La Audiencia entiende que ha de aplicarle la pena mínima por asesinato porque el jurado pidió el indulto
8/12/2010
El jurado popular la declaró culpable de matar a su marido a golpes, el fiscal pidió que se le impusiese un castigo de 18 años de cárcel como autora de un delito de asesinato, y el juez rebajó la condena a 15 años al entender que ha de aplicarse la mínima pena porque la mujer se entregó y porque el tribunal del jurado pidió su indulto.
A María Teresa Sola le queda ahora esperar a los recursos y, si estos no le son favorables, aguardar a que el Gobierno la indulte, tal y como solicitó el jurado popular en su veredicto, que aunque la declaró culpable de asesinato, pidió que el Ejecutivo la perdone «porque ya bastante condena padeció la procesada al vivir con un maltratador durante 30 años».
Pero para el perdón, si es que llega, habrá que esperar, cuando menos, más de un año. Esta mujer está en la cárcel de Teixeiro cumpliendo una pena de 15 años de prisión porque asesinó a su marido al propinarle en la cabeza alrededor de 20 golpes con una mancuerna. Lo hizo cuando el hombre estaba en cama, tranquilo y sin imaginar ni por asomo que su esposa iba a ir contra él.
Según la sentencia emitida ayer por la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de A Coruña, María Teresa Sola y su esposo, Miguel Ángel Vilar, se encontraban en su casa del número 14 de la calle Gil Vicente, en A Coruña, el 29 de mayo del 2009. El hombre estaba tumbado en la cama matrimonial viendo la final de la Liga de Campeones entre el Barcelona y el Manchester United. Junto a él, una pesa. De las que siempre usaba cuando veía la tele, pues la víctima practicaba culturismo y pasaba horas al día levantando mancuernas. Durante el descanso del partido, la mujer cogió la pesa y comenzó a golpear a su marido hasta llevarlo a la muerte. Se cree que le dio veinte veces. Luego llamó a su hija por teléfono, le dijo que la quería ver y se acercó en taxi a un bar para recogerla. De allí se dirigieron al piso de la joven y en la vivienda le confesó: «Creo que maté a tu padre». Las dos se fueron a la comisaría. María Teresa Sola se dirigió al policía de la puerta y le dijo que había matado a su esposo. Desde entonces está privada de libertad.
El juez, atendiendo al veredicto del jurado, explica en su sentencia que la mujer no pudo actuar en defensa propia porque las propias palabras de la procesada así lo indican, pues reconoció que su esposo «estaba tranquilo en la cama y no pensaba». Esta declaración, añade el magistrado, «permite apreciar que la víctima, cuando fue agredida, estaba desprevenida». Además, el cuerpo «no mostraba heridas de defensa». Habla también el juez de la clara diferencia de fortaleza entre la condenada y su esposo. En esas circunstancias, lo lógico es pensar que el hombre estaba desprevenido. «La lógica y la experiencia nos enseñan que quien se enfrenta a un agresor indefectiblemente tiene que dejar en la víctima marcas claras y plurales de la lucha para vencer esa resistencia, nada de lo cual consta en este caso», concluye el magistrado. Además, el dormitorio donde se produjo el crimen estaba en perfecto estado y en orden, sin signos de lucha, «siendo elemental inferir que quien se apercibe de que va a sufrir un ataque despliegue una resistencia activa y total, enfrentándose al homicida».
De la lectura de la sentencia se deduce que María Teresa se condenó ella misma al explicar cómo estaba su esposo justo antes de descargar la pesa sobre él: «Estaba tumbado en la cama, tranquilo y no pensaba». Decir eso es lo mismo que reconocer que «su esposo estaba indefenso cuando le atacó con la mancuerna». El jurado introdujo esa frase de la acusada varias veces en el veredicto para fundamentar el fallo. Con esa declaración «queda probado» que María Teresa no mató al marido en medio de una pelea para defender su vida. Es más, la procesada también reconoció en el juicio que aquel día en concreto su marido no le había pegado.
Lo que motivó su ira fue, según confesó, que le hubiese llamado puta a su hija, una joven que sufrió abusos sexuales de su padre desde muy pequeña. Por eso apoyó a su madre y de él se limitó a decir en el juicio que «donde está ya no le puede hacer daño a nadie más». Lo que no consideró probado el jurado es que la procesada le administrase somníferos al marido para dormirlo, tal y como sostenía el fiscal.
http://www.lavozdegalicia.es/galicia/2010/12/08/0003_8896783.htm
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