Reunión de los lunes

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lunes, 29 de noviembre de 2010

Mi nombre es Miren

29.11.10 ANA ISABEL GARCIA MATÉ
Mi nombre es Miren, tengo 30 años, 27 primaveras y 3 inviernos. 'Vivo' con mi hijo Jon en un pueblo de Gipuzkoa. Mi corta existencia me ha enseñado lo duro que es resistir y la permanencia ya es mi único objetivo. Si alguien pudiera ponerse en mi lugar, empatizar conmigo, sin hacer alarde de lo que ha hecho por mí, si viera a mi hijo correr y abrazarse a mí sin echarme en cara los ratos que le obligo a estar con su padre y que le robo de estar con sus amigos, si mis vecinos supieran leerme la mirada, si los despachos que recorro estuvieran atendidos por personas, si los jueces me escucharan cuando intento hablar en el estrado, si mi sueldo no fuera 'tan elevado' y tuviera derecho a percibir ayudas, si no me obligaran a abandonar mi casa (no mi hogar) para encerrarme en una casa de acogida, si mis padres siguieran vivos, si nadie me culpara del error que cometí un día al enamorarme del hombre equivocado, si, si, si… mi vida sería otra.

No puedo seguir adelante, me rebelo y sustituyo mis lágrimas por una sonrisa, salgo a la calle con la cabeza alta, dispuesta a comerme el mundo, pero el mundo me devora. Se me echa en cara lo guapa que soy y lo imposible de mi tragedia, lo inútil de mis súplicas, se me cierran las puertas, una tras otra; cuando atisbo un rayo de luz, la más negra sombra se coloca en su lugar.
Fue un 28 de diciembre cuando aquel 'hombre' se cruzó en mi camino, su inteligencia, su sentido del humor, su arrogancia y su gentileza pudrieron mi inocencia; sin embargo, tras conocer mi embarazo, me quitó la vida; sustituyó su inteligencia por la estupidez de sus insultos, su sentido del humor por la seriedad de su rictus, su arrogancia por la dejadez, su gentileza por la mano abierta contra mí, y su dulzura por el sabor amargo de unos golpes calculados.
Todo sucedió muy rápido: me separé de un monstruo que no reconocía; las instituciones aconsejan la denuncia y yo me encontré inmersa en un carrusel imposible de detener. Juzgados, abogados, servicios sociales, psicólogos, terapeutas, organismos oficiales, asociaciones de ayuda a víctimas… Un entramado infame, declaraciones una y otra vez repetidas que resonaban en mi cabeza como una canción grabada en una noche de alcohol, gente que no me escuchaba pero que sí se hacía oír, órdenes y sentencias incomprensibles para un profano, mi vida hecha pedazos repartidos como carnaza que se disputan dos animales, una custodia peleada, el usufructo de una vivienda de cuyas paredes cuelgan miles de imágenes aterradoras, un hogar que no es, unos comentarios que desconocen mi 'yo' más íntimo…
Hoy, después de tres interminables años, sigo recorriendo el mismo camino, luchando por la salud física y mental de mi pequeño Jon, sin dormir, cocinando al lado de un azulejo roto, sin poder ofrecer nada más que una cara bonita y una falda hecha jirones, trabajando por las noches para recuperar cientos de horas lamentadas en las instituciones suplicando una sonrisa y una palabra de comprensión, intentando mantener un trabajo para poder ofrecer a mi hijo un juguete por su cumpleaños, maquillando mi pena para que Jon no me vea diferente a las otras madres, inventando mil excusas a mis ojos enrojecidos, paseando con mi hijo como si fuera mi último día con él, aventurando planes y futuro juntos, deseando que pasen las fechas del calendario por si mi situación mejora…
Quiero aparcar mi pena y nombrar, porque así lo siento, mis dos grandes pilares: mi trabajo y mis amigos y amigas. El primero es mi vía de evacuación, mi conexión con el mundo, el reconocimiento de mi voluntad; me alivia de mi espiral de preocupaciones, me ayuda a huir de cuatro paredes que me recuerdan lo que no quise ser; en él encuentro el respiro que necesito, el apoyo de mis compañeros, la comprensión de mis superiores, el agradecimiento por la labor realizada, el ánimo para seguir adelante, el consuelo cuando lloro y el silencio cuando así lo requiero sin palabras.
Mi otro sustento son mis amigos y amigas, no son muchos, pero sí incondicionales; a ellos y ellas tengo que agradecer sus ánimos, su embelesada mirada, su ternura, su paciencia, sus halagos, su voluntad de permanecer a mi lado, su generosidad, su lealtad, su comprensión, su sinceridad. Sin ellos me habría venido abajo (más aún), sin su ayuda me habría resultado imposible crecer como persona y como madre, sin su conversación me habría encerrado en un 'conjunto vacío', sin su ánimo tendría miedo hasta de mí misma, sin su presencia me habría rendido.
Ahora que solo quedan resquicios de una Miren que no recuerdo, grito a los cuatro vientos que quiero vivir, disfrutar como una persona anónima de la mano de mi hijo, rechazo la ayuda hipócrita de quien quería ayudarme y no pudo o no supo, desconfío de todo aquel que se preste para echarme un capote, me vanaglorio de mi fuerza de voluntad, me niego a mirar hacia atrás por si me persigue una sombra, miro al futuro porque delante de mí se abre un universo de experiencias, aprovecho los piropos de quienes contra su voluntad me hicieron engreída, respiro y recupero aire, miro a mi hijo a los ojos y nos decimos que somos el mundo, que juntos afrontaremos todo un arsenal de guerras iniciadas frente a ambos y perdidas de antemano por la fuerza que nos une. Olvido, cada vez que puedo, todo lo fenecido, toda la ayuda regalada y no recibida. Solo nos tenemos el uno al otro, no necesitamos más para continuar el camino, ni a nadie que quiera acompañarnos con el único fin de ser el salvador de una mujer cuyo único error fue encapricharse del hombre equivocado.
http://www.elcorreo.com/vizcaya/v/20101129/opinion/nombre-miren-20101129.html

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