13/3/2011
Mientras Agustín no llega, los dos pequeños (niña y niño), de cuatro y dos años, juguetean con Paloma, su madre. Cuando lo ven llegar, corren y lo abrazan: «¡Papi, papi!». Agustín es de Gijón y Paloma de Madrid. Se conocieron en Edimburgo. Vivieron primero en Madrid, luego en Gijón y finalmente en A Coruña, adonde destinaron a Agustín. Llevan en Galicia casi siete años. Entre cuatro y cinco residieron en una vivienda en Bastiagueiro (Oleiros), tiempo en el que nacieron los dos pequeños.
Rota la relación, más o menos hace un año, los dos acordaron optar por la custodia compartida, una opción aún minoritaria en Galicia. «Se trata de estar con ellos el máximo tiempo posible. Los niños tienen derecho. Con uno y otro. Los dos trabajamos, los dos tenemos el mismo tiempo libre, los dos queremos disfrutarlos y educarlos», dice Agustín. «Además, para una persona sola se complicaría mucho», apunta Paloma. De hecho, uno de los argumentos a a favor de la custodia compartida es precisamente ese: evitar la sobrecarga del progenitor custodio (casi siempre la madre), lo que dificultaría, incluso, su promoción laboral. «Es lo mejor para ellos y para nosotros; me extraña que la gente no se lo plantee así», considera Paloma.
A dos kilómetros uno del otro
Vendieron la vivienda familiar y cada uno se compró la suya. Ambos en Oleiros. «La idea era que viviéramos todos cerca. Estamos a dos kilómetros». Los niños pasan una semana con uno y otra con otro, pero con un régimen flexible. «Por motivos laborales míos, comen con Paloma todos los días», explica Agustín. Cuando les toca la semana con su padre, ella se desplaza a la vivienda de él y come con ellos allí. Por esos motivos, también, ella los lleva al colegio todos los días. «Y cuando están con Paloma, pues yo casi todas las tardes me paso por su casa, así que casi los vemos a diario. Cambiamos las estancias en función de los planes que surjan, de ocio o profesionales», añade. Por trabajo y al no tener familia cerca, precisan una persona que cuide a los pequeños algunas horas por la tarde: es la misma en las dos casas. Una semana va a una y, a la siguiente, a la otra.
«Tienen ropa en los dos sitios, así que no necesitan andar tampoco con maleta. Y ellos están encantados de tener ??dos casitas, dos camitas...??». Agustín y Paloma se llevan bien y, aunque de momento no lo han necesitado, tienen en marcha un convenio donde todo este proceder figura por escrito. «Lo ideal es guardar ese papel en un cajón y no tener que sacarlo nunca». «Estamos de acuerdo en lo básico, su educación, y después en lo que coman en casa de uno u otro ya no se entra. Hay que estar por encima de las rencillas personales», señalan. «Para la gente, somos un caso extraño. En este país parece que con tu suegra y tu ex pareja hay que llevarse mal», remarca Agustín.
http://www.lavozdegalicia.es/galicia/2011/03/13/0003_201103G13P10994.htm
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