Alejo Vidal-Quadras (Barcelona, 1945), Doctor en Ciencias Físicas y Catedrático de Física Atómica y Nuclear
Así he conocido que uno de los planes del hexapartito, afortunadamente abortado por el resultado de las pasadas elecciones del 22 de mayo, era una Ley de Igualdad autonómica absolutamente espeluznante. De acuerdo con este proyecto normativo, un nuevo totalitarismo amenazaba con implantarse en el archipiélago en virtud del cual no habría paso dado por la Administración o por los servicios públicos a cualquier nivel que no fuera tutelado, dirigido y controlado por un conjunto de órganos específicos encargados de velar por la susodicha igualdad.
La Ley preveía la creación de un Observatorio para la Igualdad, una Comisión del Gobierno para la Igualdad, un Consejo para la Igualdad de Género y un Consejo para la Participación de la Mujer, sin olvidar mantener y reforzar el Instituto Balear de la Mujer. Una pesadilla formada por impulsores de políticas de igualdad se disponía a invadir escuelas, hospitales, empresas e instituciones diversas, mientras la obligatoriedad de introducir evaluaciones de impacto sobre la igualdad en toda la legislación hubiera deteriorado aún más la competitividad de una Comunidad ya muy castigada por la reciente etapa socialista-pancatalanista. Imaginemos por un momento que, tras los próximos comicios generales, un Ejecutivo central del PP llevase a las Cortes una Ley de Garantía de Mérito que dictase que para ser nombrado ministro, presidente de Comunidad Autónoma o miembro de un órgano constitucional del Estado, los posibles candidatos deberían someterse a un test psico-técnico que asegurase su estabilidad emocional y un coeficiente intelectual mínimo, una prueba de cultura general, un examen de inglés elemental y otro de rudimentos de economía.
Sin duda se consideraría tal pretensión disparatada, discriminatoria y absurda, y sus proponentes serían ridiculizados y escarnecidos en los medios. Pues bien, la misma arbitrariedad ideológica informa una hipotética ley de garantía de mérito como la descrita y una ley de igualdad como la preparada por Antich y sus secuaces en sus postrimerías y tan legítimo es el principio de mérito para ocupar cargos públicos como el de igualdad de género. La diferencia es que el primero no ha adquirido la eficacia como arma ideológica que ha alcanzado el segundo porque la izquierda suele imponerse en la batalla de las ideas por su prepotencia y agresividad y por la desidia, el acomplejamiento y la inseguridad de su adversario. En la confrontación democrática por diseñar la buena sociedad el campo en el que se decide el resultado es el cultural y es ahí donde hay que concentrar el esfuerzo con la vista puesta en el largo plazo. Del enemigo, el consejo o, lo que es lo mismo, hay que releer a Gramsci.
http://www.intereconomia.com/blog/prohibido-pisar-flores/arbitrariedad-ideologica-20110720
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