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miércoles, 2 de marzo de 2011

El dolor de un hijo

por Paula Ballesteros
DOMINGO 27 DE FEBRERO DE 2011
Cuando se denuncian las repercusiones negativas socialmente de todas las víctimas de denuncias falsas, tendemos a ignorar su verdadero significado y toda la repercusión que la Ley de Violencia de Género tiene.
No solo perjudica al hombre inocente, que por serlo está señalado como patológicamente culpable. Digo patológico porque esta ley considera que la mujer tenemos genes que nos convierten en inocentes víctimas y los del hombre le hacen maltratador.
Una ley que para prevenir el maltrato de la mujer convierta al otro género en culpable esconde forzosamente intereses creados que tapan todos los grupos feministas y el negocio del dolor creado para beneficio y poder propio.
Todo lo que se mueve y se alimenta de esta ley huele a podrido y a estómagos agradecidos partidistas que cumplen con las consignas al pie de la letra. Casas de acogida en poder de personas que aumentan su patrimonio sin cualificación, ética y la más mínima imparcialidad, cuanto menos justicia para albergar a las verdaderas víctimas de maltrato y a sus hijos.
Centros de encuentro en los que informes para conseguir que un padre pueda ver a su hijo sin tener que estar vigilado, están casi siempre en manos de mujeres cuya preparación para un cometido tan serio, resulta como poco dudoso. Los informes psicosociales en contra del padre salen con la facilidad y frecuencia que los churros en la cola de un establecimiento que los expenda.
Las denuncias porque me da la gana en contra de un padre llenan el expediente en contra de este, sin averiguar si la denuncia está o no justificada y castigar a la osada denunciante para ejemplo de las futuras tentadas a cometer el mismo acto, sin embargo es sospechoso que multitud de hombres coincidan en la misma queja, las que ellos ponen cuando el régimen de vistas decretado por un juez se incumple, quedan en el baúl de los olvidos normalmente.

Las denuncias falsas son una bomba social que, algún día, llenará de vergüenza en los libros a quien la impulsaron y protegieron con leyes terribles

Las llamadas de teléfono de un padre a un hijo, se pueden utilizar como acoso y admitir una denuncia a trámite de la que posiblemente salga sentencia de alejamiento. Lo esperpéntico de esta ley ha llegado a la tragedia de las relaciones entre padres e hijos y su afecto a algo delictivo de la que su moral y estado anímico no puede salir indemne.
La inmoralidad cabalga tan libremente legalizada, que la sociedad duda de que esto pueda estar sucediendo con la misma cerrazón que se dudaba de la legitimidad de la mujer a reclamar igualdad y derechos con el hombre, por eso en esta sección no pretendo negar que las agresiones e injusticias a mujeres existan, por el contrario parece ser que los mismos animales capaces de cometerlas ahora aumentan como los cardos en el campo, mientras hombres inocentes y sus hijos tienen que sufrir las consecuencias de una ley improvisada, sin la más mínima responsabilidad sobre las consecuencias de su uso en manos de quienes carecen de escrúpulos y todo el sistema judicial a su servicio.
Todo ello en la impunidad que le concede una ley que dentro de unos años se recordará como se hace con la bomba lanzada sobre Hiroshima, pero de la que aún quedan secuelas en las generaciones nacidas de aquellos que la sobrevivieron.
Las víctimas se extienden a las mujeres que repudiamos esta ley negándonos a ser defendidos nuestros derechos por este sistema, a las segundas parejas de hombres señalados como delincuentes, a los propios hombres y sobre todo a los hijos de estos a los que se les priva del derecho a decidir como querer a un padre a elegir cuando y como pueden verle, a comunicarse con el cuantas veces lo necesiten, a no ser una moneda de cambio o un instrumento de venganza por la madre cuyos genes no la impiden maltratar al hijo por evitar el afecto que este pueda tener hacia su padre.
Los genes y el género no excluyen o dotan de características que nos conviertan en buenos o malos, las medidas en un divorcio y custodia no pueden estar basadas en la generalidad, porque cada caso y cada persona somos diferentes y los hijos de una pareja separada no tienen que sufrir el castigo de una culpa que no han cometido, que además de robarles la infancia convierten su vida un sufrimiento cuyas secuelas llevarán siempre como bagaje de lo que sin saber por qué, una ley les impuso.
Me convierto una vez más en simple vehículo transmisor del testimonio de un niño de corta edad que ha pedido poder contar su historia voluntariamente, un niño que ha madurado prematuramente y que desea tener la voz que la justicia niega a los niños. Su padre podría haber sido protagonista, sin embargo, ante el deseo de su hijo, ha referido ayudarle para contar su historia.
EL DOLOR DE UN HIJO
Por un Niño de 11 años
iniuriam facilius facias quam feras
«Es más fácil cometer una injuria que soportarla».
Publilio Syro
A mis seis años de edad mis padres se divorciaron. A mi querido padre le quitaron la custodia. Ahora llevo cinco años luchando… Una de las primeras palabras que recuerdo más ó menos, al poco de divorciarse mis padres, es una perteneciente a una frase de mi madre: “Eres un amargado igual que tu padre”. Ese día, mi padre, se estaba yendo a Denia con una amiga.
Mi madre me estuvo pegando durante mucho tiempo, por el motivo de que yo decía que mi padre era bueno. Una de las veces, yo estaba hablando con mi padre por teléfono y éste me preguntó si estaban escuchando la conversación, yo, por no querer mentirle, le dije que si y a continuación, mi madre me pegó un guantazo.
Cuando hubo transcurrido mucho tiempo de estos hechos, yo comenté a mi padre que me pegaba, entonces el me llevó a denunciar que yo manifestaba que mi madre me pegaba por defenderle. Desde aquel entonces y en el momento en el que le llegó la denuncia a ella, no me ha vuelto a pegar.
Otro hecho que recuerdo vivamente, relacionado con acabar con este tipo de situaciones, es el relacionado, con que ella me dejaba a cargo de una amiga suya. Todos los viernes, al yo no querer quedarme en el comedor escolar, esta señora, me llevaba a comer a su casa y al yo preguntarle por qué no podía ir a comer con mi padre en lugar de con ella, me contestaba: “Porque a mi me lo dice tu madre.”
Esa señora siempre tenía que poner a su hija, de mi edad, por encima de los demás. Recuerdo que, una de las veces, en un día lluvioso, en el que nos recogía a su hija y a mi del colegio, trajo un solo paraguas en el que fueron, protegidas de la lluvia, su hija y ella, dejándome atrás y mojándome, mientras mi padre, impotente, observaba la escena, puesto que todos los días va a verme al colegio.
Esta amiga de mi madre me repetía continuamente que su hija era maravillosa y yo una especie de patán. Así que un día, mientras era observado por mi padre y un amigo, en la puerta del colegio, opté por escaparme de esa señora y acudir al cuartel de la guardia civil, pidiendo que avisaran a mi padre. No lo hicieron, sino que llamaron a mi madre, pero conseguí que no me volviera a dejar con aquella persona tan desagradable para mí. En multitud de ocasiones, le había dicho a mi madre que no quería quedarme con aquella mujer, pero sólo hizo caso cuando la guardia civil le expuso las consecuencias de que yo siguiera escapándome.
Después de ver que no podía pegarme, optó por intentar manipularme, desmoralizarme y ponerme en contra de mi padre. Por supuesto que no lo ha conseguido. Digo que me ha intentado manipular porque me dijo:
“Tú tienes que quererme a mi porque yo soy buena.”
Ahora un ejemplo de tratar de desmoralizarme:
“Nunca llegarás a ser nada en el futuro si no estás conmigo.”
Y, por fin, cómo trataba de ponerme en contra de mi padre:
“Tu padre es malo, a mi me ha pegado.”
Mi respuesta a las tres situaciones fue igualmente:
“Yo quiero estar con mi padre.”
Ahora, voy a contar casos concretos que he vivido con mi madre y que recuerdo vivamente sin saber exactamente en qué momento ocurrieron: Mme ha intentado hacer “la pelota” muchas veces, comprándome caros regalos ó llevándome a sitios y situaciones que estaban fuera de sus posibilidades económicas, ya que todo el dinero se lo pedía a sus padres.
Recuerdo el verano pasado en el cual pasé un tiempo que tenía que estar con mi padre, sin él. La razón de esta situación fue que ella se encabezonó en que quería unas fechas de vacaciones que habíamos elegido mi padre y yo para nosotros en un año en el que le tocaba elegir a él y, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, me metió en un autobús y me llevó al pueblo de sus padres, sin dejarme siquiera avisar a mi padre, que se encontró mi casa vacía al ir a buscarme.
Esa señora, hoy en día, no me permite ni hablar con mi padre por teléfono, tiene rejas y candados en las ventanas, por si me escapo, supongo, la puerta de la casa está continuamente cerrada con cerrojo y las llaves a buen recaudo para que yo no tenga acceso a ellas, al igual que al teléfono.
Hubo una bochornosa lluvia de denuncias de las cuales, ninguna ha conseguido su objetivo que era meter en la cárcel a mi padre; lo sé porque me lo dijo.
Fue de la siguiente manera, yo le dije a ella que mi padre nunca dejaría de venir a verme al colegio, a eso ella contestó:
“Pues voy a estar poniendo denuncias a tu padre hasta que lo metan en la cárcel.”
Ha tratado de impedir que mi padre acudiera a mis actividades extraescolares, como, por ejemplo, a mis partidos y entrenamientos de futbol, a mis combates y entrenamientos de karate, no permitiéndome en la actualidad, realizar actividad deportiva, lúdica ó cultural alguna, al objeto de que no vea ni pueda ser visto por mi padre.
Hoy en día niega que me haya pegado, niega que me haya tratado de manipular y acusa a mi padre de ello. Niega que me criara mi padre hasta los seis años, cosa que él, efectivamente hizo, ya que, entre otras cosas, es lógico, porque mi padre está jubilado y ella trabaja.
Al principio del divorcio, reunió en el pueblo de sus padres a los hermanos de mi padre y a una hija mayor que él tenía de un matrimonio anterior, con la excusa de que quería que yo conociera a toda su familia a la cual, según ella no había presentado ó no recordaba. Ese mismo día, en el que los reunió, mi hermana y mi madre, trazaron un plan para meter en la cárcel a mi padre, a la vez que trataron de poner a sus hermanos en su contra acusándole de maltratador. Pensaban que no escuchaba sus conversaciones mientras suponían que yo estaba distraído jugando.
Para las personas que piensan que todas las mujeres son buenas, les dirige estas palabras un niño que acaba de cumplir once años, para que cambien de pensamiento.
En cinco ocasiones he ido a declarar ante jueces, en todas ellas he manifestado lo mismo, que mi madre me ha pegado por querer estar con mi padre y que yo quiero vivir con él, al tiempo que he tenido que decir que mi padre nunca me ha hecho nada malo, y he tenido que decir esto a causa de las denuncias preparadas al objeto de acabar con él, efectivamente, en la cárcel.
A mí me han fastidiado la infancia, el poder estar con mi padre y por todas estas razones, desde que tenía siete años, quiero ser abogado, para defender a las personas inocentes, sean hombres ó mujeres.
http://www.eldigitaldemadrid.es/articulo_c/general/1960/el-dolor-de-un-hijo

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