Martes, 23 de agosto de 2011
“Los hijos en el medio” entrega algunas guías para que los padres sepan cómo manejarse en las distintas etapas
El divorcio es una situación que no sólo afecta a la pareja, sino que también influye radicalmente en la vida de los hijos. A pesar de esto, se trata de una decisión que toman adultos y en la que los niños generalmente no tienen mucho que decir.
Sin embargo, en "Los hijos en el medio" (Del Nuevo Extremo) la psicóloga Silvia Salinas y la comunicadora Ana Tempelsman, se encargan de “dar voz” a esos hijos y de mostrar "a partir de relatos y vivencias (…) el impacto de la separación de los padres".
La idea central del texto es que el divorcio genera un dolor profundo e inevitable. Sin embargo, en muchos casos, también hay un sufrimiento adicional que es posible prevenir. "Y la manera en que los padres se comportan y manejan la crisis es la clave que determina qué tan traumática resulte la experiencia para los hijos", sostienen las autoras.
En este sentido, Salinas y Tempelsman, madre e hija en la realidad, postulan que la separación impacta de diferente manera en los hijos según su edad. De esta manera, entre los cero y los tres años los niños son muy vulnerables, por lo que fácilmente pueden experimentar sensaciones de inseguridad. La solución está en entregarles objetos (chupete, mantas, etc.) que los ayuden a sentirse seguros y tranquilos, sobre todo si tienen que moverse de una casa a otra. También es importante explicarles el divorcio de forma sencilla, por ejemplo diciéndoles "mamá y papá van a vivir en casas separadas".
Según las autoras, en esta etapa es crucial que los niños no pasen mucho tiempo sin ver al padre con quien no conviven, ya que les cuesta volver a entrar en confianza. "Lo mejor, en estas situaciones, es aumentar el tiempo compartido. A medida que el bebé crezca, va a entender que la relación con el padre continúa a través del tiempo, a pesar de que no lo vea tan seguido", recomiendan.
En el caso de los niños de cuatro a seis años, la atención hay que ponerla en el tema de la seguridad, ya que "son muy propensos a pensar que causaron la separación". Asimismo, "ya que un padre se fue de la casa, pueden temer que el padre con el que conviven también se vaya". Además, "temen ser reemplazados: les preocupa que sus padres se vuelvan a casar, tener hermanastros".
Por todo esto, es fundamental en esta etapa que los padres les expliquen a sus hijos que se van a separar, decirles que ellos no fueron la causa y que siempre van a ser amados.
A los niños de siete a diez años, "la hostilidad interparental les resulta particularmente dolorosa". Por esta razón, es normal que intenten reunir a los padres o actúen de intermediarios, que hablen con cada padre sobre el otro. La idea de que fueron la causa del divorcio sigue rondando en sus cabezas.
Como a esa edad ya tienen una vida social importante, es imprescindible darles "explicaciones claras y prácticas sobre las consecuencias e implicaciones de la separación: qué va a pasar con su vida, a qué colegio van a ir, cuándo van a ver a sus amigos y a cada uno de los padres". También hay que poner atención al tema de las lealtades, por lo que las autoras aconsejan no criticar al otro padre delante de los hijos.
Los púberes, es decir, los niños de 11 a 14 años, enfrentarán el divorcio de sus padres intentando saber quién tuvo la culpa. Además, es probable que tiendan a apoyar más a uno que a otro. Así, es importante explicarles los motivos de la separación, pero teniendo cuidado de "no compartir información de más".
La última etapa son los adolescentes de entre 15 y 18 años, edades en que se están distanciando de sus padres para armar su propia vida, es decir, son personas más independientes. En este período el mayor problema es la comunicación, por lo que la sugerencia de las autoras es escucharlos. También se corren algunos riesgos, como que los jóvenes sientan que tienen que hacerse cargo del padre que ellos consideran más débil, asumiendo un peso demasiado grande y postergando sus emociones la mayoría de las veces sin darse cuenta.
La importancia de la expresión
Según las autoras, en el tema del divorcio resulta fundamental que los hijos, especialmente los más pequeños, puedan expresar sus sentimientos. De esta manera, los padres deberían "entender que los chicos tienen derecho a sentir lo que sea que sientan. Y no descalificarlos. Validarlos, darles permiso de ser", afirman.
¿Cómo se logra esto? Una opción es escucharlos, tratar de identificar sus sentimientos y, por supuesto, aceptarlos y comprenderlos. En el fondo, aceptar sus emociones y "evitar la tentación de proveerles una solución". También hay cosas que no hay que hacer como criticarlos, amenazarlos, minimizar lo que les pasa o ridiculizarlos.
Asimismo, las actividades que conectan con los sentidos, con la creatividad, con las emociones, pueden ayudar a "procesar el duelo".
"Ayudar a los chicos a expresarse es muy bueno. Y hay diversas formas para hacerlo, algunas más adecuadas para cada edad que otras. Puede ser contar historias, leer cuentos, jugar con títeres, armar obras de teatro, actuar, jugar con muñecos, hacer dibujos. Todo lo que ayude a los hijos a ponerse en contacto con sus emociones y les permita liberar o canalizar sentimientos que no pueden, no quieren o no saben cómo expresar", afirman.
Fuente:
emol.com
http://www.analitica.com/va/medicinaysalud/opinion/4528442.asp