Reunión de los lunes
martes, 11 de agosto de 2009
El veraneo, con y sin hijos, de 3 divorciadas
• Tres mujeres hablan de cómo gestionan sus vacaciones solas, las de sus hijas y las que hacen conjuntamente. Un encaje de bolillos.
CATALINA GAYÀ
La primera en llegar es Anna Miralles; luego Patrícia Ferrer y apresurada lo hace Cae Piñol. Empieza la charla. Café con hielo, cortado, café solo. Hace una semana, las tres accedieron a participar en una charla entre mujeres, entre madres, con una pregunta inicial: «¿Siguen siendo un tabú estar unos días de vacaciones sin los hijos?». Las tres son mujeres emprendedoras, madres y divorciadas. En el mail, las tres explicaban que, pese a lo que se dice en voz alta, estar unos días sin los hijos es «saludable». A la charla, también estaban convocadas otras dos mujeres, madres y no divorciadas. No pudieron llegar y lo que nació fue un diálogo entre tres mujeres que tienen hijos, viven con ellos, dos se separaron recientemente y otra, ya hace años, y tienen que plantear sus vacaciones y las de sus hijos. ¿Juntas? ¿Separadas? Solo una advertencia. Patrícia Ferrer bromeaba, al final de la reunión, si este reportaje se titularía “malas madres”.
El tabú de decir en voz alta que la madre es mujer, persona y que necesita tiempo para ella sigue vigente en el 2009. Si se avecinan las vacaciones, el juego es de bolillos: gestionar tiempo, dinero y cuadrar agenda con el padre. No es fácil.
En este diálogo a tres hay consejos y hasta confesiones. Cada quien aplica un modelo propio; eso sí, las tres argumentan que son madres, pero también mujeres.
Anna: Hay una sobredimensión de la maternidad. A partir de que eres madre, te ven solo como madre. Siempre tengo que justificar que sin la niña estoy bien.
Patrícia: Socialmente te dicen que tienes que estar con los hijos y tienes que sentirte mal si no es así. Mi hijas son adolescentes, pero cuando eran pequeñas sentía que me gustaba estar sin ellas y que eso me generaba un sentimiento de culpa. No es que desees que se vayan, pero me lo pasaba bomba sin ellas. Los hombres no tienen estos dilemas. En casa, yo soy cocinera, maquilladora, psicóloga y además trabajo. Cuando no están, soy otra. En verano, estoy sin ellas casi una par de meses y lo disfruto.
Cae: Este verano estaré 15 días en Barcelona con las niñas trabajando, luego en agosto estaré 15 días sin las niñas y me voy a Mallorca. Luego, con ellas al pueblo de mis padres. En julio, he estado 15 días sin ellas y he recuperado la vida social.
P: Yo creo que las cosas han cambiado. Me separé en 1999 y pareciera que ha pasado un siglo. Entonces cuando pedías compartir el tiempo con el padre, te decían: ‘¿Qué pasa con esta madre que no quiere estar con sus hijos?’. Ahora es diferente. Claro que sigue pareciendo que la madre no tiene vida propia.
A: Yo estoy en un rol de maternidad sola. Me separé cuando mi hija tenia un año y tiene 3. El primer fin de semana sin ella lo pasé muy mal; ahora voy gestionando las vacaciones con su padre, cuadrando horarios. Con una niña de tres años, no es importante el lugar de las vacaciones mientras haya arena y un cubo.
C: En diciembre, me fui a Marruecos con unos amigos. Era la primera vez que me iba sin ellas. Aluciné porque hasta el momento en que tenía que llamarlas, no me acordaba de ellas. Esto puede parecer un poco de madre desnaturalizada. Hasta yo misma me preguntaba: ‘¿Cómo puede ser que esté disfrutando?’. En Semana Santa me fui a Estados Unidos. Te sorprende que habiendo estado enganchada a tus hijas, de repente, no estés pensando en ellas.
P: El 28 de julio yo me voy a Chicago casi tres semanas a ver una amiga. Ellas se van con su padre y no me preocupan porque están con él. Me podría haber ido ahora, pero no me atrevía a irme porque mi hija pequeña está en un campo de trabajo y su padre viaja con frecuencia. Pensaba que si pasaba algo no estaríamos aquí ni el uno ni el otro.
A: Yo soy maestra. En julio, nos repartimos los días por semanas y en agosto, por decenas. La primera semana he estado en Reus, pero la he dejado en la guardería como si trabajara. Ahora nos vamos al Delta del Ebre a casa de una amiga. En agosto, me voy 10 días a Fuerteventura con ella. Me quedarán 10 días colgados en agosto sin ella. Aquí se abre una pregunta: ¿Con qué me gasto el dinero, con la niña o sin la niña?
El tema es un tabú. Por un momento, se hace un silencio en la mesa. Lo rompe Patrícia.
P: Yo he tendido siempre hacerlo con las niñas.
C: Este es el primer año en que estoy separada y este verano casi toda la inversión la he hecho en mí misma. No me siento culpable.
P: El primer año yo recuerdo que también lo hice así. Lo bueno de tener hijas adolescentes es que ellas entienden que tienes derecho a tener tu vida. Por ejemplo, este año yo tengo poco dinero y les dije que no haría un viaje sola y que me iría con ellas de vacaciones, y fueron ellas las que me animaron a no renunciar a mis vacaciones.
A: Yo quiero preguntaros algo. A veces me gustaría decirle a mi hija que la extraño cuando no está, pero no sé si es esto es cargarla.
P: No le digas que estás en casa sola; solo que la extrañas.
C: Yo les digo que disfruten, que se diviertan, que yo también lo hago. Ellas me dicen que no me echan nada de menos y eso para mí es fantástico, señal de que están muy bien, pero, por supuesto, que tengo muchas ganas de verlas.
La charla se acaba. Las tres se levantan. Poco a poco recuperan el rol de mujer, de madre, de trabajadora. Anna se va a buscar a su hija. Cae, tiene trabajo en casa. Patrícia aún sigue hablando un rato.
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