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lunes, 2 de enero de 2012

Violencia versus Violencia de Género

Domingo, 1 de Enero de 2011
Por Manuel Olmeda Carrasco
Hace días, la señorita Pajín esgrimió las declaraciones de Ana Mato, su sustituta al frente del Ministerio (cuando tasó el crimen de Roquetas como "violencia en el entorno familiar"), para demostrar -por enésima vez- que la ignorancia es muy atrevida. Con desparpajo, fruto intrínseco del dogmatismo, la censuró definiendo el luctuoso hecho violencia de género porque "a veces se produce fuera de la casa". El argumento, sofista, confunde la carga familiar, afectiva, del vocablo entorno con esa acepción física del mismo. Tal yerro, fuese voluntario o a causa de tinieblas, tiene poca excusa. Insistió que "a las cosas hay que llamarlas por su nombre" ponderando, de paso, su desconocido crédito semántico. La ONU, a quien asignó autor y garante del complemento que ella acompaña al vocablo violencia, agrega "contra la mujer". Nuevamente dejó testimonio de indocta o farsante compulsiva.
Se considera violencia todo daño anatómico o moral producido, generalmente, por un desequilibrio. Cierto, la violencia emana del abuso de poder en su aspecto social o de la perturbación en la esfera individual. Asimismo surgen manifestaciones violentas, aparte el terrorismo irracional, contra colectivos frágiles, minorías étnicas y clases de inferior aprecio. Mengua la preocupación pública ante anómalos arrebatos maniacodepresivos que generan perversidades execrables. En sentido estricto, no suele acompañarse de epítetos porque quien la padece es la persona; por tanto el concepto es universal e igualitario, alejado simétricamente de ideologías e intereses. A ella se opone el derecho natural (fuente de todos los códices incluido el que legitima costumbres y tradición) atemporal e independiente de contextos históricos.
Vladimir Jankélévitch apuntó que la debilidad no tiene con frecuencia otro síntoma que la violencia. Su tesis fue ratificada, de forma empírica, por el Juez de Familia señor Serrano que sufrió persecución y vilipendio por atreverse a salir del cauce, a abandonar el redil. A su práctica debería rendirse doña Leire (su impericia) y la pléyade de progrefeminismo que rumia el mismo alimento sectario. El citado juez denunció lo abusivo que suponía para el hombre la Ley Integral Contra la Violencia de Género dejando la puerta abierta a la reacción deseperada; una suerte de huida impotente hacia adelante. El abandono que entrañaba para el varón le llevó a compararla con Guantánamo porque "cuando a un hombre se le denuncia, a la cárcel y la llave tirada". Voces expertas afirman sin recelo el carácter contradictorio de la ley. Así lo verifican sus consecuencias.
A costa de la autovía Madrid/Valencia (al estreno de mil novecientos noventa y cuatro) en el tramo que debía sortear Contreras, los agricultores de la zona, gravemente afectados por la proyectada Reserva Natural que Bono ideó para argüir sus lances políticos con Borrell, a la sazón máximo responsable del MOPTMA, hicieron acopio de información precisa a fin de contraargumentar las tenues razones de la Administración Autonómica. A sus manos llegó un informe de la UGT, nada sospechosa de antagonista, en el que proclamaba causa primera de los siniestros la excesiva protección del medio. Dicho testimonio acredita, doblemente, que extralimitar la guarda alienta el efecto inverso.
El maltrato femenino siempre se produce en el entorno familiar, no importa a qué cultura pertenezca. Lapidaciones o ablaciones de clítoris las promueven los propios deudos, bien por mancilla impropia, bien por tradición atávica. Otras agresiones nada tienen que ver con el sexo; sí se incluyen en el ataque indiscriminado a los derechos del hombre, generalmente observado en países tercermundistas o escenarios precisos del llamado primer mundo. Nuestra civilización, porfiando lo expuesto, suele tratar a la mujer con sistemática deferencia. Tanto el machismo decadente como el feminismo militante, son apéndices y excesos extemporáneos, exóticos.
Cuando la ley se ideologiza pierde apoyos y, por tanto, eficacia. El Código Penal bastaba para corregir cualquier transgresión física. Esta ley novedosa satisface las excentricidades de cierto lobby, suena bien, atrae partidarios interesados; pero no añade ningún dividendo. Por contra, se oponen a ella la Asociación de Fiscales, jueces y demás juristas por perpetuar "el delito penal de autor"; es decir, merecer diferente pena según quien perpetre el delito, en oposición a la igualdad que consagra la Constitución. Asimismo pone en cuarentena el derecho a la presunción de inocencia. Arribismo e intransigencia estimulada, burlan el Derecho Natural, los derechos humanos y la Carta Magna.
Para terminar, sólo me cabe indicarle a la señorita Pajín una cita de Sue Grafton: "Si no tienes la mente abierta, también debes cerrar la boca".
 http://www.vocesdecuenca.com/frontend/voces/Violencia-Versus-Violencia-De-Genero-vn16175-vst113?mid=56

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