Imagen de archivo del proceso de análisis de ADN en un laboratorio
JOSÉ TORRES. MÁLAGA No es lo común, pero no son pocos los casos conocidos en los que un hombre duda de su paternidad, una realidad que va mucho más allá de la prensa del corazón. La incertidumbre también aparece en familias anónimas, independientemente de la edad y la clase social. Las sospechas pueden ir en todas direcciones. Desde el joven soltero que quiere demostrar que no es el progenitor de un bebé producto de una relación única o esporádica, hasta el anciano que a la vejez quiere quitarse la espina que tantos años ha llevado clavada en su confianza. En el otro extremo, aparece la madre que no tiene demasiado claro quién es el padre de su hijo.
En cualquiera de los casos, la solución pasa por la famosa prueba de ADN, esa huella única e irrefutable que pasa de padres a hijos y que cada vez más malagueños deciden comparar.
Lo impensable hace unas décadas es hoy una realidad visible en numerosos laboratorios que, en apenas unos días, dan la buena o la mala noticia. Uno de ello es Biofac, un laboratorio con varias sedes en la Costa del Sol y cuya central se encuentra en Fuengirola.
Marta García, directora técnica del laboratorio, confirma esa tendencia al alza en los últimos años con un denominador común: el conflicto.
«Lo normal es que vengan personas con una separación o divorcio de por medio», señala García, quien añade que el perfil de los que acuden a su laboratorio es bastante variado.
Por supuesto, ellos son mayoría, y el grueso los forman jóvenes que se mueven entre los 30 y los 40 años que tienen algún tipo de sospecha, pero también han atendido a un anciano de más de 70 años que quería comprobar si su hijo, de 40, tiene su mismo código genético.
Resultados
«Casi todos los análisis que hacemos dicen que sí son los padres, pero a veces surge la sorpresa», añade la portavoz de Biofarc.
García recuerda un caso en el que un recién separado acudió a su laboratorio. El ADN confirmó que el hijo que había criado no era suyo, pero lejos de enfurecer o hundirse, «se quedó completamente aliviado». Más triste fue el resultado de una prueba realizada a una familia procedente de La Línea que se plantó en Fuengirola para confirmar si la persona que les acompañaba era su hijo, uno de los niños que fueron robados durante el franquismo. El resultado fue negativo.
Cada caso es un mundo único. Y además del sentimiento paterno, pueden entrar en juego circunstancias económicas o incluso familiares.
En Biofac, incluso, perciben una mayor llegada de hombres por la presión de su familia. Los rumores pesan tanto como la influencia de sus padres, sobre todo de las nueras. «Los hijos de mi hija, nietos míos son. Los de mi hijo lo son... o no lo son», dice el refrán.
La garantía es total. García resume el proceso como la verificación de miles de genes: «Cada gen tiene dos alelos, uno heredado de la madre y otro del padre. Contrastamos el alelo paterno las veces necesarias hasta que la certeza es del 99,99%».
Aunque al laboratorio llegan personas con todo tipo de objetos (cepillos de dientes, peines o chicles) Marta García defiende la seriedad del proceso.
«Normalmente trabajamos con muestras de sangre, aunque a los bebés les tomamos saliva. Exigimos el DNI a los adultos, libros de familias, fotos de los menores y la presencia de los mismos para conocer los genes que tenemos entre manos».
En la actualidad, un análisis de ADN puede revelar si se posee el gen que hace posible la tez pelirroja en los descendientes o si alguno de sus ancestros viene del linaje de los judíos.
http://www.laopiniondemalaga.es/malaga/2011/01/31/analisis-adn-quiero-padre-hijo/398507.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario