Lunes 29 de agosto de 2011
Elena Máñez, en su despacho del Instituto Canario de Igualdad en la capital tinerfeña. carsten w. lauritsen
NAIMA PÉREZ Vinculada durante los últimos veinte años a la lucha activa por la igualdad y los derechos de las mujeres en Canarias en diversos colectivos y asociaciones, Elena Máñez da el salto al Gobierno de Canarias procedente del Cabildo grancanario, institución en la que desempeñó en este último mandato la labor de coordinadora insular de Igualdad. Se declara feminista y lamenta la mala prensa que el concepto tiene hoy en muchos sectores de la sociedad, que denostan el término al considerarlo la antítesis del machismo. Admite que hoy día es "muy difícil" compatibilizar la labor de ser madre y tener una trayectoria de responsabilidad y éxito profesional. No obstante, como en todo, hay excepciones. Ella podría ser una.
–¿Qué le parece que el antiguo Instituto Canario de la Mujer (ICM) cambiara no hace mucho tiempo su nombre a Instituto Canario de Igualdad (ICI)?
–Me parece una medida positiva, porque cuando hablamos de ICM o políticas dirigidas a la mujer damos la sensación de que trabajamos sólo para las mujeres, que estas políticas son sólo un problema de las mujeres, cuando en realidad afectan a la sociedad en su conjunto. El fin último que se persigue es lograr mayores cuotas de igualdad entre mujeres y hombres.
–Pero parece que el concepto de feminismo ha caído en desgracia. Muchas personas, entre ellas mujeres, consideran que ser feminista es lo contrario de machista…
–No es que haya caído en desuso ahora, sino que el término feminista siempre ha tenido históricamente una connotación peyorativa. Yo me declaro abierta- mente una mujer feminista y reivindico el término. Para mí es la lucha de muchísimas mujeres a lo largo de la historia para acabar con todas las barreras que han dificultado nuestra plena participación en la sociedad. Me gusta mucho recordar la imagen de las sufragistas, aquellas que pidieron el derecho al voto de las mujeres a principios del siglo XX. Los carteles de la prensa de la época reflejaban a estas mujeres gordas, feas, con berrugas, gritonas, enormes... y lo vendían como el final de la familia, del mundo. Por eso históricamente el término feminismo ha tenido esa consideración peyorativa. No es de extrañar que muchas mujeres tengan miedo a reconocerse feministas, pero esto sucede por desconocimiento, porque el feminismo es la lucha por la igualdad de derechos y oportunidades entre mujeres y hombres.
–¿Y cómo es posible que con las oportunidades de formación que hay hoy siga teniéndose esa concepción errónea?
–Hemos avanzado en muchas cuestiones, pero todavía el sustrato de un modelo de sociedad basado en valores patriarcales, sexistas y discriminatorios hacia las mujeres sigue estando presente en nuestra sociedad. En cualquier proceso de transformación social lo que más cuesta cambiar son las mentalidades y hasta no hace tanto tiempo en nuestro país una mujer tenía que pedir permiso a su marido para sacar dinero de una cuenta corriente o para estudiar en la universidad. Por eso quiero recordar que el feminismo ha sido el gran movimiento social del siglo XX y de éste, un movimiento pacífico, que ha logrado grandes avances en la mejora de los derechos y de la calidad de vida de las mujeres y al que le debemos mucho. Lo contrario al machismo es el hembrismo y, sin duda, es algo muy minoritario.
–Desde algún colectivo feminista se afirma que la crisis ha supuesto un duro ataque a los derechos conquistados por las mujeres, porque las reformas laborales perjudican más al sexo femenino que al masculino, por ejemplo. ¿Está de acuerdo?
–Las crisis económicas siempre suelen tener un impacto más negativo en la vida de las mujeres que de los hombres, en general. Porque estas crisis traen consigo medidas de ajuste económico que muchas veces repercuten en aquellos servicios que las mujeres más demandan. De todas formas, en este caso se han tomado muchas medidas que han paliado el impacto de la crisis en las mujeres y se siguen tomando. Para eso están las políticas de igualdad, que tratan de actuar como conciencia del resto de políticas para minimizar ese impacto negativo. Mi lucha y mi compromiso va a ser ése, que las políticas de igualdad estén presentes y vivas. Que dentro de los ajustes obligatorios que hay que hacer no se pierdan de vista cuáles son las prioridades y objetivos que tenemos que conseguir.
–En este sentido, ¿cuál es para usted la partida intocable en las cuentas del próximo año?
–La de la lucha contra la violencia de género. Es una partida que debemos mantener, aunque eso no significa que no tengamos que ajustarla a nuevas prioridades que detectemos. Vamos a buscar la eficiencia en el gasto –¡habría que buscarla siempre!–, pero ahora más aún. Y en eso estamos, estudiando el presupuesto, los proyectos que están en marcha y ver si es necesario llevar a cabo una nueva redistribución. Y una de las prioridades que nos vamos a marcar en esta legislatura será la prevención y sensibilización que creo que es fundamental. Se ha avanzado estos años en toda la red que presta ayuda a las víctimas de violencia de género, la protección de estas mujeres, pero si queremos transformar la sociedad y cambiar mentalidades tenemos que hacer un esfuerzo en la prevención y sensibilización. Para ello hay que elaborar una estrategia que incorpore no sólo la parte que nos corresponda como Gobierno, sino también buscar alianzas con agentes clave como los medios de comunicación, que pueden contribuir a ese cambio de mentalidades.
–Ya que cita a los medios de comunicación, existe un debate sobre el beneficio o perjuicio que genera el que se informe de los casos de muertes machistas. ¿Cuál es su posición?
–Estoy a favor de que se informe, porque precisamente una de las luchas que hemos tenido las mujeres desde el movimiento feminista y asociativo de mujeres es visibilizar la violencia de género, sacarla del ámbito de la intimidad. Hace años, cuando una mujer iba a la policía a denunciar, el agente la mandaba de vuelta a su casa y le decía que cómo iba a hacerle eso a su marido, que era una pequeña discusión y que regresara a arreglarlo. De eso hace veinte años, no más. Lo que ha contribuido a que la sociedad tome conciencia del problema es que estas noticias dejaran de formar parte de las páginas de sucesos como crímenes pasionales para convertirse en primera plana y se tome conciencia de este problema social. Otra cosa es el tratamiento de la información. Ahí tenemos que hacer un trabajo importante con los medios para que se tome conciencia de lo importante que es dar según qué mensajes. Por ejemplo, cuando ante el caso de un asesinato machista se le pregunta a los vecinos por cómo era la pareja y responden lo sorprendidos que están, que no lo esperaban porque era una gente normal, se está justificando la violencia de género y quitándole la gravedad al hecho. Tenemos que comprometernos todos en esta lucha y tomemos conciencia de esta grave realidad, pero no sólo cuando hay un asesinato, sino todos los días. Al ser un problema de la sociedad, todas y cada una de las personas que la componen tenemos que dar una respuesta contundente.
–¿Cuál fue el primer papel que se encontró sobre la mesa para resolver como directora del ICI?
–Muchos, la verdad. Este inicio ha sido intenso. La Administración no se para por que haya unas elecciones o un cambio de Gobierno. Pero bueno, entre los asuntos que estaban pendientes en mi área destacan los convenios con los cabildos para los servicios de violencia de género.
–Se ha puesto muy de moda en estos tiempos de crisis afirmar que la falta de recursos se palía con imaginación y queda muy bien decirlo, pero ¿cómo se hace? ¿Qué imaginación puede aplicarse a la realidad de que a 23 de agosto han muerto en este país 38 mujeres por violencia de género, una de ellas en Canarias?
–Más que imaginación, hay que poner recursos...
–En un momento en que son escasos.
–Sí, pero lo que hay que hacer es establecer prioridades con esos recursos. Muchas veces se tiende a gestionar y no se evalúa lo que se está haciendo ni se mide el impacto de las herramientas que se están poniendo en marcha. Así que ahora es un momento en que tenemos que medir muy bien lo que hacemos, porque tal vez haya que establecer nuevas prioridades. Sería ese tipo de imaginación. Y, además, buscar fórmulas de cooperación, porque al final muchas personas e instituciones trabajamos en el mismo campo y es necesario que nos coordinemos para que los recursos estén mejor gestionados.
–Ocurre que las cifras oficiales de muertes por violencia machista que registra el Ministerio de Igualdad no concuerdan a veces con las que en las Islas da el Gobierno regional. ¿Por qué?
–Bueno, aquí el concepto de la violencia de género lo entendemos de forma más amplia y en él incluimos no sólo la que se produce en el ámbito de la pareja o expareja, sino que también incluimos otros casos que se han producido mediante otra forma de violencia. La muerte es la punta del iceberg, pero la violencia sigue estando presente en el día a día de las mujeres y aún prevalece en una parte de nuestra sociedad de valores culturales patriarcales, sexistas y discriminatorios, que son el caldo de cultivo de la violencia. Hay que hacer todos los esfuerzos posibles para acabar con esto.
–Entre las medidas preventivas está la colocación de las pulseras con GPS a los maltratadores. Su antecesora, Isabel de Luis, consideraba que aún los jueces se pensaban mucho ordenar su colocación. ¿Qué opina?
–Sí, es cierto. Estamos actualmente en 35 pulseras activas en Canarias y es un instrumento nuevo, por lo que es posible que aún se esté en fase de mejora y conocimiento de la propia herramienta, porque es verdad que muchas veces los medios tecnológicos fallan. Los jueces están a veces reacios, las mujeres también, porque imagínate vivir todo el día pendiente de un aparato para que te salte una alarma.
–Cierta sensación de esclavitud, ¿tal vez?
–Sí, puede ser. Pero pienso que todos los instrumentos, todos, que sirvan para mejorar la protección de las mujeres hay que ponerlos en marcha; luego se analizará su impacto, su funcionamiento y los resultados que se obtienen, pero no debemos descartar ninguno, porque el objetivo es ir mejorando cada vez más la protección de las mujeres.
–El pilar del comportamiento humano se cimienta en la educación. En ese sentido, ¿viene usted con algún proyecto novedoso para poner en marcha en la escuela?
–Definido, definido, no tenemos aún ningún proyecto. Hace un mes que entramos y estamos elaborando el Plan Estratégico de Igualdad, que es un mandato que nos hace la Ley Canaria de Igualdad. En este plan se recogerán los objetivos que el Gobierno de Canarias tiene en cada una de las consejerías en esta materia. Y, desde luego, con la Consejería de Educación vamos a trabajar de forma muy estrecha para mejorar y avanzar en aquellos proyectos que se están llevando a cabo. Existe una voluntad y una sintonía total a la hora de acordar que apostaremos desde el ámbito educativo por programas por la igualdad. Además, me gustaría destacar que, por primera vez, el Instituto está en una consejería (Presidencia y Justicia) que es transversal, como la propia materia que abordamos. Esto cambia el enfoque, porque las imágenes son importantes y estamos asociando la Justicia a la Igualdad, algo muy positivo.
–En todo este avance en la lucha de las mujeres, de su independencia económica, de cierta obsesión positiva por progresar en la vida y ocupar puestos de responsabilidad que le corresponderían por valía, seguro, ¿no ha quedado algo atrás la labor de ser madre y el eterno problema de conciliar una vida de éxito profesional con una de éxito familiar?
–Para empezar yo soy madre, tengo un hijo y estoy encantada con la experiencia del día a día, pero es verdad que desgraciadamente las mujeres aún hoy tenemos que elegir si queremos tener una vida afectiva o una vida profesional. Queremos que sea algo compatible pero lo cierto es que no lo es y muchas veces tenemos que elegir. Muchas mujeres en puestos de responsabilidad te cuentan que han tenido que renunciar en el camino a algunas cosas. Lo ideal sería que no tuviéramos que elegir y para eso necesitamos que los hombres se incorporen, porque cuando hablamos de conciliación parece que es un problema sólo de las mujeres. Yo no soy la que tiene que conciliar; mi pareja y yo tenemos que ser corresponsables de los cuidados. Al igual que las mujeres nos hemos ido incorporando al ámbito público, los hombres no lo han hecho en la misma medida al ámbito doméstico, aunque es verdad que cada vez hay más. Yo no quiero que me echen una mano.
–Es la típica pregunta "¿en qué te ayudo"?
–Exacto, a mí en nada, sé corresponsable; no necesitamos que nos echen una mano, porque no es esa nuestra obligación, debería serla de forma compartida. Y cuando sea así habrá tiempo para todo. Si ellos también ceden parte de su tiempo y asumen las tareas de los cuidados, las afectivas, las domésticas... habrá tiempo para ambos. En este injusto reparto histórico de roles nos ha tocado todo a nosotras: somos las enfermeras, las cuidadoras, las madres, las amigas... ¡desde pequeñitas! Los hombres, por la educación recibida, también se han visto privados de esa parte importante de los afectos. Te cuento una anécdota: típico momento parque con mi hijo pequeño, en el carrito, y en el banco se sienta a mi lado un señor mayor con otro carrito y nos ponemos a hablar, lo típico, conversaciones de parque. Y ese señor me cuenta que cuida a su nieto porque su hijo y su nuera trabajan y él es viudo, con lo que es la única persona de la familia que puede cuidar al niño. Y el hombre se emociona y se le rayan los ojos al decirme que ahora se ha dado cuenta de lo importante que son los cuidados, que a sus hijos ni los bañó, ni les dio un biberón, nada, porque se suponía que no era su labor. Al hacerlo con su nieto por primera vez se daba cuenta de todo lo que se había perdido.
–Imagínese que ponen en sus manos una máquina del tiempo y avanza cuatro años. ¿Por qué aspecto le gustaría que recordaran su gestión al frente del Instituto?
–Por mi coherencia en lo que he defendido a lo largo de estos veinte años y haberla mantenido en esta legislatura.
–Con esa misma máquina del tiempo tiene la posibilidad de retroceder al pasado, al que usted quiera. ¿Con qué personaje histórico que trabajó por los derechos de las mujeres le gustaría compartir un café?
–Uffff, ¡tantas! Bueno, hay una mujer por la que siento una gran admiración que es Olimpia de Gouges, a quien se considera la madre del feminismo y vivió durante la Revolución Francesa. En aquella época se pretendía acabar con los privilegios del Absolutismo para que todos los hombres fueran iguales ante la ley. Entonces ella dijo: "ah, vale, entonces las mujeres también, ¿no?" Pues no, le dijeron que sólo era para los hombres. Así que defendió que también se incluyera a las mujeres en esa igualdad y la guillotinaron por eso. Escribió la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, en contraposición a la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano. Esa toma de conciencia, ese elevar la voz y decir que las mujeres también somos iguales ante la ley me genera admiración. La guillotinaron sin juicio, cuando ella exigía ser juzgada, pero ni ese derecho le concedieron.
–Sí, claro, es que en ese sentido los valores de la Revolución Francesa estuvieron fantásticos para los hombres, nada más.
–Evidentemente, es que ahí arranca una parte importante de lo que ha sido el discurso reciente de dominación hacia las mujeres. Se estableció entonces que las mujeres no tenían ningún derecho y se las consideraba menores perpetuas. Por eso mi admiración a esa mujer. Si retrocediera en el tiempo y pudiera tomarme un café con Olimpia, igual hubiera acabado guillotinada, como ella (risas).
–¿Qué le parece que el antiguo Instituto Canario de la Mujer (ICM) cambiara no hace mucho tiempo su nombre a Instituto Canario de Igualdad (ICI)?
–Me parece una medida positiva, porque cuando hablamos de ICM o políticas dirigidas a la mujer damos la sensación de que trabajamos sólo para las mujeres, que estas políticas son sólo un problema de las mujeres, cuando en realidad afectan a la sociedad en su conjunto. El fin último que se persigue es lograr mayores cuotas de igualdad entre mujeres y hombres.
–Pero parece que el concepto de feminismo ha caído en desgracia. Muchas personas, entre ellas mujeres, consideran que ser feminista es lo contrario de machista…
–No es que haya caído en desuso ahora, sino que el término feminista siempre ha tenido históricamente una connotación peyorativa. Yo me declaro abierta- mente una mujer feminista y reivindico el término. Para mí es la lucha de muchísimas mujeres a lo largo de la historia para acabar con todas las barreras que han dificultado nuestra plena participación en la sociedad. Me gusta mucho recordar la imagen de las sufragistas, aquellas que pidieron el derecho al voto de las mujeres a principios del siglo XX. Los carteles de la prensa de la época reflejaban a estas mujeres gordas, feas, con berrugas, gritonas, enormes... y lo vendían como el final de la familia, del mundo. Por eso históricamente el término feminismo ha tenido esa consideración peyorativa. No es de extrañar que muchas mujeres tengan miedo a reconocerse feministas, pero esto sucede por desconocimiento, porque el feminismo es la lucha por la igualdad de derechos y oportunidades entre mujeres y hombres.
–¿Y cómo es posible que con las oportunidades de formación que hay hoy siga teniéndose esa concepción errónea?
–Hemos avanzado en muchas cuestiones, pero todavía el sustrato de un modelo de sociedad basado en valores patriarcales, sexistas y discriminatorios hacia las mujeres sigue estando presente en nuestra sociedad. En cualquier proceso de transformación social lo que más cuesta cambiar son las mentalidades y hasta no hace tanto tiempo en nuestro país una mujer tenía que pedir permiso a su marido para sacar dinero de una cuenta corriente o para estudiar en la universidad. Por eso quiero recordar que el feminismo ha sido el gran movimiento social del siglo XX y de éste, un movimiento pacífico, que ha logrado grandes avances en la mejora de los derechos y de la calidad de vida de las mujeres y al que le debemos mucho. Lo contrario al machismo es el hembrismo y, sin duda, es algo muy minoritario.
–Desde algún colectivo feminista se afirma que la crisis ha supuesto un duro ataque a los derechos conquistados por las mujeres, porque las reformas laborales perjudican más al sexo femenino que al masculino, por ejemplo. ¿Está de acuerdo?
–Las crisis económicas siempre suelen tener un impacto más negativo en la vida de las mujeres que de los hombres, en general. Porque estas crisis traen consigo medidas de ajuste económico que muchas veces repercuten en aquellos servicios que las mujeres más demandan. De todas formas, en este caso se han tomado muchas medidas que han paliado el impacto de la crisis en las mujeres y se siguen tomando. Para eso están las políticas de igualdad, que tratan de actuar como conciencia del resto de políticas para minimizar ese impacto negativo. Mi lucha y mi compromiso va a ser ése, que las políticas de igualdad estén presentes y vivas. Que dentro de los ajustes obligatorios que hay que hacer no se pierdan de vista cuáles son las prioridades y objetivos que tenemos que conseguir.
–En este sentido, ¿cuál es para usted la partida intocable en las cuentas del próximo año?
–La de la lucha contra la violencia de género. Es una partida que debemos mantener, aunque eso no significa que no tengamos que ajustarla a nuevas prioridades que detectemos. Vamos a buscar la eficiencia en el gasto –¡habría que buscarla siempre!–, pero ahora más aún. Y en eso estamos, estudiando el presupuesto, los proyectos que están en marcha y ver si es necesario llevar a cabo una nueva redistribución. Y una de las prioridades que nos vamos a marcar en esta legislatura será la prevención y sensibilización que creo que es fundamental. Se ha avanzado estos años en toda la red que presta ayuda a las víctimas de violencia de género, la protección de estas mujeres, pero si queremos transformar la sociedad y cambiar mentalidades tenemos que hacer un esfuerzo en la prevención y sensibilización. Para ello hay que elaborar una estrategia que incorpore no sólo la parte que nos corresponda como Gobierno, sino también buscar alianzas con agentes clave como los medios de comunicación, que pueden contribuir a ese cambio de mentalidades.
–Ya que cita a los medios de comunicación, existe un debate sobre el beneficio o perjuicio que genera el que se informe de los casos de muertes machistas. ¿Cuál es su posición?
–Estoy a favor de que se informe, porque precisamente una de las luchas que hemos tenido las mujeres desde el movimiento feminista y asociativo de mujeres es visibilizar la violencia de género, sacarla del ámbito de la intimidad. Hace años, cuando una mujer iba a la policía a denunciar, el agente la mandaba de vuelta a su casa y le decía que cómo iba a hacerle eso a su marido, que era una pequeña discusión y que regresara a arreglarlo. De eso hace veinte años, no más. Lo que ha contribuido a que la sociedad tome conciencia del problema es que estas noticias dejaran de formar parte de las páginas de sucesos como crímenes pasionales para convertirse en primera plana y se tome conciencia de este problema social. Otra cosa es el tratamiento de la información. Ahí tenemos que hacer un trabajo importante con los medios para que se tome conciencia de lo importante que es dar según qué mensajes. Por ejemplo, cuando ante el caso de un asesinato machista se le pregunta a los vecinos por cómo era la pareja y responden lo sorprendidos que están, que no lo esperaban porque era una gente normal, se está justificando la violencia de género y quitándole la gravedad al hecho. Tenemos que comprometernos todos en esta lucha y tomemos conciencia de esta grave realidad, pero no sólo cuando hay un asesinato, sino todos los días. Al ser un problema de la sociedad, todas y cada una de las personas que la componen tenemos que dar una respuesta contundente.
–¿Cuál fue el primer papel que se encontró sobre la mesa para resolver como directora del ICI?
–Muchos, la verdad. Este inicio ha sido intenso. La Administración no se para por que haya unas elecciones o un cambio de Gobierno. Pero bueno, entre los asuntos que estaban pendientes en mi área destacan los convenios con los cabildos para los servicios de violencia de género.
–Se ha puesto muy de moda en estos tiempos de crisis afirmar que la falta de recursos se palía con imaginación y queda muy bien decirlo, pero ¿cómo se hace? ¿Qué imaginación puede aplicarse a la realidad de que a 23 de agosto han muerto en este país 38 mujeres por violencia de género, una de ellas en Canarias?
–Más que imaginación, hay que poner recursos...
–En un momento en que son escasos.
–Sí, pero lo que hay que hacer es establecer prioridades con esos recursos. Muchas veces se tiende a gestionar y no se evalúa lo que se está haciendo ni se mide el impacto de las herramientas que se están poniendo en marcha. Así que ahora es un momento en que tenemos que medir muy bien lo que hacemos, porque tal vez haya que establecer nuevas prioridades. Sería ese tipo de imaginación. Y, además, buscar fórmulas de cooperación, porque al final muchas personas e instituciones trabajamos en el mismo campo y es necesario que nos coordinemos para que los recursos estén mejor gestionados.
–Ocurre que las cifras oficiales de muertes por violencia machista que registra el Ministerio de Igualdad no concuerdan a veces con las que en las Islas da el Gobierno regional. ¿Por qué?
–Bueno, aquí el concepto de la violencia de género lo entendemos de forma más amplia y en él incluimos no sólo la que se produce en el ámbito de la pareja o expareja, sino que también incluimos otros casos que se han producido mediante otra forma de violencia. La muerte es la punta del iceberg, pero la violencia sigue estando presente en el día a día de las mujeres y aún prevalece en una parte de nuestra sociedad de valores culturales patriarcales, sexistas y discriminatorios, que son el caldo de cultivo de la violencia. Hay que hacer todos los esfuerzos posibles para acabar con esto.
–Entre las medidas preventivas está la colocación de las pulseras con GPS a los maltratadores. Su antecesora, Isabel de Luis, consideraba que aún los jueces se pensaban mucho ordenar su colocación. ¿Qué opina?
–Sí, es cierto. Estamos actualmente en 35 pulseras activas en Canarias y es un instrumento nuevo, por lo que es posible que aún se esté en fase de mejora y conocimiento de la propia herramienta, porque es verdad que muchas veces los medios tecnológicos fallan. Los jueces están a veces reacios, las mujeres también, porque imagínate vivir todo el día pendiente de un aparato para que te salte una alarma.
–Cierta sensación de esclavitud, ¿tal vez?
–Sí, puede ser. Pero pienso que todos los instrumentos, todos, que sirvan para mejorar la protección de las mujeres hay que ponerlos en marcha; luego se analizará su impacto, su funcionamiento y los resultados que se obtienen, pero no debemos descartar ninguno, porque el objetivo es ir mejorando cada vez más la protección de las mujeres.
–El pilar del comportamiento humano se cimienta en la educación. En ese sentido, ¿viene usted con algún proyecto novedoso para poner en marcha en la escuela?
–Definido, definido, no tenemos aún ningún proyecto. Hace un mes que entramos y estamos elaborando el Plan Estratégico de Igualdad, que es un mandato que nos hace la Ley Canaria de Igualdad. En este plan se recogerán los objetivos que el Gobierno de Canarias tiene en cada una de las consejerías en esta materia. Y, desde luego, con la Consejería de Educación vamos a trabajar de forma muy estrecha para mejorar y avanzar en aquellos proyectos que se están llevando a cabo. Existe una voluntad y una sintonía total a la hora de acordar que apostaremos desde el ámbito educativo por programas por la igualdad. Además, me gustaría destacar que, por primera vez, el Instituto está en una consejería (Presidencia y Justicia) que es transversal, como la propia materia que abordamos. Esto cambia el enfoque, porque las imágenes son importantes y estamos asociando la Justicia a la Igualdad, algo muy positivo.
–En todo este avance en la lucha de las mujeres, de su independencia económica, de cierta obsesión positiva por progresar en la vida y ocupar puestos de responsabilidad que le corresponderían por valía, seguro, ¿no ha quedado algo atrás la labor de ser madre y el eterno problema de conciliar una vida de éxito profesional con una de éxito familiar?
–Para empezar yo soy madre, tengo un hijo y estoy encantada con la experiencia del día a día, pero es verdad que desgraciadamente las mujeres aún hoy tenemos que elegir si queremos tener una vida afectiva o una vida profesional. Queremos que sea algo compatible pero lo cierto es que no lo es y muchas veces tenemos que elegir. Muchas mujeres en puestos de responsabilidad te cuentan que han tenido que renunciar en el camino a algunas cosas. Lo ideal sería que no tuviéramos que elegir y para eso necesitamos que los hombres se incorporen, porque cuando hablamos de conciliación parece que es un problema sólo de las mujeres. Yo no soy la que tiene que conciliar; mi pareja y yo tenemos que ser corresponsables de los cuidados. Al igual que las mujeres nos hemos ido incorporando al ámbito público, los hombres no lo han hecho en la misma medida al ámbito doméstico, aunque es verdad que cada vez hay más. Yo no quiero que me echen una mano.
–Es la típica pregunta "¿en qué te ayudo"?
–Exacto, a mí en nada, sé corresponsable; no necesitamos que nos echen una mano, porque no es esa nuestra obligación, debería serla de forma compartida. Y cuando sea así habrá tiempo para todo. Si ellos también ceden parte de su tiempo y asumen las tareas de los cuidados, las afectivas, las domésticas... habrá tiempo para ambos. En este injusto reparto histórico de roles nos ha tocado todo a nosotras: somos las enfermeras, las cuidadoras, las madres, las amigas... ¡desde pequeñitas! Los hombres, por la educación recibida, también se han visto privados de esa parte importante de los afectos. Te cuento una anécdota: típico momento parque con mi hijo pequeño, en el carrito, y en el banco se sienta a mi lado un señor mayor con otro carrito y nos ponemos a hablar, lo típico, conversaciones de parque. Y ese señor me cuenta que cuida a su nieto porque su hijo y su nuera trabajan y él es viudo, con lo que es la única persona de la familia que puede cuidar al niño. Y el hombre se emociona y se le rayan los ojos al decirme que ahora se ha dado cuenta de lo importante que son los cuidados, que a sus hijos ni los bañó, ni les dio un biberón, nada, porque se suponía que no era su labor. Al hacerlo con su nieto por primera vez se daba cuenta de todo lo que se había perdido.
–Imagínese que ponen en sus manos una máquina del tiempo y avanza cuatro años. ¿Por qué aspecto le gustaría que recordaran su gestión al frente del Instituto?
–Por mi coherencia en lo que he defendido a lo largo de estos veinte años y haberla mantenido en esta legislatura.
–Con esa misma máquina del tiempo tiene la posibilidad de retroceder al pasado, al que usted quiera. ¿Con qué personaje histórico que trabajó por los derechos de las mujeres le gustaría compartir un café?
–Uffff, ¡tantas! Bueno, hay una mujer por la que siento una gran admiración que es Olimpia de Gouges, a quien se considera la madre del feminismo y vivió durante la Revolución Francesa. En aquella época se pretendía acabar con los privilegios del Absolutismo para que todos los hombres fueran iguales ante la ley. Entonces ella dijo: "ah, vale, entonces las mujeres también, ¿no?" Pues no, le dijeron que sólo era para los hombres. Así que defendió que también se incluyera a las mujeres en esa igualdad y la guillotinaron por eso. Escribió la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, en contraposición a la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano. Esa toma de conciencia, ese elevar la voz y decir que las mujeres también somos iguales ante la ley me genera admiración. La guillotinaron sin juicio, cuando ella exigía ser juzgada, pero ni ese derecho le concedieron.
–Sí, claro, es que en ese sentido los valores de la Revolución Francesa estuvieron fantásticos para los hombres, nada más.
–Evidentemente, es que ahí arranca una parte importante de lo que ha sido el discurso reciente de dominación hacia las mujeres. Se estableció entonces que las mujeres no tenían ningún derecho y se las consideraba menores perpetuas. Por eso mi admiración a esa mujer. Si retrocediera en el tiempo y pudiera tomarme un café con Olimpia, igual hubiera acabado guillotinada, como ella (risas).
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