodias o juicios por maltrato, y eso ha alarmado a muchos. Los expertos no consideran que el SAP sea un verdadero síndrome en términos psiquiátricos, y nunca se aceptó por la Organización Mundial de la Salud. El Gobierno ha advertido a jueces y fiscales para que no esgriman una patología "inexistente". El delegado contra la Violencia de Género, Miguel Lorente, lo ve así: "En el ámbito judicial este presunto síndrome ha provocado un efecto devastador en muchos menores y en sus madres al considerar a los niños y niñas como mentirosos y a las madres como enfermas mentales". Es este un asunto espinoso. Se llame como se quiera es difícil afirmar con esa rotundidad que no existe ningún caso de manipulación emocional de los menores. Que eso sea un comodín en los tribunales, que valga para replicar a denuncias de maltrato físico o para alterar el régimen de custodias, y casi siempre por los mismos jueces, es inquietante. Cuando un niño no quiere ver a su padre, ¿la primera sospechosa es la madre? Que hilen fino jueces y servicios sociales, que habrá casos muy diversos. Pero cuídense de la inercia extendida en la justicia (y en el país) a ignorar lo que opinen los menores sobre su propio futuro, porque en vez de como niños los tratamos como a idiotas.
Hay tantos frentes abiertos en el terreno de los divorcios que defensores de distintas posiciones se cruzan acusaciones muy graves. Se observa cierto empeño desde posiciones feministas en criminalizar a las asociaciones de separados. La feminista Lydia Falcón acaba de declarar ante el juez, querellada por una asociación de abuelos de la que ella dijo que representaba a maltratadores por agitar el asunto de las denuncias falsas. En principio es legítimo que grupos de personas defiendan intereses de parte, y dado el alto número de parejas rotas era lógico que naciera cierto activismo en este terreno. Pero comparto la desconfianza hacia muchos de sus representantes, muy radicalizados, enemigos frontales de cualquier política de igualdad, vanguardia del viejo machismo. Y dan cada vez más miedo esos opinantes que difunden el negacionismo de la violencia de género, que quitan gravedad al fenómeno de las mujeres asesinadas o se muestran comprensivos con la brutalidad.
El polémico juez de familia sevillano Francisco Serrano, a quien han abierto un proceso por prevaricación, es uno de los que más ha combatido la Ley de Violencia de Género y dice que se está produciendo un "genocidio de hombres", por una supuesta ola de suicidios en varones acusados en falso de maltrato o que sufren la manipulación de sus hijos. "La violencia en el hogar es bidireccional", afirma el jurista, cuya última ocurrencia obliga a repartir un hogar, donde permanecen los hijos, por turnos entre padre y madre cada tres meses.
Mezclar el debate del divorcio con el de la violencia machista eleva mucho el tono de una discusión que requiere sosiego, datos, estudios. Una mayoría de divorciados será pacífica, pero la minoría de violentos tampoco es despreciable: en España se pusieron el año pasado 134.000 denuncias por maltrato, 368 cada día, y hubo 71 asesinadas, según datos oficiales. Y en torno a esto se ha generado una nueva polémica sobre si la ley pone en manos de la mujer un arma demasiado poderosa: la denuncia por maltrato con automática orden de alejamiento. Los expertos en derecho no observan este fenómeno como algo extendido. En un lustro de Ley de Violencia de Género se ha condenado a 145.000 varones por agredir a sus parejas. Un tercio de los casos fueron sobreseídos, porcentaje que sube a la mitad en la vía penal. Las absoluciones suelen deberse a falta de pruebas, pero no demuestran que la acusación fuera infundada. Y son rarísimas las condenas contra mujeres por acusar en falso. El Consejo General del Poder Judicial revisó 500 sentencias de maltrato y solo en una encontró indicios de falso testimonio. El Observatorio de Violencia de Género sostiene que lo de las denuncias falsas es un "mito interesado". Que algunas mujeres manipulen o mientan no es tan imposible como nos quieren hacer ver, pero es indemostrable con los datos en la mano que esté ocurriendo a gran escala.
Si los separados quieren defender sus legítimos intereses, harían bien en elegir organizaciones y portavoces que no se presenten como enemigos de la mujer, porque tirarán piedras contra su tejado. Hay propuestas, desde la custodia compartida al reparto equitativo de cargas económicas, que bien planteadas pueden reunir consenso e ir abriéndose paso. Otras banderas, como la negación de que existe un problema de violencia machista, son indefendibles para la mayoría. Pero tampoco es correcto que por algunos exaltados se mire globalmente con sospecha a un grupo social tan numeroso y diverso. En un divorcio es prioritario el bien del hijo, e importante dejar en una situación digna a la mujer. Pero la sociedad también tiene que cuidar de esa legión de hombres separados que nunca levantaron la mano, que son sufridos cumplidores de sus obligaciones, que están agobiados y que intentan rehacer sus vida.
Fotogramas de 'Kramer contra Kramer', dirigida por Robert Benton, protagonizada por Dustin Hoffman y Meryl Streep, ganadora de cinco Oscar en 1979.
Vídeo: "Divorciados" en Vaya Semanita (ETB). Dos separados que siguen compartiendo piso por falta de dinero y otras historias de parejas rotas.
http://blogs.elpais.com/mujeres/2011/05/apiadense-del-divorciado.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario