El protagonista es un catedrático de la universidad Complutense, José Luis Graña, que dirige un programa en donde los varones condenados por violencia se comprometen a la asistencia de su programa de rehabilitación en defecto de entrar en prisión, siempre y cuando la pena permita acogerse a esta medida.
Sus afirmaciones de que es posible que una persona que ha ejercido la violencia contra una mujer cambie su actitud seguro que resultan molestas para el feminismo. También afirma que estos hombres se sienten víctimas a su vez, y es que en este caso particular de la violencia de género hay que apuntar que desde el principio de la actuación policial ya se produce un maltrato sobre el acusado, pues rompiendo el derecho a la presunción de inocencia, es directamente detenido y tratado como culpable, al cual se le traslada y encierra en un calabozo hasta que sea puesto a disposición judicial, y ello puede tardar incluso días. En los casos en donde la agresión es mutua, es decir, el hombre ha agredido a la mujer, pero la mujer también ha agredido al hombre, la pena del hombre siempre es tratada de forma mayor a la mujer, con lo cual cualquier hombre, maltratador o no, tiene motivos para sentirse una víctima del sistema. Éstos quienes realmente fueran de alguna forma culpables, en mayor o menor medida, pues los que son condenados bajo hechos falsos, y luego ven a la ex mujer riéndose y disfrutando de su desgracia, ¿cómo se sentirán? Y sino que se lo digan a José Antonio Santos, que fue encerrado de forma provisional 11 meses en una prisión, y encima ha perdido todo contacto con su hijo, pues la madre se ha encargado de que el menor piense que la culpa de las consecuencias derivadas de esas denuncia falsas es del padre. Este próximo marte será juzgada en Sevilla. El vídeo de la entrada es de esta mujer que hablamos.
Fuente:
Roberto Lopez
http://www.elmundo.es/espana/2015/08/13/55cba613e2704e28388b4593.html
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