Ruth Nóvoa
17/10/2010
Al principio me provocaba hilaridad. Luego empezó a resultarme molesto. Ahora debo reconocer que me irrita. Me refiero a la política de igualdad que se basa en decir «Buenas días, buenos díos, participantes y participantas». Con permiso de la ministra Aído (¿o será Aída?) ya no es que me parezca poco útil. Es que me da hasta vergüenza comprobar como esa redundancia lingüística en aras de una artificial igualdad se está extendiendo como la pólvora (o como el pólvoro). Aunque tengo la sensación de que en el Ministerio de Igualdad no tienen interés en escuchar, no me resigno a callar que así solo consiguen que Lázaro Carreter se revuelva en su tumba (o en su tumbo). Porque usar el masculino y el femenino una y otra vez, hasta el aburrimiento (o la aburrimienta) solo sirve para perder el tiempo (y para que yo pierda la paciencia).
Esta semana volvimos a comprobar que mola ser miembra. Laura Seara dixit. Yo paso. Porque las miembras no son más mujeres que las demás. Ejemplos, a mí, me sobran. Las religiosas que peregrinaron desde Camerún hasta Ourense para conseguir montar un hospital, sin paridades ni paridas, son uno. Hay más. Hace días, mis amigas (a las que admiro porque no son miembras pero sí grandes mujeres) me recordaban vía Facebook a otras heroínas. Por la Red circuló este texto: «Por esas madres que cambiaron un lápiz de ojos por ojeras, el ir a la peluquería por una simple coleta, los bolsos de moda por los de bebés. Madres a las que no les importó nada de lo que tuvieron que dejar atrás solo por el amor que recibieron a cambio». Miles de hijos orgullos han apoyado un mensaje al que, creo, le falta una frase: «Por esas madres que, además, intentan que nosotras podamos hacer todo eso que ellas hicieron pero, además, pintándonos el ojo, yendo a la pelu y hasta regalándonos un bolso fantástico para ir al trabajo». Por eso yo estoy orgullosa. El resto (y la resta), miembras incluidas, me dan risa.
http://www.lavozdegalicia.es/ourense/2010/10/17/0003_8789883.htm
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