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miércoles, 31 de agosto de 2011

El maltrato infantil nunca es aceptable

31 de Agosto de 2011
¿QUÉ EMPUJA A LOS MENORES A LA VIOLENCIA?

1. FACTORES ASOCIADOS A LOS PADRES, FAMILIARES Y AMIGOS:
» Antecedentes de maltrato, desatención física o emocional severa.
» Desestructuración familiar.
» Carencia de experiencia en el cuidado del niño, de sus características evolutivas y necesidades.
» Deficiencia mental, inestabilidad emocional, depresión, inmadurez, pobre autoestima y problemas psicológicos o psiquiátricos.
» Aislamiento social.
» Alcoholismo y otras drogodependencias.
» Prostitución.
» Delincuencia.
» Hijos no deseados.
» Padres adolescentes.
» Modelos inadecuados de disciplina.
2. FACTORES ASOCIADOS AL NIÑO Y ADOLESCENTE:
» Discapacidades, minusvalías psíquicas, defectos congénitos y problemas de salud crónicos.
» Hiperactividad.
3. FACTORES ASOCIADOS AL NIVEL SOCIOECONÓMICO Y CULTURAL:
» Desempleo, inestabilidad laboral, pobreza y hacinamiento.
» Aprobación cultural de la violencia y el castigo físico.
» Alta movilidad, con cambio de domicilio frecuente.
» Exceso de vida social, de trabajo o competitividad.
EN ESPAÑA SÓLO SE DETECTAN ENTRE EL 10 Y EL 20 POR CIENTO DE LOS CASOS
Aunque nos parezca mentira, el maltrato infantil es una realidad en nuestro país y ni es un mal menor ni sucede en contadas ocasiones. De hecho, se estima que se da con una prevalencia que se mueve en torno al 5-15 por 10.000 menores según las distintas Comunidades Autónomas. Por desgracia, sólo se detectan entre el 10 y el 20 por ciento de los casos. Y es que el hecho de que habitualmente el maltrato suceda en la privacidad del ámbito familiar, que existan límites conceptuales imprecisos que den cabida a interpretaciones distintas de un mismo suceso y que en la práctica tanto el diagnóstico como la intervención no estén exentos de problemas no sólo influyen en este infradiagnóstico sino también en las dificultades para conseguir datos que reflejen la realidad, explica la doctora Carmen Martínez González, pediatra de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap). En este sentido, el pediatra es el profesional de la salud que mejor conoce al niño, al adolescente y a su familia y, por tanto, puede detectar, tratar o derivar los problemas de violencia con mayor efectividad.
La negligencia, es decir la falta de cuidado, es el tipo de maltrato infantil más frecuente, pero en la actualidad asistimos al auge de formas sutiles, sin violencia física, como el síndrome de alienación parental, que se podría incluir dentro del maltrato psicológico. A veces, en este contexto, padres afectiva y funcionalmente normales, son denunciados por su pareja y convertidos en sospechosos de abusar de sus hijos ante el menor síntoma, como una leve irritación de la zona del pañal o la más mínima verbalización incluso de niños que apenas hablan. Para el manejo de estas situaciones no hay recetas ni protocolos, "pero poner en marcha toda la maquinaria legal para intervenir ante sospechas poco justificadas puede ser tan dañino como dejar de intervenir en aquellos casos necesarios", asegura la doctora Martínez.

Bullying

Pero no sólo los padres agreden a los niños. La violencia se ha hecho un hueco entre los niños y los adolescentes y el conocido como 'bullying' o acoso escolar es un buen ejemplo de ello. En Estados Unidos ya se habla de una epidemia y no es para menos, ya que se estima que el maltrato entre iguales en la escuela afecta al 29,9 por ciento de los niños y jóvenes escolarizados. En España estamos aún lejos de estos datos, pero no podemos quedarnos con los brazos cruzados. El 'bullying' ya alcanza al 17 por ciento de la población escolar y en nuestra mano está ponerle freno pues, en opinión del doctor Patricio José Ruiz Lázaro, pediatra de la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (SEPEAP), al igual que las medidas de salud pública han logrado prevenir y disminuir las enfermedades infecciosas en la infancia, "la violencia que afecta a menores es un problema también de salud pública que se puede prevenir y disminuir sus efectos". La solución pasa por cambiar los factores que contribuyen al desencadenamiento de la violencia y que, por tanto, incrementan el riesgo de que los menores se conviertan en víctimas o agresores. Y es que comprender estos factores "es esencial para formular políticas y programas eficaces de prevención de la violencia en menores", apunta.

Mala para todos

La violencia entre niños y adolescentes no beneficia a nadie. La víctima vive atemorizada, no rinde en el colegio, sus relaciones sociales empeoran y tendrá que hacer frente a secuelas psicológicas. Las agresores son de por si dominantes, impulsivos y tienen problemas para controlar la ira. En medio de la violencia, su empatía disminuye y su falta de tolerancia se refuerza. Además, están hipotecando su futuro, de modo que el 60 por ciento de los menores que acosan en el colegio cometen algún delito antes de los 24 años, perpetuando la violencia y trasladándola al ámbito laboral, familiar o vecinal. Y los observadores ven la violencia como algo normal y con su pasividad, aunque no apoyen al agresor, colaboran en el maltrato. No en vano, actualmente gran parte de los adolescentes creen que la violencia es algo normal e inevitable. Una investigación que coordina el doctor Ruiz Lázaro ha recogido frases en las que se muestran creencias erróneas y actitudes que no ayudan a prevenir la violencia y dificultan la convivencia: "las cosas de la calle se resuelven en la calle: a hostias", "si te provocan y no entras al trapo y no pegas, no te respetan, y si no te respetan no eres nadie", "a veces estoy nervioso, necesito descargar la tensión y pegar a alguien", etc.

LOS PEDIATRAS RECOMIENDAN...

1. Ampliar el horario de uso de las infraestructuras sociales, educativas, culturales y deportivas en las que poder realizar actividades que favorezcan la creación de vínculos saludables, amistad e integración como prevención. Ofertar alternativas saludables de ocio y tiempo libre a los adolescentes para que puedan relacionarse con otras personas de forma saludable. Comenzar a elaborar estrategias que eviten el aislamiento, favorezcan la integración y la cohesión social y permitan superar situaciones con gran carga de agresividad y violencia que se dan hoy en día en la comunidad, incluida la vida política.
2. Generar espacios de reflexión e intercambio entre los distintos agentes sociales para favorecer el análisis de situaciones en donde predominen conductas violentas, encontrar propuestas, como ponerse en el lugar del otro, con las que cambiar determinadas actitudes e instalar el diálogo para restablecer valores como la igualdad y el respeto mutuo y rechazar sus obstáculos, como el racismo y el sexismo.
3. Contar, necesariamente, con la participación de los jóvenes para realizar las actividades de prevención de la violencia.
4. Fomentar una educación que desapruebe clara y explícitamente la violencia de cualquier tipo y promueva la igualdad de género desde que los niños son pequeños, tanto en el ámbito familiar como escolar.
5. Animar a los adolescentes a participar en programas de educación sexual y, a los padres, en actividades de educación para la salud que incrementen sus habilidades educativas y afectivas, como son la educación maternal preparto o las escuelas de padres.
6. Mejorar la formación del personal sanitario y de los profesores para detectar situaciones de riesgo importante, susceptibles de apoyo y seguimiento desde los servicios sociales.

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