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viernes, 25 de mayo de 2012

Cuidar de dos almas

Viernes, 25 de Mayo, 2012
SALVADOR SOSTRES
Llevaban 42 años casados y aunque a veces los hombres bromeamos sobre el carácter de nuestras esposas, sin su presencia insistente nuestras vidas se desvanecen. Si se nos mueren primero nos quedamos mucho más solos y desamparados de lo que se quedan ellas si el trágico orden es el inverso. No hay ningún hombre que haya hecho algo realmente valioso sin una mujer que le haya guiado, que le haya templado, que le haya ayudado a potenciar sus virtudes y a disimular sus defectos. Nuestras mujeres, además de vivir sus vidas, con su trabajo y sus méritos, sus afectos y sus agotamientos, se hacen cargo de la nuestra de un modo incondicional y conocen tan bien nuestras debilidades que saben cómo alejarnos de ellas sin que se les note el cuidado, mientras nosotros fanfarroneamos de lo inteligentes que somos y de la habilidad con que nos zafamos de cada situación complicada.
Me casé con una mujer audaz y hermosa, la noche en que la conocí ya supe que sería ella y al cabo de un mes le pedí matrimonio, aunque no me dijo el sí definitivo hasta el día que hizo un año exacto de nuestro primer encuentro. Me he acostumbrado de tal modo a vivir con ella, a reír, a resistir, a no tener miedo con ella; me he acostumbrado a su mitad hasta tal punto que me confundo con su ser y la necesito como necesito cada parte de mi espíritu y de mi cuerpo. Desde que tuvimos a nuestra hija la comunión es total, el engranaje funciona sin fisuras, y aunque a veces nos distraemos con algunas rabietas incendiarias, existe de fondo algo tan unitario y sagrado, y con los objetivos tan claros, que en esencia es muy difícil distinguirnos y saber de quién es cada parte.
Llevaban 42 años casados y ella murió el martes de un inesperado infarto después de haber superado un cáncer. Ésta es mi viva imagen del terror, además de que a mi hija le sucediera algo. El gran drama de llegar a amar a alguien como yo amo a mi esposa es que si la muerte me la arrancara quedaría de mí sólo una sombra. Amar es cuidar de dos almas y mi mujer hace tan bien este trabajo que si un día la perdiera no sabría dónde encontrarme.
Con mis amigos hago broma de sus arrebatos, de cómo me censura los excesos o de cómo farfulla, cual máquina de segar césped a lo lejos, cuando las cosas no se hacen exactamente como ella quiere. Pero el auténtico arrebato, de pavor y de tristeza, es el que siento cuando leo noticias como que después de 42 años de amarse, necesitarse y compartirse, ella ha muerto. Intento no pensar en ello, pero al final es lo único en lo que pienso, y escribo este artículo como si me armara con una lanza y un escudo, como si pudiera ahuyentar la fatalidad escribiéndolo.
http://elmundo.orbyt.es/2012/05/23/tu_mundo/1337805544.html

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