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miércoles, 7 de noviembre de 2012

Una feminista y el amor (I)

Miércoles, 7 de Noviembre, 2012
Una feminista y el amor / Azaña y Guernica / Viaje a Grecia.
Dificultades del amor feminista. Azaña vio muchos "cachivaches". En Grecia aprenden catalán.
Blog II: Seidman no da en el clavo / Masonería (X) Algunas conclusiones: www.piomoa.es
Pío Moa

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Una feminista y el amor (I)
31 de Agosto de 2010 - 08:15:06 - Pío Moa
(Federica Montseny fue la primera mujer ministro de España, se dice que también de Europa e incluso del mundo).

Federico Urales lanzó empresas de gran influjo en el movimiento libertario como La Revista Blanca o la colección literaria “La Novela Ideal”, concebida como instrumento de propaganda antirreligiosa, del amor libre, etc. Tuvo un éxito espectacular, en gran medida porque se trataba de piezas cortas, centradas muy a menudo en temas amorosos de estilo folletinesco, y circulaban ampliamente en medios populares. Federica Montseny declara orgullosa que algunos franquistas acusaban a esos folletines de “envenenar a tres generaciones de obreros”. Federica colaboró muy copiosamente en esa colección, así como en “La Novela Libre”. Para ellas escribió en torno a un centenar de pequeñas obras, repletas de su ideología y centradas sobre todo en problemas amorosos o sexuales, y en su concepción de cómo debía ser la mujer.
Montseny se consideraba a sí misma libertaria radical, pese a lo cual no estuvo en la cárcel bajo la dictadura de Primo de Rivera, pudiendo desarrollar sin contratiempos una intensísima labor de propaganda. Así, aunque las actividades anarquistas quedaron proscritas, publicaciones como La Revista Blanca o “La Novela Ideal” pudieron publicarse y difundirse sin problemas. La colección literaria tiraba 50.000 ejemplares de cada novela, cada uno de los cuales era leído seguramente por varias personas. Un éxito impresionante para la época.
Al entender de Federica, “Hasta ahora la mujer había sido lo que el hombre había querido que fuese”, situación deplorable que ella aspiraba a cambiar: en adelante, la mujer debía seguir su propia voluntad, aunque en la literatura de Montseny esa voluntad podía confundirse fácilmente con la de la propia Montseny. A su juicio la mujer se hallaba “cohibida por una religión y unas costumbres y unas morales creadas por hombres”, con tristes efectos como que, por ejemplo, “Una mujer joven y bella” se viera obligada a casarse con “un viejo decrépito” convirtiéndose en “esclava”. En casos así, Montseny veía muy justificado el adulterio, “la más sabrosa venganza”. Por todo ello, “la coquetería, la hipocresía, que tomaron para disfrazar el nombre de feminidad, son otras tantas manifestaciones de rebelión”. El ideal femenino impuesto sería el de “una gata voluptuosa”. En cambio, protesta, “a las mujeres sencillas y valerosas y las que poseían y poseen relieve personal” se las denominaba “temperamentos varoniles”.
No solo el matrimonio de una joven con un viejo, sino cualquier matrimonio, la vida conyugal, constituye por fuerza una esclavitud. La mujer resulta, simplemente, esclava en cualquier caso, y por tanto “debe convencerse de que el matrimonio legalizado o la unión libre, cualquier norma reguladora del amor y basada en la convivencia, es perjudicial para ella. Fatalmente engendra el interés creado en la familia, y la familia sólo se basa en la sumisión de uno de los cónyuges. Lo repito porque creo conveniente encasquetarlo en las mentes más reacias”. Como buena feminista, sentía profundo desprecio por el ama de casa, por la mujer cuyas mejores energías se concentran en cuidar el hogar y educar a la prole. La tradicional ama de casa es “estúpida”, débil a causa de su “ignorancia milenaria de la Naturaleza y de la Vida”. Esa ignorancia, Montseny se proponía remediarla en lo posible.
No obstante, y sin hacer demasiado caso de la lógica, dictamina la feminista Montseny que las esclavas y estúpidas señoras tenían mucho mando: “La mujer, por causas fácilmente explicables, de las que el imperativo sexual es de las principales, es, inconscientemente, el eje del mundo (…) Todos sabemos que, en el fondo de la historia de todos los pueblos, la mano femenina ha detentado unas extrañas e invisibles riendas. Y esto siendo esclava; y esto mantenida en la ignorancia, bestia de placer o máquina incubadora de hijos. Y como es natural, esclava, ha esclavizado; embrutecida, ha embrutecido; debilitada por leyes y morales, solo ha pensado en debilitar a su tirano, que, mientras con una mano la encadenaba, con la otra cedía a todos sus caprichos y habilidades de gata mimosa”. Si en plena esclavitud detentaba tanto poder, ¿qué cabría esperar de ella en libertad?
Por desgracia, la salida a la dificultad no residía simplemente en escapar del hogar y del matrimonio: “Las necesidades de la vida moderna, el enorme contingente de solteras que la guerra (la I Guerra Mundial), disminuyendo el número de hombres por una parte, y la cada día mayor repugnancia del hombre a encadenarse por medio del matrimonio, de otra, producen, han sacado a la mujer moderna del hogar, obligándola a ganarse la vida; es decir, a tener, con esos deberes, derechos nuevos: más libertad, menos necesidad de someterse al hombre, un poco más de libertad moral. Pero no nos hagamos ilusiones. La mujer, con el cambio, poquísimo ha ganado (…) Ha salido del hogar, para entrar en el taller y la oficina, se ha emancipado del pater familias (…) para hacerse esclava del burgués (…) Moralmente no hemos ganado, porque esta emancipación ha sido, no voluntaria, sino forzada, y son muy pocas las mujeres que, libertadas de la tiranía del hogar, no sueñen con el matrimonio”.
De ahí que, simplemente, “en el presente orden social no hay solución posible para el mutuo problema de los dos sexos”, problema de enorme enjundia en sus escritos porque de solucionarlo en el sentido que ella estimaba correcto dependía nada menos que “la dicha futura y el futuro desenvolvimiento de la especie”. Se hacía indispensable “la consolidación de la personalidad femenina y la humanización, naturalización, de los sexos”. Nuevamente tropezamos con la idea de que el ser humano no se comporta conforme a su “auténtica” naturaleza, se halla sometido a una condición infrahumana, y la “humanización”, la libertad y la dicha no habrían existido antes , salvo como excepciones. A quienes no vieran así el asunto los fustiga como “los superficiales, los domesticados o los simples”, para los cuales “el problema no existe”. Sí existiría, en cambio, y con la máxima acuidad, “para los inquietos y los inadaptados, para los que viven, en una palabra, para los que, en otro mundo, ante otra moral, ante ninguna moral poetizarían, impulsarían y crearían una vida maravillosa, diversa y múltiple del sentimiento, la sensibilidad y el intelecto, la vida intensa y completa de la insaciable sed y el hambre de infinito” Sea todo ello lo que fuere.
La maternidad, con todo, le parece muy importante. En una de sus novelas, La Victoria, trata de una mujer que se realiza mediante la maternidad fuera del matrimonio (la consigna “Hijos sí, maridos no” iba a popularizarse mucho en las filas femeninas de izquierda durante la república). No obstante, ella fue madre dentro del tipo de matrimonio anarquista que llegó a formar con su compañero Germinal Esgleas, con el cual convivió en aparente armonía, si bien a veces alude a él con un toque de condescendencia. Montseny aceptó la maternidad, al parecer con bastante ilusión, pese a las limitaciones que imponía, como observa a veces, a su fogosa vida pública; señala en cambio el desprecio o desagrado de un historiador anarquista, Max Nettlau, hacia otra conocida líder ácrata, Emma Goldmann, por haberse operado para librarse de la maternidad.
Sin embargo, la solución de un problema creaba otros, pues dado que “la unión (conyugal), para subsistir, exige la sumisión de uno a otro”, y “la familia subsistirá, y con ella la forzosa sujeción de la mujer, mientras el porvenir de los hijos depende de los padres”, los hijos surgen como una nueva cadena, especialmente fuerte, en la esclavitud femenina. La liberación de tales ataduras la encuentra en el modelo de la conducta animal, pues, asegura ella, “Entre los animales, los hijos, indistintamente, están bajo la custodia de la colectividad”. En el futuro, pronostica, “el hogar irá desapareciendo poco a poco”.
El rechazo a la unión conyugal, de todas formas, no entraña el del amor. Muy al contrario, porque “no hay amor que resista a la convivencia permanente”, y “el matrimonio es la tumba del amor. Jamás se dirá verdad tan verdadera”. Por esa razón, si bien “de los 15 a los 50 años no hay ningún hombre ni ninguna mujer que piense en otra cosa que en el amor”, la frustración de sus anhelos es forzosa. Describe la vida matrimonial como un infierno, y aunque admite que en casos raros puede no ser así, incluso entonces el amor sucumbe: “Será cariño, identificación, afinidad, cualquier cosa que haga tolerable la convivencia. Amor, nunca”. No resulta fácil decir si estas apreciaciones arrojan luz sobre su propia experiencia familiar, con sus padres o con Esgleas, o solo se limita a enunciar un tópico, pero en todo caso el amor no ha existido nunca ni puede existir en nuestra sociedad, salvo casos muy excepcionales, si hemos de creer a Montseny.
(En Pío Moa, Federica Montseny o las dificultades del anarquismo)

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Azaña, Diarios, 16 de abril de 1933:
El lunes hicimos una excursión por la provincia: Durango, Marquina, Ondárroa, Lequeitio, Pedernales, Bermeo. Colocamos varias primeras piedras. Muchas ovaciones en todas partes. Pero lo extraordinario fue el recibimiento en Bermeo. Estéticamente no he visto nada comparable. Todas las calles que van al puerto, atestadas de gente. Banderas, flores masas negras gesticulantes y gritando. Sobre todo, las hembras. Los vaporcitos del puerto nos atronaban con sus sirenas El estrépito llegó a ser tal, que no oíamos los “vivas” y gritos de la multitud, y solo veíamos las bocas abiertas y las manos agitándose en el aire. La tarde, esplendorosa.
Los nacionalistas, retraídos. El diputado Basterrechea me envió una carta al Ayuntamiento, diciéndome que en el silencio que con dignidad guardaba Bermeo, él levantaba su voz para protestar, etcétera, etcétera. Si a eso le llaman silencio, qué será el ruido en Bermeo.
La misma tarde fuimos a Guernica. Visitamos el Árbol y la Casa de Juntas, donde hay una porción de cachivaches que pretenden ser antigüedades y reliauias de una tradición”.

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Creía yo que la polémica entre nacionalistas periféricos se había terminado por natural consunción, pero me comunica mi atenta corresponsal de Reus que no ha sido así, ni mucho menos. Lo que hicieron fue ponerse de acuerdo para impedir que sus cartas llegaran a mi blog, por tacharlo de españolista, y la discusión ha seguido por medio de cartas que difunden entre ellos. A mi corresponsal, que prefiere razonablemente guardar el anonimato, le llegan. Y me indica, creo que con razón, que al haber debatido en “Presente y Pasado”, los nacionalistas, y haber interrumpido la discusión tan poco educadamente, habrán dejado en ascuas a muchos asiduos del blog, por saber cómo termina la apasionante polémica. Recordarán ustedes, además, que el profesor Bofarull i Bofarull se había despedido del blog lanzando recias amenazas contra Moh Ul-sih y contra mí mismo, si me ponía farruco.
Desgraciadamente no me es posible reproducir todas las comunicaciones que me hace llegar mi corresponsal, por falta de tiempo y de espacio, pero procuraré exponer aquí las que parezcan más significativas. Esta, por ejemplo, la dirige Jaume Ripollet i Bohigas, joven estudiante de historia de la Universidad Rovira i Virgili, a don Francesc Bofarull i Bofarull, de la universidad Pompeu Fabra y ex detective. La corresponsal me la ha traducido al castellano porque “aunque el catalán escrito lo entiende fácilmente un castellano hablante, debido a la gran afinidad de ambos idiomas (a pesar de los esfuerzos del loquillo Pompeu Fabra por embrollar todo lo que pudo) siempre hay algunas palabras sueltas que entorpecen la comprensión”. El texto dice así:
Querido y reverenciado profesor
No habiendo tenido la dicha de ser alumno suyo, no obstante me he sentido profundamente concernido por las ejemplares estocadas con que ha hecho usted prevalecer las razones y el talante carolingio que nos distingue sobre las expresiones, sin duda bien intencionadas, no digo que no, pero inevitablemente burdas, de los tales Carballeira O´Flanaghan, Aixa Modrejón Cogolludo y otros personajes por el estilo, que rezuman envidia malsana a Cataluña, aun si debemos apreciar su común y buen deseo de emanciparse de la repulsiva España. Yo, señor Bofarull i Bofarull, hago país, como usted, allí donde voy, y defiendo las esencias catalanas como nos recomendaba uno de los padres del nacionalismo catalán: “El nacionalismo catalán tiene por Dios a la Patria”. No más, pero tampoco menos, y lo digo declarándome ateo como lo es hoy día cualquier persona con dos dedos de frente.
Se lo digo porque en un viaje a Grecia que he hecho este verano he podido comprobar la profunda impronta de nuestro idioma y cultura en aquel alejado país del Mediterráneo, tal como el año pasado lo comprobé viajando por Suecia y Noruega. En dos palabras, señor Bofarull, nos conocen y nos admiran, tanto por nuestra cultura humanista y científica como por nuestra lucha heroica y ancestral por liberarnos del africano opresor españoleitor. Se lo comunico así, estimado señor Bofarull, porque es la verdad y porque entre nosotros, nacionalistas catalanes, no tenemos por qué disimular con falsas modestias lo que por otra parte es una evidencia.

Cómo olvidar la visita a Delfos, donde, con la habitual desfachatez o falta de tacto, nos incluyeron a varios catalanes con un grupo de españoles, como si fuéramos unos españoles más… Yo, se lo digo tal cual, no crucé una sola palabra con los españoleitors, y si me decían algo les contestaba en catalán bien cerrado, o me inventaba palabras para que no me entendieran, pues considero que hay que darles en las narices a nuestros opresores, mantener la lucha contra ellos en todos los niveles y en todas las ocasiones, sin darles un minuto de tregua. Pues, como le decía, el guía se empeñaba en hablarnos en castellano y yo, ya cabreado, me fui a él y le dije: “Oye, tío, que aquí algunos no somos españoles y queremos que nos hablen en catalán”. Se lo dije primero en inglés, pero al parecer no me entendía o no quería entenderme, así que no tuve más remedio que repetírselo en el jodido lenguaje de nuestros opresores. Bueno, pues no se lo podrá usted creer, pero el tío va y me dice: “¡Pues haberlo dicho antes, cojones! Aquí en Grecia queremos mucho a los catalanes desde que vinieron hace siglos los almogávares a liberarnos, y siempre nos hemos sentido fascinados por vuestras grandes hazañas intelectuales y de todo. ¡Con deciros que a Jacinto Verdaguer y a Rovira y Virgili se les estudia cada vez más en nuestra enseñanza secundaria…” Pues a partir de ese momento el guía, Yorgos, explicaba las cosas primero en catalán, para nosotros, y después en castellano, para los charnegos y toda aquella gente.
Por cierto, venían también algunos vascos, y les sugerí que protestaran como yo, y que le exigiesen al guía que les diera las explicaciones en euskera, tuve que explicárselo también en el puñetero idioma español porque tampoco entendían el inglés. Y van los muy cabrones descastados y se me ríen en las narices. Me di cuenta de que hay todavía mucho vasco absurdo y atrasado, desde luego están más atrasados que nosotros, lamentablemente: mucho tiro y mucha bomba, pero luego, nada. Entre ellos seguían hablando español como si tal cosa, solo soltaban de vez en cuando unas palabras en euskera, que a mí me sabían a gloria, aunque no las entendiera, pero por mucho que les decía que siguieran, volvían enseguida al castellano. Bastante atrasados, créame, y hasta sospecho que se cachondeaban de mí, y a través de mí, de los catalanes. Claro que también debemos comprenderlos, pues no tienen una cultura humanista y científica de nuestro nivel.
Pues, como le iba diciendo, nunca podré olvidar la estancia en Delfos, con las preciosas explicaciones que nos dio Yorgos a los catalanes (no faltaban algunos botiflers, pero a esos, ni caso, ya puede usted imaginarse). Enseguida congeniamos, y nos enseñó cosas que normalmente no se explican a los turistas, como el olivo del cual se ahorcó Alejandro Magno después de una borrachera monumental, o la roca desde la que se tiró un filósofo cantamañanas llamado Aristóteles, porque le deprimía el paisaje de Delfos, o la higuera de la cual hizo Julio César su bastón de mando, con el que mató a palos no recuerdo bien si a Sócrates o a Homero, por un asunto de cuernos, parece ser. Y así otras muchas cosas sumamente instructivas, en que no me extiendo porque lógicamente usted las conocerá mucho mejor que yo.
Le hice observar que aquellas gentes tenían unas costumbres algo bárbaras, y que seguramente les habría hecho mucho bien un mayor contacto con nuestro talante carolingio, pero, claro, en aquellos tiempos no era como ahora, que en un par de horas o menos sales de Barcelona y te colocas en Atenas. Viajar era más difícil y más arriesgado, además eran más pobres, y pocos podían pagarse un billete de Delfos a Cataluña. A mí me extrañó lo de Aristóteles, porque no veía yo cómo el paisaje de Delfos podía deprimir a nadie en su sano juicio. Seguramente al tío se le había reblandecido algo la mollera, de tanto filosofar. Era un paisaje bastante imponente, lo admito, no tanto como el de Montserrat, pero que no estaba mal tampoco, así que le dije a Yorgos, y le hizo mucha gracia, que si Aristóteles llega a venir a Montserrat, ya es que no se tira de una roca, es que se muere de un infarto con solo verlo. Por cierto que aproveché para hablarle largo y tendido de Montserrat, y Yorgos prometió que el año próximo se acercaría por allí. Porque si nosotros vamos a Grecia a soltar nuestros euros, que vengan ellos a Cataluña a soltar los suyos, vamos, digo yo. Ya ve usted cómo no desperdicio ocasión de hacer país.
Y aquí corto, admirado profesor, porque me doy cuenta de que me alargo demasiado y no quiero aburrirle. Me gustaría que hiciera usted circular este pequeño testimonio de patriotismo y de apoyo en su noble campaña de clarificación que podríamos titular “¡todos juntos contra el imperialismo español, pero no revueltos!”. Necesitamos auténticos líderes intelectuales como usted”.
http://www.intereconomia.com/blog/presente-y-pasado/una-feminista-y-amor-azana-y-guernica-viaje-grecia-20121106

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